TERESA MOLERES
SORBURUA

Enterramientos

L as torres de silencio o dakhmesh –cementerios, en persa–, son construcciones funerarias de los seguidores de Zoroastro o Zaratustra (628-551 a.C). Según el zoroastrismo, el cadáver humano es impuro y, al enterrarlo, puede contaminar la tierra, el agua y el aire, y con la incineración, el fuego.

Los zoroastrianos idearon la construcción de torres de adobe de planta circular alejadas de los pueblos, donde, después de un elaborado ritual, colocaban a sus muertos en círculos concéntricos: los niños en el centro, las mujeres a continuación y los hombres, en el último. Los muertos permanecían expuestos a la acción del sol, la lluvia y las aves carroñeras, sobre todo los buitres, hasta que quedaban solo los huesos puros, que se recogían y depositaban en un osario con cal.

Esta costumbre ha perdurado en Irán hasta el año 1970, cuando fue prohibida por motivos higiénicos. Sin embargo, en la actual Mumbay (India), con una pudiente población de seguidores de Zoroastro, continúan con este ritual funerario, llevado desde Persia cuando huyeron de las persecuciones musulmanas. Ahora tienen problemas por la disminución de la población de buitres.

Creo que la costumbre de colocar a los muertos en lo alto de una montaña subsiste en el Tíbet y se diferencia del ritual persa en que trocean los cadáveres para facilitar su descomposición.

Iroqueses y sioux también instalaban a sus muertos encima de plataformas colgadas de los árboles en lugares sagrados y, después, enterraban los huesos limpios. Esta costumbre la hemos visto reflejada en algunas películas del Oeste.

Hoy en día, viendo que los cementerios requieren de mucho espacio y la incineración es contaminante, se propone un método ecológico, las llamadas Capsula Mundi, para ‘‘convertir’’ a los muertos en árboles. Al difunto se le coloca en postura fetal en una cápsula o bolsa, junto con otra cápsula que contiene un árbol o su semilla. El cadáver se transforma en materia orgánica y sus nutrientes alimentan el árbol, que crece y florece siguiendo el proceso natural de la vida. Los familiares escogen la variedad de árbol que deseen, que una vez plantado definitivamente en el bosque sagrado, podrán visitar. La Capsula Mundi, diseñada en Italia, no se puede utilizar aquí, porque las autoridades no conceden los permisos necesarios.