Zigor Aldama
EL TESORO NACIONAL DE CHINA

La salvación del oso panda

Esta especie deja de estar en peligro de extinción gracias a las políticas de conservación de China. Entramos en el Centro para la Investigación y la Procreación del Oso Panda, donde este año han batido récord de nacimientos.

Las medidas de seguridad para acceder son más propias de un laboratorio de máxima seguridad en el que se manejan sustancias altamente peligrosas. Tras obtener el permiso pertinente, después de un largo proceso en el que diferentes departamentos gubernamentales deben dar su aprobación, primero hay que desinfectarse las manos y embutirse en plástico de pies a cabeza: babuchas, bata, guantes, mascarilla y gorro. Luego, siempre acompañados por un empleado del lugar, las puertas del edificio de hormigón se abren y se accede al corazón de las instalaciones, que se asemejan a las de un gigantesco búnker. Pero no es ni una central nuclear, ni una base militar. Se trata del Centro para la Investigación y la Procreación del Oso Panda de Chengdu, la capital de la provincia china de Sichuan.

Es un día muy especial y la excitación se palpa en el ambiente. Al otro lado del coso, cientos de curiosos y cadenas de televisión de toda China buscan el lugar más adecuado para captar el momento con sus cámaras o teléfonos móviles. Los biólogos y especialistas van a mostrar al mundo el resultado de las políticas de conservación de China: en 2016 se registró un récord de nacimientos en el centro –23 ejemplares que se van a mostrar juntos por primera vez–, y el número de especímenes en libertad ronda ya los 2.000. Se trata de un gran logro si se tiene en cuenta que en la década de los 80 había menos de mil, y el público lo celebra con aplausos y con risas cuando uno de los cachorros cae al suelo dando trompicones. La imagen da la vuelta al mundo.

Oficialmente, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha decidido este año sacar al oso panda de la lista de especies «en peligro de extinción» e incluirlo en las que considera «vulnerables», un escalón por debajo en el nivel de amenaza. La razón es matemática: en la última década su número ha aumentado un 17%, y todo apunta a que la tendencia al alza continuará. «Es una gran noticia que demuestra cómo las políticas de conservación adecuadas pueden devolver la esperanza a una especie. Sin duda, es un ejemplo que China da al mundo y que se debería extender a otros países, y a otras regiones del nuestro también, para recuperar las poblaciones de otros animales amenazados», explica Chen Yin, una joven bióloga encargada del seguimiento de los cachorros.

Indudablemente, tanto las estadísticas como la mayoría de los expertos le dan la razón. «Durante cincuenta años, el oso panda ha sido uno de los iconos mundiales de la conservación, e incluso símbolo de nuestra organización», comenta el director general de la ONG WWF, Marco Lambertini. «Saber que ahora este animal está un paso más alejado de la extinción es emocionante para cualquiera que esté concienciado de la necesidad de preservar la fauna salvaje y su hábitat. Y demuestra que, cuando la ciencia se alía con la voluntad política y trabaja con las comunidades locales, es posible salvar a los animales y mejorar la biodiversidad», apostilla.

No en vano, después de haberlo llevado casi a la extinción con la caza ilegal y un brutal proceso de urbanización, el país más poblado del mundo ha sabido proteger al oso panda, considerado «tesoro nacional» y símbolo de la paz. Pero no ha sido fácil. En el museo del centro se detallan los pasos que ha tenido que dar el Partido Comunista para lograrlo. En primer lugar, lógicamente, ha estado la protección del hábitat del animal. Un 80% de los ejemplares en libertad viven en los frondosos bosques de bambú de la provincia de Sichuan, una alta concentración que ha facilitado delimitar de forma precisa el territorio sobre el que es necesario actuar.

El ejemplo chino. «Pero no basta con declarar reserva natural el 65% de la superficie que habitan los osos panda. Es un buen paso, pero luego hay que otorgar los medios necesarios para protegerlo. Y eso es algo que China ha hecho muy bien, a diferencia de lo que sucede en otros países en vías de desarrollo, donde los cazadores furtivos muchas veces están en connivencia con las autoridades teóricamente dedicadas a combatirlos», apunta Fan Zhiyong, director del programa para la protección de las especies de WWF en China. De hecho, en ocasiones se han desplegado incluso efectivos militares para proteger los parques nacionales.

Además, consciente de que cualquier plan fracasaría sin el consenso de los habitantes del lugar, el Gobierno ha logrado también involucrar en la protección de los osos panda a las comunidades rurales, para las que ha creado unos corredores especiales y programas de turismo ecológico que suponen una buena fuente de ingresos. Finalmente, para combatir la natural abulia sexual de estos osos, que curiosamente guardan más similitudes genéticas con los perros que con otras especies de su familia, desde 1963 los especialistas del centro utilizan la inseminación artificial para aumentar la escasa tasa de fertilidad. «El celo dura solo unos días al año, las hembras apenas tienen una ventana de receptividad de 24 a 72 horas, y los pandas son muy vagos», ríe Chen mientras da el biberón a un cachorro de tres meses.

Así se entiende que menos del 5% de los animales logren aparearse de forma natural, aunque el instituto de Chengdu ha logrado aumentar ese porcentaje a una cuarta parte gracias a diferentes ejercicios destinados a fortalecer la pelvis e incluso a la producción de vídeos «porno» para pandas. «El acto es tan rápido y poco frecuente que muchos osos nunca lo han visto y, por lo tanto, no saben qué hacer. Suena raro, pero así tratamos de enseñarles», explica Chen todavía con una sonrisa socarrona. Luego, lograr que los cachorros sobrevivan también es complicado. Yang Cheng, responsable de las crías más pequeñas del centro, lo demuestra con una osa que ha tenido dos –al nacer apenas miden 15 centímetros y pesan 100 gramos– y a la que tienen que engañar con su comida favorita para «robarle» uno de los cachorros y cambiárselo por el otro. «De otra forma, solo cuidará de uno y el otro es muy posible que muera», cuenta.

Los bosques de bambú, en peligro. Obviamente, aunque en las instalaciones de Chengdu también se crían los ejemplares que luego se enviarán a zoológicos nacionales e internacionales –estos últimos siempre en régimen de alquiler y como muestra de amistad en lo que se denomina la «diplomacia del oso panda»–, el objetivo final es su devolución al hábitat natural después de haber pasado por un curso de adaptación en la reserva Wolong. Porque, aunque ya no estén oficialmente en peligro de extinción, el Gobierno chino sigue temiendo por su supervivencia. No en vano, la Administración Forestal de China, que ha declinado la entrevista solicitada por este periodista, señala en un informe que de las 33 comunidades de pandas existentes en estado salvaje 24 están todavía en peligro.

Además, si las proyecciones realizadas por los científicos sobre el cambio climático son acertadas, el 35% de los bosques de bambú podría desaparecer en menos de un siglo. «No debemos bajar la guardia, porque podríamos arruinar todos nuestros logros», sentencia el organismo gubernamental, reacio a cambiar el estatus oficial de la especie que mejor representa a China. Otros expertos también consideran que la decisión de la UICN ha sido precipitada, y recuerdan que el recuento de especímenes en libertad se realiza de forma poco precisa, analizando las marcas de los dientes en las cañas de bambú. Además, desafortunadamente, su reintroducción en el bosque no es fácil. De cinco ejemplares con los que se ha intentado en los últimos años, dos han muerto, razón por la que ahora se sueltan equipados con diferentes sensores de signos vitales que también transmiten su ubicación.

En cualquier caso, la mayoría de los ecologistas concuerdan en señalar que el caso del oso panda es un buen ejemplo para la protección de otras especies. «En China, por ejemplo, se están logrando avances importantes con el tigre amur –del que solo quedan veinte ejemplares en libertad–, pero queda mucho por hacer con otras especies que están al borde de la desaparición. Por ejemplo, el leopardo de nieve o el delfín de agua dulce del río Yangtsé», apunta Fan. «De todas formas, los verdaderos problemas no suelen estar en la adopción de normativas adecuadas sino en la implementación de las leyes, que se suele ver lastrada por la corrupción. Al fin y al cabo, la caza y el comercio ilegal de especies amenazadas es un gran negocio».

Poco de todo esto importa a quienes ven cómo Chen y sus compañeros se afanan por colocar primorosamente una veintena de cachorros de oso panda sobre una tarima verde. «Soy un tesoro nacional y no me gusta el ruido, no grites», se lee en un cartel ubicado junto a los estruendosos visitantes, que parecen incapaces de reprimir una interminable retahíla de llamadas y gritos dirigidos a los animales a pesar de las advertencias.

Algunos van más allá y les lanzan galletas y otros alimentos que van contra la dieta exclusivamente de bambú que mantienen los pandas. Los guardas se afanan por poner orden, pero no hay manera. «Algunos en el Gobierno tienen clara la necesidad de proteger la naturaleza, pero la conciencia ciudadana todavía es muy poca. Para obtener resultados duraderos hay que mejorar eso último» sentencia Fan.