BERTA GARCIA
CONSUMO

No al cubo

D esde hace dos años, la campaña “No al cubo”, promovida por asociaciones de consumidores, tiene el objetivo de concienciar a las personas sobre el ahorro y la sostenibilidad en los comportamientos de compra. Viene motivada por los datos sobre desperdicios de alimentos, que en Europa alcanzan una media de 179 kg/persona y alrededor de 205 euros anuales que se van al cubo de la basura.

Se podría utilizar el recurso fácil y de homilía parroquial comparando este dato con la cantidad de personas que no pueden acceder a los alimentos básicos ni al agua potable. Pero vamos a realizar una deriva hacia los costes que conlleva tanta producción para tan pocos y que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) denomina “estrés medioambiental”.

El planeta nos ofrece alimentos suficientes a los 7.000 millones de personas que lo habitamos, pero los problemas son otros. Tenemos, por ejemplo, su distribución per capita o la producción geográfica, ya que no es lo mismo que un país cualquiera pase de una cosecha de cereales anual a dos o tres, porque el consumo de carne mundial se dispara exponencialmente. Además, la producción exige inmensos volúmenes de cereal y agua, con la consiguiente presión sobre el sistema agrícola de ese país y la desaparición de sus bosques y pantanos; o la pesca de altura, bajura y de grandes jaulas industriales, que en algunos parajes obligan a los manglares a irse retirando hacia el interior y robando espacio a los lugareños en pro de los langostinos. Y la novedad que remata el hambre es la producción intensiva de biocombustibles para alimento de ¡máquinas y coches!

En vista de los datos, podría parecer que el aumento de la producción agrícola, piscícola y ganadera respondía a una población mundial también in crescendo. Pero cedo la palabra de nuevo a la FAO: «El desperdicio de alimentos a escala mundial es una tercera parte de la producción mundial de alimentos para consumo humano».