IKER FIDALGO
PANORAMIKA

Cultura

El concepto de cultura abarca infinitas interpretaciones. Cuestiones como identidad, ideología, religión, folklore o conocimiento circundan a su alrededor y suscitan múltiples lecturas y aplicaciones posibles. Por su parte, el fenómeno de la globalización cultural, abordado por autores como Néstor García-Canclini o Arjún Appadurai entre muchos otros, disuelve mucho más si cabe las barreras definitorias de cualquier posible acotación. En este difícil escenario podemos incluso introducir el concepto de “sociedad red” al que Manuel Castells se refiere cuando nos recuerda que la conectividad y la nuevas tecnologías de información afectan incluso a aquellos estratos no conectados y que desde espacios distintos forman parte del gran espectro de la conexión global. Sin embargo, por otro lado, desde la cotidianeidad utilizamos y gestionamos el concepto. Subrayamos lo cultural como un conjunto de conductas y modos de hacer que un grupo social ejecuta, influido por una herencia que reinterpreta y continúa.

La artista Teresa Jareño Querejeta (Donostia, 1987) presenta hasta el 4 de febrero en uno de los espacios expositivos de Cristina Enea Fundazioa de Donostia el proyecto “Uraren Hezurra/Hueso del agua”. Un sencillo y casi tímido montaje muestra los restos de una hipotética civilización antártica que nunca llegó a existir. Un paisaje dominante proyectado sobre la pantalla gobierna la sala y enmarca la mirada desde la que recorrer las piezas dispuestas. Esta invención actúa como un juego en el que el tablero es la capacidad de crear y la experiencia real de la propia Jareño en el paraje que nos propone. La única región donde en realidad nunca se desarrolló ninguna civilización es, por un momento, el legado que queda de esos supuestos pobladores. La cultura emerge de nuevo como prueba de veracidad. Instrumentos o fotografías ilustran aquello a lo que la autora se refiere. Pero no nos confundamos. Este proyecto no pretende jugar a ser un fake o una falsa recopilación documental. Desde el principio, uno de los bastiones de la creación artística, la imaginación, es la carta de invitación a esta experiencia. En un lado de la sala, una sugerente partitura precede a un pequeño reproductor de audio desde el que varias piezas sonoras que disfrutamos confrontándonos con la pantalla acaban por introducirnos en este pacto ficcional. Cabe sin lugar a dudas hacer una reflexión: ¿Si hubiera existido este asentamiento, seguiríamos sintiéndonos tan pequeños ante la grandeza de estos paisajes? Seguro que no.

La dicotomía entre magia y realidad en relación a la naturaleza durante lo que se conoce en geología como la era del Antropoceno (o Chthuluceno, siguiendo a Haraway), marca las líneas maestras de “Cale, cale, cale, caale!!!!”. El centro Tabakalera de Donostia alberga hasta el 4 de febrero los resultados de la residencia de comisariado que disfrutó en el 2016 Juan Canela (1980). Una exposición colectiva en la que Elena Aitzkoa, Valentina Desideri & Corazón del Sol, Tamar Guimarães & Kasper Akhøj, Oier Iruretagoiena, Equipo Jeleton, Rometti Costales, Beatriz Santiago y Osías Yanov, dan forma a una reflexión que roza lo ensayístico, en la que lo matérico, lo ritual y lo encriptado fortalecen una posición desde la que la irracionalidad cuestiona la fortaleza del argumentario de lo hegemónico. Hay gesto, textura y un equilibrio sobre el que los diferentes trabajos urden un diálogo consistente a lo largo de toda la sala.