El término prediabetes quizá no sea una palabra muy conocida ni muy utilizada, ni siquiera en el ámbito clínico; no obstante, es un término descrito en la literatura científica. Prediabetes se refiere a la situación en la que los niveles de glucosa en la sangre son más altos de lo normal, pero no lo suficientemente como para diagnosticar una diabetes mellitus tipo 2; es decir, cuando los niveles de azúcar en sangre y en ayunas están por encima de 100 mg/dl y por debajo de 126 mg/dl. Sin embargo y aunque se refiera a una situación subclínica, no exime del riesgo de sufrir diabetes tipo 2, enfermedades del corazón y derrame cerebral, si no se pone remedio.

El problema es que la mayoría de la gente con prediabetes no tiene ningún síntoma por lo que, salvo que nos hagamos un examen de sangre fortuito, no podemos saberlo. No obstante, tener sobrepeso, unos hábitos de vida poco saludables, ser mayor de 45 años y ser varón suelen ser algunos factores a tener en cuenta para valorar la posible existencia de una prediabetes. Los expertos también advierten que deberían realizarse controles de glucemia a los menores de esta edad que tengan sobrepeso y presenten otros factores de riesgo, como, por ejemplo, haber sufrido diabetes gestacional o tener antecedentes en la familia.

Si tenemos en cuenta que cada año cerca de 400.000 personas en el Estado español debutan como diabéticos y que ya se alcanza la friolera de seis millones de enfermos, quizá deberíamos empezar a plantearnos lo que podemos hacer para prevenir esta enfermedad. El momento es siempre, pero, si descubrimos que tenemos prediabetes, es esencial cambiar el resto de nuestra vida literalmente, porque no olvidemos que la diabetes es una enfermedad crónica y que conlleva muchas y graves consecuencias aunque su tratamiento sea adecuado.

Para revertirla y prevenir su fatal desenlace, lo primero que debemos hacer es bajar de peso (a costa siempre de la masa grasa), porque se ha demostrado en innumerables estudios que se produce una reducción de infartos y otros eventos coronarios cuando se trata la prediabetes modificando los hábitos de vida y, sobre todo, al adelgazar.

Para cumplir este objetivo, no existe una dieta concreta. Una alimentación adecuada es aquella dieta variada, baja en carbohidratos de escasa calidad nutricional (azúcares y harinas refinadas) y en grasas de mala calidad, combinada con la práctica de ejercicio regular. Un ejemplo muy nuestro es el que pone de manifiesto el estudio Predimed, que ha demostrado que la dieta mediterránea ejerce un efecto importante en todos los factores que hacen que un sujeto tenga riesgo de desarrollar diabetes y que, además, posee acción preventiva para episodios cardiovasculares futuros.

Así, antes de entrar en crisis creyendo que ya no podremos disfrutar de la comida y que tendremos que hacer un esfuerzo tremendo para evitar la diabetes, apuntad estas claves:

1. Aumentemos el consumo de frutas y verduras de temporada. Los nutrientes y la fibra que nos aportan son claves a la hora de prevenir problemas de salud.

2. Comamos más legumbres. Investigadores de la Universidad Rovira i Virgili (URV) publicaron un estudio en la prestigiosa revista científica “Clinical Nutrition” en el que realizaron un seguimiento durante cuatro años a un grupo de más de 3.000 personas con alto riesgo cardiovascular. A los participantes se les pidió que sustituyeran media ración al día de alimentos proteicos e hidratos de carbono por media ración al día de legumbres. Tras cuatro años, aquellos individuos que habían comido legumbres en mayor medida tenían un 35% de menor riesgo de diabetes tipo 2.

3. Favorezcamos el consumo de pescado sobre las carnes, aunque es mejor elegir carnes blancas que rojas.

4. Compremos y comamos grasas saludables como el aceite de oliva virgen extra y los frutos secos. La combinación de ambos es imbatible a la hora de controlar, entre otros, el perímetro de nuestra cintura (referencia clave para catalogar el grado de riesgo cardiovascular).

Y es que, recordemos, prevenir es curar.