BERTA GARCIA
CONSUMO

Residuos

Las cifras marean, pero son las que son y 50 millones de toneladas es la cantidad de residuos electrónicos anuales que vamos acumulando en el mundo para el futuro. Aunque son innegables los beneficios que proporcionan las nuevas tecnologías de la comunicación, se debe tener presente el hecho de la contaminación medioambiental, con los residuos que se generan al final de la vida útil de los productos.

Hay varios factores que, al parecer, serían los “culpables” de esta acumulación de chatarra electrónica y que juntos supondrán a medio plazo una bomba destructora medioambiental de miles de megatones más que los residuos urbanos u orgánicos. Por un lado, el crecimiento exponencial de usuarios y de aparatos de las nuevas tecnologías (portátiles, ordenadores, etc), y la escasa concienciación a la hora de deshacerse de los mismos para renovar modelo.

Y por otra parte, el sector industrial, que marcha viento en popa, pero que no duda en el uso y abuso de metales contaminantes, con la deficiente responsabilidad de su recogida una vez el producto se desecha. Por si esto fuera pecata minuta, la sombra de la obsolescencia programada siempre les perseguirá.

Así las cosas, lo que parece claro y urgente es la toma de posturas responsables de cada grupo, según su grado de implicación. Y a no olvidar que las autoridades competentes a todos los niveles (ayuntamientos, comunidades, Estado) tendrán que intervenir activamente. En ocasiones tocará control e inspección de mercado, y en otros momentos, erradicar puntos ilegales de vertidos extramuros.

Y como siempre, los usuarios somos la última pieza del eslabón a la que se le pide cargar con el mayor esfuerzo: pago de cánones o tasas medioambientales, corta vida de los productos, recogida selectiva, responsabilidad social sobre la procedencia de los productos y una larga letanía de compromisos. Porque ya se sabe, «sarna con gusto no pica, aunque mortifica». Nos pasa como con Hacienda, que es de todos, pero unos se escaquean más que otros.