IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Transición

Vivimos en una era gobernada por lo visual. La construcción de la imagen se agolpa delante de nuestros ojos y modela el modo en que recordamos, sentimos o imaginamos. Esta afirmación tan categórica no está exenta de fugas, pues el devenir de los tiempos nunca es estático y siempre forma parte de fases de transición. Por tanto, la convivencia con otras maneras de percibir enuncia la no existencia de terrenos estancos ni de lugares absolutos. En este sentido, el arte es capaz de crear zonas intermedias en las que diferentes posibilidades perceptivas se conjugan para encontrar un espacio desde el cual emitir. Entran en juego la técnica, la disciplina y la forma, pero también la herencia cultural, el contexto social, el lugar y el público. Con todo, estamos de nuevo ante ese anhelo que el dispositivo artístico cultiva, ser capaz de crear un reducto en el que público y pieza den por iniciado un diálogo cuyas consecuencias dan sentido a la existencia de la propia obra.

La gran apuesta del Museo Guggenheim de Bilbao de este 2017 ha sido, sin lugar a dudas, la retrospectiva de uno de los artistas vivos más influyentes de nuestra era. Bill Viola (EEUU, 1951) pasa por ser el gran referente del videoarte así como uno de los artistas más consagrados en cuanto a la utilización de punteras técnicas audiovisuales. La retrospectiva que acaba el día 9 de este mes ha aumentado las cifras de visitantes de la gran maquinaria del turismo cultural, alcanzando nuevos records respecto a otras grandes puestas en escena. El contexto del museo bilbaino hace honor a la grandilocuencia de la creación de Viola. Un alarde visual que desborda nuestras primeras impresiones con grandes pantallas, proyecciones inmaculadas, definición de imagen y un sonido envolvente impecable. El espacio expositivo nos baña de oscuridad para acostumbrar a nuestra mirada a la luminosidad retroproyectada de los vídeos. Pero no nos dejemos abrumar únicamente por el alarde tecnológico. Tras las piezas encontramos una poética a veces desgarradora, un tratamiento que convierte las obras en retablos de reminiscencias barrocas y un trabajo introspectivo en el que las múltiples capas del alma humana se nos presentan como hilo conductor. Imprescindible disfrutar de piezas como “Capilla de las acciones frustradas y los gestos fútiles” o “The Dreamers”, ambas realizadas en el año 2013, o la emocionante “Nacimiento invertido (2014)”. Uno de los puntos claves de esta muestra, es la oportunidad de poder valorar trabajos más tempranos como “El estanque reflejante (1977-79)” o la instalación “Cielo y Tierra (1992)” en los que sin duda se tejen los mimbres de una de las trayectorias más relevantes de nuestro tiempo.

El programa Harriak de Eremuak llega de la mano comisarial de Irati Irulegi Otermin (Donostia, 1987) a Bastero Kulturgunea de Andoain. Hasta el día 11 y bajo el título “Palimpsesto” se nos ofrece una reflexión sobre la construcción del paisaje como un cúmulo de huellas, gestos y experiencias que construyen desde lo ideológico y lo cultural una manera de entender el espacio que vivimos. Para desarrollar esta sugerente apuesta conceptual, el elenco formado por Edurne González Ibáñez, Ainhoa Akutain, Igor Rezola Iztueta y María Bocos habita el espacio expositivo desde propuestas personales que encuentran lazos de diálogo. Cada cual con un lugar definido pero conformando un entramado sólido dan forma a un proyecto que no olvida el entorno que lo rodea y que hace justicia a una manera responsable de crear contenido cultural.