Conny Beyreuther
IRUDITAN

A la deriva

El “otro”. En primer plano. El pie de foto de la imagen de Romeo Gacad no revela su nombre. Está exhausto. Y no nos mira. Ha estado a la deriva, en el mar de Andaman, quizá durante semanas, hasta que la comunidad internacional se ha dignado a mirar. Si le preguntas de dónde es, probablemente responderá: «De ninguna parte».

Él ha sido rescatado, junto con otras 1.400 personas, gracias a la acción de pescadores de Indonesia en contra de la autoridad. En la provincia de Aceh, familias de pescadores han cocinado para los refugiados extenuados hasta que han intervenido organizaciones humanitarias. «Los pescadores tienen ya una mejor comprensión de la crisis humanitaria que el Gobierno», asegura Andreas Harsono, de Human Rights Watch en Yakarta. Él lo atribuye a la experiencia con la emergencia durante la larga guerra civil y el tsunami a finales de 2004. Se trata, además, de solidaridad entre musulmanes.

Los rohingya son una minoría musulmana, con idioma propio; un millón de personas que llevan siglos viviendo principalmente en Myanmar (budista), sin ciudadanía, sin derechos, sin libertad.

Al cierre de estas líneas, hay miles de refugiados sobreviviendo apenas en barcos precarios, luchando a veces por la escasa ayuda que les es arrojada desde helicópteros. Han sido abandonados por la tripulación, ya que Tailandia está actuando con más dureza contra estos inmigrantes (oficialmente contra los contrabandistas) que tratan de llegar a su costa desde principios de mayo. Es un macabro juego de ping-pong, porque tampoco los países vecinos, ni tan siquiera los mayoritariamente musulmanes, los quieren acoger. En los últimos tres años, 120.000 rohingya han intentado salir en barco de Myanmar.

¿Les suena? Un problema creciente: en nuestro mundo, hay al menos 22 millones de personas desplazadas, huyendo, buscando una vida mejor.

Como otras veces, las imágenes han ayudado a remover conciencias: Indonesia y Malasia han acordado bajo presión, y mientras haya ayuda internacional, acoger temporalmente a los que consigan llegar hasta sus costas. Algo más lejos, aunque no mucho, la rica Australia se abstiene de actuar (y de acoger) y su Gobierno insta a que las soluciones a largo plazo se busquen en Myanmar. Ping-pong...