IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

Fotografías de la propia vida

Distinguir entre contenido y continente es uno de los quebraderos de cabeza de cualquiera que pretenda diseñar un edificio. Explicándolo a modo “rajoyesco”, algunos arquitectos confunden el agua dentro del vaso con el propio vaso. Anna y Eugeni Bach, dos arquitectos radicados en Barcelona, introducen un tercer componente en el debate: el contexto. Así, los arquitectos responden a la pregunta «¿Qué significa habitar?» juntando esos tres componentes –continente, contenido y contexto– en la respuesta.

La casa MMMMMS, en Girona, podría ser la cristalización de esa respuesta. El edificio ha sido nominado para la Bienal Internacional de Arquitectura de Argentina, Mies van der Rohe y FAD –importantes certámenes internacionales, europeos y estatales–, siguiendo la estela de otros proyectos, siempre desde la pequeñez y las cosas hechas con cuidado, como, por ejemplo, el showroom para Oak International y la casa en Gaüses, su primer proyecto construido y aquel que les dio relevancia.

Aunque podríamos tomar esas tres obras como punto de partida y hablar de un estudio que sabe combinar un presupuesto de ejecución material bajísimo condicionado por la crisis y el ingenio de una generación nueva de arquitectos, es interesante echar la mirada un poco atrás en su portfolio y detenernos en un proyecto realizado en el jovial año 2006, comisionado por un pintor en la localidad de Agullana.

En esta obra podemos observar una cubierta metálica de dos aguas que cubre dos edificios que buscan acomodo en el terreno existente, como si, usando las palabras de sus autores, «nos sentáramos en un sofá». La cubierta se separa de los edificios, que adquieren su propio lenguaje a través del uso de una fachada cerámica, aparejada en celosía.

Haciendo un salto temporal a un más depresivo 2010, en la casa de Gaüses nos encontramos con la primera construcción de los arquitectos con un condicionante económico fuerte. Se planteaba la necesidad de construir algo con 70.000 euros. Ese punto de partida, compartido por la gran mayoría de profesionales de la arquitectura que se dedican a la profesión liberal, propició la búsqueda de una construcción tradicional, es decir, con soluciones ya comprobadas y testeadas por la tradición, al tiempo que se daba un valor adicional al edificio y, de paso, hacía un guiño al contexto del lugar. Un ejemplo de esta filosofía se ve en el revestimiento exterior, un revoco. Los revocos, con el paso del tiempo, van variando la cantidad de agua que poseen, lo cual provoca pequeñas fisuras y grietas, como si de arrugas se trataran. Haciendo de esa desventaja una virtud, se buscó realizar el revoco en dos tonos, pretendiendo que el dibujo “mayor” restara importancia a esas fisuras, igual que un rostro proporcionado y bello hace que no nos fijemos en las arrugas de la piel.

Llegando por fin a la casa MMMMMS, podemos ver de nuevo ese lenguaje que trata de separar continente de contenido. El edificio partía de una reglamentación urbanística orientada a que las construcciones en el ámbito rural se asemejaran a masías tradicionales, con fachada de piedra (aunque fuera en placas), cubiertas a dos aguas y teja árabe. Entendiendo esto como una ventaja, al poder ser una manera de encontrar un cierto contexto, se planteó un edificio del modo y lógica de un almacén: un eje central separaría el lado norte del sur, haciendo que las habitaciones y estancias fueran percibidas como “cajas” o espacios servidos.

Ese planteamiento del eje hace que el edificio controle las vistas desde el interior, insertando el entorno –su contexto visual– dentro del inmueble. El hecho definitivo de ese deseo de inclusión de lo natural aparece en el último vano del edificio, donde se diseña una terraza bajo una estructura de acero que simula el perfil de la casa y crea un espacio público-privado que mezcla el adentro y el afuera.

Anna y Eugeni Bach dan importancia al continente, aquello que ellos diseñan, y al contenido, aquello que habita sus espacios; y en sus planos aparecen personas, muebles, libros, plantas. Sus dibujos tratan el edificio desde lo familiar, no desde la lejanía de lo construido, ni desde la frivolidad de colocar un mueble de diseño –¿cuántas chaise longue de Le Corbusier debemos ver en fotografías de arquitectura?– para reforzar el diseño arquitectónico. Volviendo a parafrasear a los arquitectos, maestros como Charles y Ray Eames «no fotografían la cosa (el continente), sino los objetos, las plantas, los suelos, los muebles, las tazas de café, los cuadros, los juguetes... fotografían su vida».