Shatha Yaish
MIRADA AL MUNDO

La escalada se abre paso en Cisjordania

Salwa se aferra con manos y pies a las rocas, mientras progresa con el apoyo de sus compañeros por las escarpadas montañas de la ocupada Cisjordania. Después de un prolongado esfuerzo, consigue llegar a la meta y lograr su certificado como escaladora “experimentada”, una vez que ha pasado varios días escalando rocas en el pueblo de Yabrud, a unos treinta kilómetros de Jerusalén, donde vive.

«La escalada me ha enseñado mucho», asegura esta joven con un rostro radiante enmarcado por su velo gris. «Me ha enseñado a no darme nunca por vencida, a no rendirme, a usar mi fuerza mental para seguir subiendo e ir más allá del sufrimiento físico para llegar a la cima», añade Salwa.

«Realmente daba miedo», asegura Omar Abu Ara, de 22 años y que procede de Jenin, en el norte de la Cisjordania ocupada. «Hay que forzar un poco al principio, pero es una oportunidad para lograr algo que nunca se ha hecho en este país», señala con entusiasmo.

Al igual que decenas de palestinos, Salwa y Omar han descubierto la escalada gracias a la apuesta realizada por dos jóvenes estadounidenses que han decidido compartir con la población local su amor por este deporte, que tiene un futuro prometedor en Cisjordania.

Will Harris y Timothy Brown, de 23 años de edad, llegaron a Palestina con un solo objetivo: «crear una comunidad de escaladores». Según señalan, en ese lugar «existe un enorme potencial para la escalada libre», al mismo tiempo que se da una acuciante falta de actividades de ocio. Así que su idea original pasaba por orientar a los jóvenes en esa senda para facilitarles una forma edificante de ocupar su tiempo libre.

Los dos estadounidenses empezaron por trazar rutas alrededor de Ramallah. Una vez que estas estaban delimitadas, crearon la comunidad Escalada Wadi y comenzaron a animar a los palestinos a seguirles en la aventura de descubrir y disfrutar de las montañas de la zona.

Pero la innovación no es fácil en los territorios palestinos, donde la colonización condiciona demasiado la vida de sus habitantes. «Tenemos limitaciones a la hora de acceder a determinadas áreas», señala Brown, quien recuerda que los escaladores palestinos solo tienen permitido el acceso a zonas que se encuentran fuera de los territorios que han sido ocupados por los asentamientos y que no formen parte de las áreas establecidas como reservas naturales por parte de Israel. Debido precisamente a estas limitaciones, «las únicas zonas de escalada que existían hasta ahora en Cisjordania las utilizaban solo los israelíes», agrega Brown.

Escalada Wadi tiene fijada su sede «cerca de las aldeas palestinas de la zona B», el 22% de Cisjordania bajo control militar israelí, pero en el que la Autoridad Palestina tiene la gestión administrativa. La buena acogida de su iniciativa ha sido posible gracias al boca a boca, ya que «en cuatro meses, 270 personas han participado de nuestra experiencia y a todas ellas les ha encantado», asegura Brown. Antes de trasladarse a Cisjordania, este joven vivió un tiempo en Jordania, donde aprendió el árabe que, mezclado con palabras en inglés, utiliza para comunicarse con sus aspirantes a escaladores. Allí los precios resultaban prohibitivos y por ese motivo, solo participaba de sus actividades un selecto grupo de personas adineradas.

Como querían que su club fuera un pasatiempo asequible en Palestina, Escalada Wadi está financiado por patrocinadores privados palestinos, estadounidenses y de otros países, de tal manera que cada día de escalada sale por unos 60 shekles (unos 14 euros), incluyendo el alquiler del material necesario para esta práctica deportiva.

Uno de sus alumnos, Zoughayar Rami, de 27 años, asegura rotundo que volverá a repetir esta experiencia. En un principio era reacio, ya que cuando vio subir a su hermana, este joven de pelo rizado pensó que hacer algo así «era una estupidez». «Pero después vi las fotos de una de sus escaladas y entonces pensé que la próxima vez que viniera, estaría con ella. El resultado ha sido muy positivo».

En el mismo sentido se expresa Nadine Abou Remeileh, de 23 años, que no puede ocultar su entusiasmo. «Cuando vi la pared, lo primero que pensé fue ‘¿Cómo subo eso?’. Pero después puse un pie en la roca, después otro y sin darme cuenta, me encontré en la parte superior», relata con orgullo.

Gracias a las buenas sensaciones con las que se quedan sus participantes en cada escalada, esta comunidad espera ampliar su número de aficionados en cada nueva salida. Incluso Brown ya se está planteando el siguiente paso a dar en esta experiencia: abrir una sala de escalada en Ramallah. Ilusión no le falta para que este deporte se convierta en una de las nuevas fórmulas de ocio más demandadas entre los palestinos.