IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Lectura

Con el inicio del curso y tras el periodo estival son varias las exposiciones que ceden su protagonismo. Las tres que reseñamos han formado parte del programa cultural que centros y galerías han ofrecido durante las últimas semanas como parte de la oferta que el turismo cultural ha podido degustar. A modo de cierre, aún es posible disfrutar de unos coletazos finales que inciden directamente en los modos de lectura que nuestro tiempo propone para el arte contemporáneo.

Hoy es la última oportunidad de experimentar la propuesta que Iñigo Royo (Donostia, 1962) presentó hace unos meses en el museo Artium de Gasteiz.

“El hombre que ríe” es una atípica exposición que, aunque en ocasiones puede pecar de apabullante o parecer inconexa, parte de una desacralización del espacio museístico que nos relaja y nos invita a atravesarla de principio a fin. Y es que ya desde su comienzo, el humor (que no es sinónimo de simpleza) aparece como un hilo conductor que suavemente nos acompaña la mirada hasta llegar a una sala central. Esta aparece gobernada por una estructura cúbica donde se presentan una gran cantidad de propuestas audiovisuales y un gigantesco mapa de la península ibérica que ocupa la alta pared del fondo. Mientras resuenan los audios de los 66 vídeos que componen “Ab-alio”(2016), a través de “Esperpento” (2009) revisitaremos fragmentos de “Luces de Bohemia” de Valle-Inclán esparcidos por visiones satelitales de la geografía.

A pesar de lo visualmente espectacular de ambas piezas, conviene no pasar por alto la instalación que da título a la muestra y que, junto a un vídeo de presentación del propio autor, actúa como un prólogo que sitúa nuestra mirada. 334 fotografías tomadas automáticamente por una cámara con “detector de sonrisas” nos relacionan con la imagen actual, el artificio y la impostura. Por otro lado, la serie en blanco y negro “Advertencia”(2016), en la que aparecen varios lugares reconocibles (colegios, museos, juzgados, instituciones, iglesias) rotulados con la frase «aquí no caben ni fantasías ni ocurrencias», señala las fronteras de los espacios de poder. “Tribulaciones y mudanzas”(2016) o “Diálogos con Luciano” (2013) parten, sin embargo, de un espacio sensible que surge de la intimidad y la introspección, terminando de definir un conjunto de producciones cuyo valiente enfoque es de agradecer como un espacio de crítica y reflexión sobre la forma de producción artística contemporánea.

También hoy la Sala Rekalde de Bilbo cierra las puertas de “Cuestión de tiempo”, el proyecto expositivo que José Ibarrola (Bilbo, 1955) inauguró el pasado julio. Una revisión de piezas y autores del Quattrocento (primera fase del Renacimiento), que propone reinterpretaciones y nuevas visiones a través de cuadros de mediano y gran formato, obras sobre papel y trabajo escultórico. Aparece entonces reivindicada una necesidad de reflexión sobre nuestro pasado cultural y las maneras de interpretación desde el presente que vivimos. Las nuevas versiones de carácter laico y subjetivo sorprenden por reconocibles y familiares, símbolo inequívoco de la presencia del imaginario cultural occidental conformado por miles de imágenes que perduran en el tiempo afines a una herencia que se antoja inapelable.

Por su parte, el día 23 de octubre se clausura en el museo Guggenheim de Bilbo “Panoramas de la ciudad: La escuela de París, 1900-1945”. Un recorrido por la actividad artística que toma la ciudad francesa como telón de fondo y el pretexto necesario para exponer de forma conjunta piezas pertenecientes a diferentes momentos artísticos y figuras tan dispares como Delaunay, Picasso, Brancusi, Chagall o Kandinsky.