IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Cuerpos

El retrato fotográfico asume siempre una doble presencia, la del retratado y la del que retrata. El primero se sitúa frente a la máquina para mostrar su rostro, su cuerpo, una frontera entre su interior y el mundo. El segundo se parapeta tras el dispositivo para interpelar con la gran lente a la intimidad del que quiere representar. En esta relación, el resultado nunca es, entonces, objetivo o inocente. El encuadre, el tiempo de espera y la relación entre los dos sujetos marca el resultado que acabará por emulsionar en el revelado o por iluminar la pantalla del ordenador.

Sobre esta relación podría hablarnos mucho el fotógrafo bilbaino Mikel Alonso, cuyo trabajo nos permite confrontar, hasta el 10 de enero en la Sala Rekalde (Bilbo), miradas de otros parajes, de otros cuerpos, tan extrañas como propias. Dentro de la programación del Bilbao Mendi Film Festival de 2015, se presentó el pasado diciembre la exposición “Kakakorum”, que reseñamos en estas líneas con motivo de su próxima clausura. En ella, con fotografías sobre la cotidianeidad del valle Hushé en Pakistán, el artista registra y se relaciona con el contenido de textos escritos por componentes del colectivo «Doce miradas», que promueve la justicia social y la igualdad entre hombres y mujeres. Varias piezas, algunas de gran formato que apuestan por rostros frontales al objetivo, muestran una relación con el fotógrafo, que nos presta momentáneamente su rol de invitado a una vida que, sin conocerla, nos conmueve.

Desde la fotografía y la relación con el cuerpo retratado, el 4 de enero cierra también la exposición “Mujeres y punto”. En el Iguana Kafe de Gasteiz, se puede visitar esta serie creada por Kiwiconcuchara Nomata, nombre tras el que está Eider Bernaola. En ella, el cuerpo femenino se reivindica desde una belleza real, a veces agresiva o visceral, pero desmontando los imaginarios impuestos desde los discursos dominantes.

El cuerpo se erige entonces como un campo de batalla en el que la representación disipa fronteras. La intimidad se comparte permitiendo al/la fotógrafo/a retratar nuestras miradas y compartir nuestras manos, estrías, gestos y arrugas.

Desde el dibujo, la artista canadiense Winnie Troung incidirá de nuevo en ese límite. Los trabajos, que pueden visitarse también hasta el 10 de enero en la Sala Rekalde de Bilbo, plantean personajes cubiertos por una capa protectora conformada por cantidades de pelo desproporcionadas, bajo la cual se intuyen cuerpos enredados y ojos que se abren camino para, de nuevo, desafiarnos desde su condición de cuerpo representado. La presencia de la artista es fruto del notable trabajo “Cabeza de hacha”, intercambios entre artistas vascos/as y canadienses llevados a cabo por el comisario Bill Clarcke y el Colectivo Armar, que aportan en cada nueva etapa una propuesta a tener en cuenta en el panorama actual.

Se antoja un hilo conductor entre las tres propuestas, en el que, una vez más, el visitante es cuestionado como observador, formando parte a veces de esa introspección compartida y a veces violentado por miradas agresivas o indefensas. De una u otra manera, encontrará familiaridades que traspasan fronteras geográficas y entenderá que los cuerpos se conforman como el nexo que nos une y nos sitúa como seres humanos.