IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Industria

Es habitual encontrar cómo los proyectos culturales institucionales de financiación privada, pública o mixta abogan por la integración de la industria en el mundo de la cultura. Si bien el concepto “industria cultural”, acuñado por Adorno y Horkheimer a finales de los años 40, parecía anticiparse a la llegada de la cultura de masas, aportaba desde el inicio una visión crítica sobre la cultura del entretenimiento que comenzaba a asentarse. Por otro lado, cuando baremamos el valor de la cultura en términos industriales, parece remitirnos a cuestiones cercanas a la rentabilidad o el beneficio económico, marcando pautas de actuación que acaban integrándose en los programas públicos que, a su vez, corren peligro de ser víctimas de las afluencias de visitantes o de las ventas de entradas. Pero esta cuestión termina por afectar a la situación de muchos agentes que conviven con una inestabilidad precaria cuya única salida es ansiar convocatorias públicas que salvarán el pago del alquiler de los próximos tres meses.

Nos enfrentamos entonces a una cuestión educacional, en la que el devenir de la cultura debe superar las políticas de subvención e instaurarse socialmente como una necesidad básica. Podremos hablar de industria cuando el sector profesional pueda construir sobre un terreno firme una manera estable de producir. A este respecto reseñamos hoy dos experiencias que remiten a diferentes modelos públicos que, desde un lugar propio, nos permiten entrever una parte del estado de la cuestión en nuestro territorio próximo.

El programa Harriak, auspiciado por Eremuak, está dirigido al fomento de prácticas de exposición, divulgación y mediación en casas de cultura de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. En esta su tercera edición, volverá a contar con propuestas comisariales que incidirán en la visibilización del contexto y en la creación de espacios de encuentro entre agentes y públicos. El programa de 2018 inicia su andadura con la exposición inaugurada el pasado 22 de abril en el conjunto monumental Igartza de la localidad guipuzcoana de Beasain que se extenderá hasta el 20 de este mes. Las características condiciones de la arquitectura influyen directamente en la visita y en la disposición de los elementos que la componen. Las características de la sala obligan a llevar a suelo la mayoría de las piezas con excepción de las proyecciones que conquistan el muro empedrado. La forma emerge protagonista incluso en las piezas más bidimensionales, reivindicando la importancia de las texturas y la convivencia de materiales. “Hire maitale traketsa” está conformado por tres artistas: Andere Etxegarai Zubiaur (Leioa, 1980), Izaskun Araluzea Itza (Bilbo, 1994) y Mikel Ruiz Pejenaute (Zumárraga, 1990). Estos, su vez, han sido coordinados por un comisariado colectivo a cargo de Okela Sormen Lantegia. De vital importancia es la apuesta por formas comisariales conjuntas afines a la autogestión de iniciativas independientes, como el caso de Okela y su centro situado en la calle San Francisco de Bilbo.

También hasta el día 20 de mayo, el gabinete abstracto de la Sala Rekalde de Bilbo acoge la propuesta de Raisa Álava (Zuaza, 1990) incluida en el programa Barriek 2018, impulsado por la Diputación de Bizkaia. “Si aparezco aparezco / momentuz ez” parte del dibujo y el trabajo gráfico para disponer varias piezas de gran formato alrededor de un pequeño mueble con piezas de cerámica. Detrás de una aparente inocencia decorativa hay un trabajo estético consciente que, desde una posición modesta y no frontal, interpela la visión y la interpretación del posible público. El montaje de los diferentes elementos convive además con las miradas furtivas que el acristalado de la sala permite a cualquiera de los viandantes de la alameda Rekalde.