IGOR FERNÁNDEZ
PSICOLOGÍA

Joven en busca de sentido

En la adolescencia, suceden muchísimas cosas tanto por fuera como por dentro. Cambia el cuerpo de manera radical, también tanto por fuera como por dentro, y poco a poco, en la conciencia se abre paso una nueva idea: ya no puedo ser un niño nunca más y lo que me espera en adelante es la vida adulta.

Normalmente achacamos a las hormonas los cambios radicales o los estados de ánimo que permanecen largo tiempo sin razón aparente. Sin embargo, a pesar de que su influencia es determinante, a menudo está pasando mucho más a nivel psicológico de lo que pensamos. Por emplear una imagen que simbolice esta etapa, tratemos de imaginar una mudanza, una en la que se acaba el contrato de alquiler y tenemos que salir con todas nuestras cosas antes de fin de mes, pero todavía no tenemos un piso nuevo al que trasladarnos. De una forma similar, los adolescentes tienen que mudarse de su cuerpo y su mente de niños para viajar a otro lugar para el que no están todavía preparados. Y durante un tiempo, vagan interna y externamente con sus asuntos desordenados en los brazos.

Uno de los estados de ánimo más desconcertante para los adultos es la apatía. El estereotipo de una adolescente normal es transgresor, desafiante y sin embargo, la apatía desafía esta idea. Esta apatía tiene un impacto en muchas facetas de la vida de la persona en esa etapa, entre otras, en los estudios que esté cursando, pero también su ocio. Parece que nada les motiva, no lo suficiente, y algunos hasta parecen apagarse. La interpretación rápida (y un poco despersonalizada) es que es «una vaga» o que «no le interesa nada«, pero lo que sucede es a menudo más profundo.

Para empezar, la sensación de no saber a dónde ir en el futuro, representada en no saber qué estudiar, por ejemplo, les pone en la posición de tener que actuar con iniciativa ante un escenario que no tiene sentido para ellos y como asegura el dicho, el viento nunca sopla a favor de quien no sabe a dónde ir.

La reacción de los adultos es a menudo coercitiva y creemos que la resolución parte solo del esfuerzo, de ponerse las pilas y hacerlo de todos modos. Y efectivamente, estudiar, hacer deporte, descansar y salir con los amigos son actividades esenciales para su desarrollo, pero encontrar el sentido a las cosas va mucho más allá de la organización.

Para empezar, el tiempo es un factor clave y es importante saber que no siempre será así, que al final del trayecto, encontrarán su lugar, sea el que sea. Hasta entonces, podemos ayudarles con nuestra curiosidad. El interés genuino tiene un efecto profundo en los adolescentes, aunque parezca que no. Poder preguntarles, sin interrogarles, por sus intereses, interesarnos por lo que se les da bien, no tomando nada por hecho, ni introduciendo en cada frase una alusión más o menos velada sobre lo que «deben hacer», sino disfrutando de la charla y esa es una palabra importante: disfrutando.

Y es que nuestra ansiedad, preocupación, miedo, a veces nos roba la oportunidad de tener una experiencia compartida, mutuamente enriquecedora, agradable, de estar con esta persona, lo cual es una deprivación tanto para él o ella como para nosotros. Curiosamente, cuando no todo gira en torno a las obligaciones, y me refiero también a los horarios y tareas extraescolares, cuando el tiempo no se llena solo de cosas ajenas a ellos, con planes que otros tienen para ellos y pueden tener una compañía interesada durante estos huecos, el propio yo del adolescente tiene enfrente el papel en blanco. Y nuestro apoyo y orgullo por su persona será un apoyo de seguridad en una tarea que solo ellas y ellos pueden hacer por sí mismos: encontrar su propio sentido.