ÍñIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Restos industriales

Si pensamos en la estética futurista que, por ejemplo, el cine nos ofrece, descubriremos que, a menudo, el futuro se presenta como una mezcla entre ultratecnologías increíbles y ruinas industriales. Parecería, en cierto modo, que por mucho que la sociedad avance no puede desprenderse del motor industrial que la ha propulsado y las ruinas industriales se mantienen reinterpretadas como monumentos de ese avance tecnológico.

El área urbana de Gotemburgo se expande desde hace unos años absorbiendo las zonas portuarias del barrio de Frihamnen. Mediante este lento avance, el antiguo puerto está perdiendo su carácter industrial y se está convirtiendo en una parte cada vez más moderna y central de la ciudad. En este estado intermedio de colonización, lo urbano y lo industrial se mezclan, conformando una zona muy atractiva para el establecimiento y la implantación de diferentes tipos de actividades culturales. El patrimonio industrial y los muelles, creados para los buques que ya no regresarán, permiten a diseñadores y arquitectos imaginar nuevos usos y experiencias que reformulen los vínculos entre el agua, la tierra y el nuevo barrio. Una relación que se torna crucial, si pensamos en la contaminación sufrida antaño por esos espacios supeditados a la actividad industrial y que ahora quieren ser ejemplo de un hábitat urbano sostenible. Pero para un crecimiento urbano sostenible, es necesario también preservar la memoria del lugar, tratando de entrelazar las viejas estructuras, tanto físicas como emocionales, con los nuevos usos. Dentro de esa lógica, el estudio Raumlabor arquitectos, con sede en Berlín, ha ejecutado un edificio que recupera un viejo muelle en el que trabajaba una grúa para albergar una sauna y unos baños públicos.

El establecimiento de unos baños escandinavos en este ambiente rudo y hostil es sobre todo una manera de cambiar la percepción del lugar, una apuesta por crear espacios íntimos, nuevas experiencias de ocio y un entorno para la comunicación entre los diferentes grupos de personas que acudan al edificio. Ya que la contaminación del agua no permite, por el momento, el baño directo en los muelles, el establecimiento de las actividades de este inmueble es de algún modo una forma de adelantar el futuro de ese lugar. Los baños públicos son un espacio para la reunión social, sobre todo en la cultura escandinava, tan aficionada a la sauna. Son lugares no solo para el descanso y el deporte, sino también para la política, la discusión, las ofertas comerciales, el erotismo o el hedonismo.

Por este motivo, el edificio se presenta como un monumento a medio camino entre una ruina industrial y una escultura contemporánea, capaz de generar un lugar, un espacio a su alrededor. Su imagen de arácnido posado sobre el antiguo muelle de hormigón y construido con chapas recicladas, a modo de favelas postindustriales o de chabola agrícola, le otorga una presencia dura y agresiva, cercana a una gran máquina industrial capaz de triturar piedra al borde del puerto. Esa imagen agresiva del exterior contrasta con su interior, que alberga los vestuarios y la sauna, construidos a base de madera de alerce pulida y por el que pululan los usuarios semidesnudos, evitando entrar en contacto directo con la chapa oxidada del exterior.

En el interior, las tablillas de alerce crean texturas lineales a través de las superficies curvas que se generan para poder absorber las formas angulosas de la cubierta y de las paredes exteriores. La dirección de ese patrón texturado de madera, que recubre el techo y los cierres del interior, construye un espacio envolvente que protege al bañista y que dirige su vista hacia un gran ventanal situado estratégicamente orientado hacia la silueta de las grúas del nuevo puerto mercante y el centro de la ciudad, intentando preservar ese paisaje que antaño rodeaba el entorno ahora urbano de la zona de Frihamnen.

El edificio también reivindica la imagen de un puesto de observación portuario, de un vigía que controla el tránsito de los buques mercantes o de un faro cuando las luces de la ciudad se apagan y se encienden las de la propia pieza, soltando luz por los ventanucos que perforan la envolvente informe de chapa.

Todas estas contradicciones entre interior y exterior, entre lo nuevo y lo viejo, y entre la imagen de lo obsoleto y lo vanguardista construyen un edificio nítidamente contemporáneo. Sobre todo si entendemos que la contradicción es el aspecto más determinante de la cultura contemporánea.