IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Audiovisual

Una de las características del arte contemporáneo es siempre la cantidad de disciplinas que lo abordan. Fiel a su contexto temporal, la creación pasa por una recontextualización constante a través de la cual se adapta a las nuevas maneras de creación visual. A pesar de las grandes disciplinas que sobreviven el paso del tiempo, como la escultura y la pintura, son muchas las opciones que el siglo XX introdujo en el desarrollo del lenguaje del arte sin las cuales, hoy en día, no podríamos imaginar la producción artística. Si en alguna ocasión hemos recalcado la importancia de la fotografía y la cantidad de roles que ha sido capaz de protagonizar, esta vez acercaremos nuestro análisis al papel desarrollado por la imagen en movimiento.

El surgimiento del cine, y posteriormente de la industria que lo conforma y lo eleva al mundo del entretenimiento, marca el devenir del registro y la creación de historias que parten de la creación audiovisual. Desde la concepción de los primeros lenguajes cinematográficos, junto con las corrientes estéticas y conceptuales que lo atraviesan, hasta su vertiente como cultura de masas el espectro a analizar se agiganta. Aún así conviene remarcar la década de los años 60 como uno de los puntos clave. La entrada de los dispositivos domésticos de grabación altera las formas, costes y posibilidades de producción audiovisual.

La opción de contar con un equipo portátil que permita registrar y posteriormente, montar y reproducir el contenido abre una brecha que la creación contemporánea ha sabido aprovechar. Desde los primeros experimentos de Nam June Paik (Seúl, 1932), vinculado al movimiento Fluxus, el videoarte adquiere una voz muy relevante en el panorama artístico. Sus múltiples usos e hibridaciones han ido reivindicando un espacio propio dentro de los programas expositivos, así como un papel protagonista que ha visto un tremendo repunte en esta segunda revolución de los dispositivos portátiles, en la que las posibilidades de los smartphones y las redes sociales han aportado un nuevo paradigma de la creación y distribución de contenido. Sabedores de esto, centros culturales y espacios museísticos cuidan y proponen interesantes programas que conjugan las múltiples posibilidades de esta disciplina. A veces más cercana a procesos abstractos o poéticos y otras de corte más documental, pero a fin de cuentas estrictamente contemporánea y necesaria.

El pasado 19 de enero, el Azkuna Zentroa de Bilbo inició el programa de proyecciones Bideotik, que se extiende hasta el 20 de diciembre de este año, con sesiones que se presentan un martes de cada mes. Tras haber finalizado la exhibición de piezas correspondientes a las áreas temáticas bautizadas como “Barreras” y “Educación y Procesos”, desde setiembre es el turno del ciclo titulado “Trayectorias”. En él ha tenido cabida el repaso al trabajo de varios autores, siendo la sesión del próximo 22 de noviembre la que cerrará el ciclo de la mano de Iñigo Salaberria (Donostia, 1961) y sus trabajos próximos al documental observacional, el paisaje y el paisanaje.

Por su parte, el Centro de Cultura Internacional Tabakalera de Donostia habilitó a principios de año un espacio de proyección que mensualmente se nutre de nuevas propuestas. “La Pared” ha presentado diversos trabajos en horario continuo y en formato de repetición, lo que evita la adecuación a horarios y fechas concretas. Hasta mañana es el turno de Mathieu Kleyebe Abonnenc (París, Guyana francesa, 1977) y su “Prólogo a pistolas para Banta” (2011), un proyecto que reflexiona en torno a la película “Pistolas para Banta” (1970) de Sarah Maldoror (Gers, 1938) cuyos rollos fueron confiscados por el Ejército argelino. Fotografías del rodaje y fragmentos de conversaciones con la propia Sarah conforman este prólogo retrospectivo que es, a su vez, una reflexión sobre la revolución y la proyección cultural en el contexto de la descolonización de África y la importancia del control de la imagen como herramienta de subversión y creación de relatos.