TERESA MOLERES
SORBURUA

Una pradera florida

C ultivar una pradera florida en lugar de césped sustituyendo la hierba por una mezcla de semillas para flores puede ser interesante, ya que se ahorra agua y cuidados de mantenimiento con flores escogidas por su rusticidad. La pradera florida tendrá el aspecto natural que todavía vemos en nuestros campos, de aspecto suave y colorido variado, con juego de luces y sombras producidos por tallos y corolas, y durará hasta los fríos de noviembre.

Sobre un terreno preparado igual que para la plantación de la hierba del césped, sembrad la mezcla de flores a voleo. Se necesita un gramo de grano por un metro cuadrado. La mezcla no debe ser ni muy densa ni tampoco ligera para no dar a las malas hierbas oportunidad de crecer. Las semillas se escogen por su rusticidad y por su adaptación a las características de nuestro clima y al propio lugar. Secos, marítimos, en pendiente y otros.

Apropiadas para este cultivo son las mezclas de las flores de acianos, amapolas, margaritas y centauras, especies muy resistentes que apenas necesitan atención. Añadir zinnias y cosmos de colores vibrantes.

Después de sembrar, no es necesario ni apisonar ni regar, mejor dejar que actúe la naturaleza. Vigilaremos el crecimiento, que comienza una semana después de la siembra aproximadamente. En los huecos donde no despunta, hay que sembrar de nuevo. Si han salido malas hierbas, sobre todo cardos, las quitaremos. Las malas hierbas débiles no son problema en la pradera florida. A continuación, dejar que crezcan las flores anuales a su ritmo natural; y en tiempo muy seco, es necesario regar. Aunque aparezcan malas hierbas, dejarlas estar, porque al arrancarlas, podríamos perjudicar al resto de las flores.

La pradera florida evoluciona con el tiempo y se mezcla con especies salvajes de la zona para dar lugar a una pradera en movimiento con cambios anuales de textura y color. El próximo año, si se desea repetir, solo habrá que volver a sembrar para renovar el espectáculo. Para acabar, señalar la frase del paisajista Gilles Clement sobre su jardín de flores salvajes: «La vida y el vigor de las plantas debe anteponerse a la forma y al orden, para no perder el sentido mágico de la libertad».