ÍÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

A ras de suelo

El recién inaugurado edificio de la Gracia Farm es un complejo de usos múltiples situado en el epicentro de un magnífico enclave natural de 320.000 metros cuadrados en New Canaan, Connecticut (EEUU). La Fundación Granjas de Gracia se propuso la realización de este edificio con el objetivo de preservar el entorno natural y ayudar a los visitantes a experimentar la naturaleza mediante un encuentro con las colecciones de arte que atesora la fundación. Puede que justamente por este motivo, los encargados de realizar el proyecto fuesen los arquitectos japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa, directores de la oficina SANAA.

Si algo destaca en el trabajo de SANAA es precisamente la capacidad de su arquitectura para desdibujar los límites entre edificio y naturaleza, planteando continuidades que convierten los interiores del inmueble en un paisaje artificial que complementa el natural. Su arquitectura, de extrema ligereza, ayuda en este sentido, ya que lo construido parece diluirse, reducirse a su mínima expresión.

Aproximadamente el 99% de la superficie del parque ha sido declarada como un ámbito de protección natural, por lo que, desde un punto de vista legal, las parcelas, como prados, bosques, humedales y lagunas, han sido retenidas a perpetuidad a fin de preservar y mejorar el hábitat existente para la flora y la fauna. El edificio se entiende, por lo tanto, como un apoyo logístico en el que se concentrarán los servicios públicos y los diferentes eventos, que van desde el servicio de cafetería hasta la organización de debates, conciertos, exposiciones, hasta diversos proyectos culturales y deportivos.

En este mismo sentido proteccionista, los clientes exigieron que se talasen el menor número de árboles posibles para construir el edificio, así que la enroscada forma del inmueble intentó esquivar la mayor parte de ellos. No obstante, los árboles que fueron necesariamente talados se utilizaron para la construcción del mismo, así como en la fabricación del mobiliario que da servicio en las diferentes salas. Además, la energía empleada en la calefacción y refrigeración del edificio procede de fuentes renovables, a partir de un sistema de geotermia, para reducir el impacto medio ambiental de la construcción.

El objetivo de SANAA era lograr que la arquitectura se convirtiese en parte del paisaje y que se integrase de forma natural, sin llamar la atención. Ubicado sobre un paisaje ondulado, el edificio serpentea a lo largo de una loma que desciende hacia el lago. La geometría se diluye en una serie de curvas que otorgan un carácter liviano y blando al edificio, lo que de algún modo acerca su lenguaje a la naturaleza. La estructura del inmueble, construida con hormigón, acero y madera, es en esencia un techo largo que parece flotar sobre la superficie del suelo, ya que se tuerce y da vueltas a través del paisaje. Los cierres de vidrio y la sección escalonada interior, que sigue la topografía del lugar manteniendo la actividad a ras de suelo, convierten el conjunto en un espacio fluido en continuidad con el lugar. Hay entradas, pero no puertas principales ni jerarquías marcadas.

La transparencia de los pasillos, patios y volúmenes de vidrio que envuelven al visitante parece exponerle al medio natural sin protección ninguna.

Bajo el techo continuo se agolpan cinco volúmenes cerrados con mampara de cristal transparente que pueden albergar una gran variedad de actividades y eventos, mientras se mantienen las vistas sobre el entorno natural que rodea a la nueva construcción. Un auditorio para 700 personas, una pista deportiva cubierta y una biblioteca dotada con amplios fondos para la realización de investigaciones en el campo de las artes plásticas componen los espacios más singulares del edificio. Además, las instalaciones dan cabida a varias salas de exposiciones, salas de debate y diferentes servicios destinados al visitante, así como a las oficinas de la fundación. El proyecto ha contemplado también la colocación de mobiliario en el exterior, que se situará alrededor del edificio, aprovechando los patios que genera su planta serpenteante. Estos espacios servirán como un lugar al que ir de picnic y para la realización de conciertos y fiestas en el exterior. Desde un punto de vista arquitectónico, estos usos apoyan la idea original del proyecto, ya que de nuevo ayudan a desdibujar los límites entre interior y exterior, ampliando los espacios interiores más allá de las láminas de vidrio que los configuran.

En la distancia, las láminas de aluminio anodizado que resuelven la impermeabilización de la cubierta brillan con el sol, convirtiendo el inmueble en un arroyo que desciende entre las colinas hasta alcanzar el lago. Todas estas formas blandas y sinuosas ayudan a la arquitectura a fundirse con el suelo, a no despegarse de él, reduciendo la altura y la presencia del edificio, convirtiendo el objeto construido en una especie de topografía artificial que se suma a la del lugar.

A pesar de la contemporaneidad extrema de la propuesta de SANAA, el proyecto parece mantener los pies en el suelo, está a ras de suelo física y conceptualmente, apostando por el respeto a la naturaleza y haciendo de ese objetivo su forma de ser.