Amaia Ereñaga
LAS NUEVAS BARBIES

Las (post)Barbies

¿Quién, en plena preadolescencia, no ha decapitado y descoyuntado a sus Barbies? Hay hasta estudios siquiátricos que fijan esa práctica como un paso natural previo a la vida adulta. A sus 57 años, y empujada por la caída de ventas, la icónica muñeca ha madurado y ha tenido que reinventarse, al adoptar un físico más «normal». Pero no nos llevemos a engaño: de ahí a que sea una muñeca feminista, hay un mundo.

Más de cinco décadas de boyante negocio dan para mucho, pero, aún así, el «universo Barbie» que tiene montado la empresa de juguetes californiana Mattel resulta impresionante. No en vano, la muñeca rubia de cintura de avispa y medidas imposibles ha formado parte de la infancia de cinco generaciones de mujeres de todo el mundo. Ella ha sido durante medio siglo la punta de lanza de la mayor compañía de juguetes del mundo, hasta el punto de que, de sueño infantil, ha transmutado a icono de estilo, a objeto de estudio en las universidades y a ser motivo de exposiciones como la que, hasta el 13 de marzo, le dedica el Museo delle Culture (MUDEC) de Milán o la que, entre el 10 de marzo y el 18 de setiembre, le dedicará el Musée des Arts Décoratifs de París. En ellas, convertida en objeto de estudio, se analiza la influencia cultural, antropológica, social, artística y de estilo que ha ejercido esta muñeca en nuestra cultura. Ahí es nada.

La cosa llega a tal extremo que la célebre revista “Time” ha dedicado la portada de su último número de enero al cambio de medidas «corpóreas» de Barbie, preguntándose, en grandes letras: «¿Ahora podemos dejar de hablar de mi cuerpo?». Bueno, depende, responderíamos. Tan amada como odiada, la muñeca ha sido objeto de críticas aceradas durante toda su larga vida debido a que representa un estereotipo con el que las niñas que juegan con ella interiorizan un ideal de persona nada acorde con la realidad. Hay que ser rubia, delgada hasta la desnutrición y, aunque ha ido ampliando sus «profesiones» hasta dar una imagen más acorde con el papel de la mujer en el siglo XXI, por el camino ha dejado perlas como frases del estilo de «Me encanta ir de compras» y «La clase de matemáticas es difícil» –aparecían en un libro «oficial» de Barbie en 1990, satirizado en “Los Simpson” en una escena en la que Lisa tira de la cuerda de su Stacy Malibú y escucha «No me preguntes, soy una chica»– o meteduras de pata con versiones de países del Tercer Mundo que le han supuesto acusaciones de racismo.

Lo cierto es que Mattel se ha visto obligada a dar un golpe de timón, porque la disyuntiva que se le presentaba era cambiar radicalmente o jubilar a Barbie. La razón es que, de año en año, las ventas de la icónica muñeca han ido descendiendo. Y eso que Barbie ha sido una máquina de hacer dinero, pero el cambio de gustos del público infantil –las niñas optan más por tablets y otro tipo de juguetes electrónicos– y la competencia feroz de otra multinacional, Hasbro Inc., que se ha hecho con los derechos de las películas de la Disney, han desencadenado una preocupante tendencia a la baja. Y eso que en la era anterior a las ipads, Mattel era el líder indiscutible de la industria.

Lesbiana y futbolista, cineasta... Según datos de la propia Mattel, sus ventas totales en 2014 bajaron un 6% –las de Barbie eran mayores, un 16%– y, en el último trimestre de 2015, ese descenso llegó a ser de un 33%. Desde hace tres años y totalmente en secreto, la compañía trabajaba en solucionar la caída de la demanda de la muñeca. Solo veinte personas sabían del Project Dawn (Proyecto Amanecer), como se llamó a la «operación» para reinventar a su muñeca estrella. A la Barbie original, se le unirían tres tipologías de cuerpo: petite (pequeña o bajita), alta y curvy (curvilínea). En su línea principal, que se llama Fashionista, hay más de treinta nuevas versiones de Barbie introducidas en cuatro estilos de «carrocería», siete tonos de piel, treinta tonos de cabello y unos 24 colores de ojos. «Es importante que cada Barbie sea diferente, como lo es la gente del mundo real, ni más ni menos», dice una de las frases que acompañan el vídeo promocional de las nuevas Barbies.

Aunque ya están disponibles en internet, las que podríamos denominar post-Barbies no llegarán a las tiendas hasta marzo. Lo harán, eso sí, acompañadas por una serie de complementos relacionados con las nuevas tecnologías, como una casa con asistente virtual –se podrá elegir desde la luz de las bombillas hasta modos predestinados de sonidos– o un dron, con un mando a distancia y forma de tabla futurista, en donde se podrá colocar a la muñeca para dar un paseo. Si se echa una mirada al escaparate virtual en el que se ha convertido internet, podemos encontrar hasta 300 artículos relacionados con Barbie. Las hay de todas clases y colores, profesiones y hasta algunas convertidas en objetos de coleccionista. Si en los 60 se homenajeaba a actrices como Elisabeth Taylor o a la también princesa Grace Kelly, convirtiéndolas en «réplicas Barbie», la tendencia ha cambiado en la actualidad. Entre las «nuevas Barbies» se puede encontrar, por ejemplo, a la cineasta afroamericana Ava DuVernay (autora de películas como “Selma”) o a la exfutbolista estadounidense Abby Aambach, una mujer que ha reconocido públicamente su lesbianismo.

La «hijarbie», la que tiene acné…. Hace poco la mayoría de los medios de comunicación de Europa se hacían eco de la hijarbie, la versión con velo islámico de Barbie. Su creadora, una estudiante nigeriana afincada en Gran Bretaña llamada Haniifah Adam, colgó un día en su cuenta de Instagram una versión que ella pensó gustaría más a las chicas musulmanas; es decir, una Barbie con hijab (o hiyab; es decir, velo), que vestía como ella misma lo hacía en la calle. Hay que tener en cuenta que la muñeca de Mattel lleva años estando prohibida por su «vestimenta vergonzosa» en muchos países de Oriente Medio, donde se vende, con éxito, una versión alternativa llamada Fulla. Esta muñeca de rasgos típicos árabes, con el pecho mucho menos abultado que Barbie, va ataviada con un hiyab, aunque, dependiendo de los países donde se venda, tiene una indumentaria más conservadora u otra de colores más alegres. En torno a Fulla existe todo un mundo de complementos, como tazas y mochilas. Según los anuncios televisivos, Fulla se levanta al amanecer para cocer una torta al horno y reza a Alá en una alfombra rosa; es decir, cumple los estereotipos que se quieren inculcar a las «buenas muchachas» musulmanas, aunque Barbie, pese a que sea policía, astronauta o candidata a presidente de Gobierno, cumple ese mismo papel en Occidente, no nos engañemos.

La hijarbie de Haniifah Adam no llega a tener tanta proyección, de momento, aunque cuando saltó a los medios de comunicación, su cuenta de Instagram alcanzó al poco tiempo 12.000 seguidores. Su autora está pensando en comercializar los trajes que vaya creando. Si a Haniifah Adam el éxito de su hijarbie le ha tomado por sorpresa, a un inquieto artista digital de Pittsburgh llamado Nickolay Lamm le sucedió otro tanto el año pasado. Lamm, que es un activo creador de contenidos de carácter digital, tiene una hija pequeña y, un día, al ver flotando a su muñeca en su bañera se le ocurrió lo que terminó siendo un proyecto al que llamó «el promedio Barbie». Básicamente, lo que hizo fue comparar las medidas de la muñeca con una joven sana de 19 años, la edad que, se supone, recrea la icónica muñeca. Para ello tomó como base las medidas reales y contrastadas médicamente de las jóvenes norteamericanas y, sobre un modelo en tres dimensiones, recreó el equivalente de la muñeca pero en medidas «reales»… y todo parecido con la realidad es pura ficción. La Barbie es una especie de versión estirada y estrecha, con una cabeza extrañamente grande, de la joven «real», a la que se ve casi achaparrada y ancha a su lado.

Cuando los medios de su país publicaron el proyecto de Lamm, este empezó a recibir una avalancha de peticiones de compra de su muñeca. No tenía medios económicos para construirla, pero para algo sirve el crowdfunding. La campaña fue todo un éxito, hasta el punto de que Lammily, que es como se llama la que podríamos llamar «anti-Barbie», ya se comercializa a través de internet. En las primeras 24 horas, Lamm había recaudado más de los 95.000 dólares (68.000 euros) que necesitaba para llevar a cabo su proyecto y las donaciones llegaron a sumar la escalofriante cifra de 501.384 dólares (unos 400.000 euros), multiplicando por cinco su presupuesto inicial. No es que el nombre de Lammily sea muy bonito –es producto de la unión de los nombres de quienes han participado en el proyecto–, pero en su descargo se puede decir que quien la «adopte» puede bautizarla como quiera gracias al pasaporte que lleva en la caja.

Lammily hizo su debut oficial el 19 de noviembre de 2014 y en su página (Lammily.com), se puede comprar por unos 10,10 euros (26,49 euros con gastos de envío). No parece una supermodelo, sino más bien una chica normal tanto en su constitución como por su guardarropa, compuesto básicamente por pantalones cortos, tejidos vaqueros y zapatos planos; nada de taconazos. Lo que llama la atención son sus accesorios; por ejemplo, se incluye un pack de pegatinas que simulan acné, pecas, estrías, tatuajes, picaduras o gafas. «La imperfección –dice su autor– no es un problema».

Una pizarra en blanco. No es de extrañar que la imagen que transmiten muñecas como esta preocupe tanto a padres como a educadores, a la vista de estudios como el de Rehabs.com, una organización estadounidense que trabaja con la anorexia y una de cuyas campañas se ha titulado “Morir para ser Barbie: trastornos de la alimentación en la búsqueda de lo imposible”. En la infografía que han realizado se comprueba que las medidas de la muñeca son imposibles en la vida real, con una cintura de 16 pulgadas (40,6 cm), más pequeña que su cabeza, y esta, a su vez, demasiado grande para que la soporte su pequeño cuello. En su tronco no existe espacio para los órganos internos y sus tobillos son tan pequeños que, si fuera una adolescente real, tendría que arrastrarse en lugar de caminar. Todo esto en una cultura donde cuatro de cada cinco niñas de 10 años se muestran preocupadas por la «grasa», según datos de ANAD (National Association of Anorexia Nervosa and Associated Disorders), en un país donde la estilizadísima muñeca de Mattel aparece en los primeros lugares de las listas de deseos de las niñas. Solo hay que sumar dos y dos. En 1997, Mattel introdujo una nueva versión con una cintura mayor y el pecho más pequeño, pero aun así, las medidas «ideales» no eran nada reales.

Lo extraño es que cuando Ruth Hadler, cofundadora de Mattel, tuvo la revolucionaria idea de romper con la tendencia histórica de crear un muñeco-bebé y fabricar una muñeca-adolescente, aquello resultaba también demasiado avanzado para su época. Lo cuenta Christopher Byrne, un veterano de la industria del juguete y autor del libro “Toy Time” en el artículo publicado recientemente en el diario británico “The Guardian”, en el que se felicitaba por el cambio de Barbie: «Antes de que Barbie se introdujera en la Feria del Juguete de Nueva York ese año (1959), Handler tuvo que luchar por la visión que había tenido. El personal de ventas de Mattel se resistió, alegando que antes no se había hecho nada igual. No había ninguna ‘muñeca adolescente’. Sí había muñecas bebés, y si las niñas querían jugar a la moda, tenían los recortables. Después de todo, las niñas crecían para ser esposas y madres. Handler, sin embargo, lo veía de forma muy diferente. Creía que los roles femeninos estaban al borde de un cambio importante, y sabía que las niñas se prepararían para él a través del juego (…). Para Handler, Barbie nunca fue simplemente una muñeca o un juguete de moda; era una pizarra en blanco donde las niñas podían proyectar sus esperanzas y sueños, y como Barbie creció en popularidad, se convirtió también en un vehículo social importante para las niñas (…). Con los años, la marca Barbie se expandió, ya que asumió carreras, continuó sus aventuras y protagonizó sus propias películas. Sin embargo, algo en Barbie permaneció inalterable desde 1959: su look. Ya sea rubia o morena, afroamericana o asiática, ella siempre ha sido alta y delgada, lo que representa una visión idealizada de la belleza. Pero también es una visión limitadora para la imaginación de las niñas y realmente no representa a la diversidad existente entre los niños de hoy en día. Ya era hora, como se suele decir, de este cambio de imagen».