BERTA GARCIA
CONSUMO

El ITP

E l Impuesto de Transmisiones Patrimoniales (ITP) es un gravamen que se debe pagar cuando se compra una vivienda, pero que también se tiene que abonar en el caso de ser un alquilado. Alguien dirá: «¡Pero si no puedo comprarme un piso!». Y es verdad, pero pasa como al sabio que comía hierba: que detrás otro más pobre recogía los restos. Y en este caso es Hacienda la que se declara en bancarrota.

Parece una broma, pero no lo es y con ayuda de los medios, el asunto se ha viralizado, de manera que ya es vox populi. Antaño, el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales por alquiler de vivienda (Art 7.1.B del R.Dº legislativo estatal 1/1993, ITPAJD) ya era bien conocido y no se libraba ni el apuntador, o sea el casero, que debía presentar el contrato de arrendamiento en regla en el juzgado. Pero los tiempos cambian que es una barbaridad y el asunto es que el pagador, o sea el inquilino, ha ido dejando pasar y las administraciones, igual. Han sido años de vacas gordas, con la recaudación de otros novedosos y jugosos impuestos, así que el susodicho ITP suponía el chocolate del loro.

Pero la crisis ha ido pillando a todos y a cada cual le importa lo «suyo», así que hábilmente se ha hecho saltar la liebre mediática por la península, si bien el origen lo tenemos en casa con la aparición de la Ley vasca de Vivienda (junio de 2015). Para que luego digan que no innovamos.

Como la recaudación del impuesto fue cedida graciosamente a las comunidades autónomas, son estas las encargadas de hacer efectiva la obligación fiscal. Así las cosas, al menos en la CAV, todos los contratos de alquiler de vivienda que se firmen deberán pasar por caja del organismo correspondiente, donde el propietario deberá depositar las fianzas que se devuelven al final. Con este trámite y un buen cruce de datos a las haciendas forales, el inquilino está ya fichado y no vale que diga que el desconocimiento de la ley le exime de su cumplimiento.

Una vez firmado el contrato, hay de plazo treinta días para hacer efectivo el pago del impuesto y dependiendo del territorio, las cifras varían, siendo los más «palmeros» los vizcainos, pues depende del baremo establecido por cada Hacienda.