IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

El frontón Molinao

El frontón en la ría de Molinao se abre hacia el norte con una explanada que, periódicamente, se llena de hinchables, comidas populares o simplemente de habitantes de Pasai Antxo que buscan tomar un café en la cafetería del frontón mientras sus hijos e hijas juegan dentro. No es una estampa extraña en Euskal Herria, siendo como es el frontón un elemento urbano primigenio en la configuración de una población: iglesia, frontón y plaza son los tres elementos a partir de donde se dibujan los pueblos. Sin embargo, si abrimos un poco el zoom de la fotografía, podremos ver de cerca los 300 metros de la bocana del puerto de Pasaia, junto con toda la plétora de infraestructuras viales, ferrocarriles y depósitos que lo acompañan.

Un lugar, por lo tanto, alejado del arquetípico pueblo vasco que se organiza alrededor del frontón y la iglesia. Bien pensado, y viendo dónde nos encontramos, podría decirse que en este caso la iglesia la derribaron antes de construir el frontón. La intervención diseñada por Vaumm Arquitectos se coloca sobre un terreno industrial liberado, elemento otrora de veneración económica y social, y descontaminado tras años de utilización de productos nocivos, en un plan que incluye la recuperación de los terrenos ocupados por Fundiciones Luzuriaga al sur del solar, flanqueados hoy en día por dos edificios residenciales.

El equipo de arquitectos guipuzcoanos, primera generación de arquitectos formados en la Escuela de Donostia en adquirir un cierto renombre, saltó a la fama con la victoria del concurso de ideas para el Basque Culinary Center, aunque varias obras anteriores merecían una atención especial, como la guardería Sansaburu en Eibar o el frontón y casa concejil de Araitz.

A partir de ese momento, sus trabajos se han diversificado, aunque les toquen unas condiciones de contorno urbano muy duras –como en Errenteria, Eibar o Loiola–, planteando diseños en solares con grandes desniveles, alta densidad residencial, presencia de infraestructuras… «Para una vez que contábamos con un solar plano, nos inventamos una topografía artificial», comenta Iñigo García Odiaga, miembro de Vaumm y colaborador de 7K.

El arquitecto se refiere a la propuesta para este distrito de Pasaia. Uno de los puntos que les ayudó a ganar el concurso de ideas convocado en Molinao fue aprovechar la tierra necesaria para crear un montículo elevado que separara la plaza de la carretera adyacente, al tiempo que creaba un segundo plano donde se colocaba un parque para personas mayores. El segundo punto decisivo en la definición del proyecto era la colocación de la pieza, una especie de roca vacía y recubierta con una lámina de zinc. Aunque la colocación al sur de la parcela podría parecer contra intuitiva (la pieza se da sombra a sí misma y a la plaza), este gesto consigue dos cosas: por un lado, abre a la ciudad una plaza, con el frontón como colofón; y por otro, crea un hito, un elemento reconocible y urbano desde la entrada de Donostia.

El mismo García Odiaga reconoce que «no existían muchas posibilidades a la hora de colocar ese volumen de 36 x 12 x 14 metros, dada la cantidad de condicionantes normativos que existían: separaciones a cauces fluviales, límites municipales, lindes…». Por lo tanto, la gracia del proyecto se concentró en la propia pieza escultórica del frontón.

Una roca con distintos puntos de vista. Ese tipo de estructuras facetadas, como la que compone el frontón, surgen de un uso tridimensional de una estructura de acero, que luego se recubre a conveniencia. Es un lenguaje formal que nace con el nuevo milenio, en parte gracias a los sistemas informáticos que permiten realizar uniones complejas controladas desde taller. Aunque en el caso de Molinao la complejidad no es excesiva, sí que hemos podido ver esta estrategia en edificios cercanos como el Museo Guggenheim de Frank Gehry o el todavía por completar Getxo Antzokia de Luis Mari Uriarte.

La virtud de hacer un volumen facetado como este es lo mucho que puede cambiar el edificio según por dónde se mire. De ese modo, el edificio aparece como una roca a medio camino entre dos plataformas al mirarlo desde el pueblo, pero arroja una fachada más lineal al exterior. Un gran gesto en pico, con una estructura de hormigón en ménsula o voladizo, marca la zona de cafetería. Algunos paisajes de Pasaia están cambiando poco a poco, aunque todavía constituyen, junto con partes de la Margen Izquierda del Ibaizabal, las zonas ambientalmente más degradadas de Euskal Herria. En este caso, la arquitectura sirve no tanto para proporcionar una pieza más o menos bella, sino para abrir un espacio público nuevo a la ciudad.