IKER FIDALGO
PANORAMIKA

Legado

Cualquier momento concreto arrastra consigo una herencia de todo aquello que le precede, como una ligazón inevitable a un pasado que, aunque lejano, siempre se encuentra presente. Estos hilos que, en ocasiones, se asemejan casi a cordones umbilicales, deben ser lo suficientemente maleables para ser capaces de romperse y deshacerse, para poder crear y avanzar acordes a los nuevos tiempos. Con todo, este acto de reivindicación se convierte a veces en un paso traumático que, incapaz de desprenderse del peso que soporta, parece condenado de por vida a identificarse con un lugar de pertenencia. Por tanto, cuando las hojas de sala o las páginas de los periódicos ubican cualquier exposición en lo que conocemos como “arte vasco”, es inevitable desatar una serie de relaciones, autores y obras que automáticamente entretejen una red de conexiones que dirigen nuestra mirada y nuestra lectura. El peso de la “forma”, concepto tan amplio como recurrente, y la trascendencia de la “escultura vasca” como seña de identidad, han marcado a varias generaciones de artistas y creadores cuya labor aparece vinculada a nuestro territorio. Esta asociación de un modo de hacer con una procedencia cultural, lejos de ser negativa, debe ser codificada desde la realidad de un mundo hiperconectado en el que los procesos culturales se han quedado a la deriva nadando en un mar globalizado en el que nadie pertenece a nada. Por otro lado, sería injusto exigir al artista la búsqueda de un nuevo mapa en el que situar las coordenadas de su creación. Puede que el papel de la crítica del arte, de la teoría y de la escritura  sea el de mostrar un compromiso capaz de equilibrar esta relación entre el lugar de origen, su historia reciente y el terreno embarrado del presente actual. Pero cuidado, seamos conscientes de que cualquier intención de señalar acabará creando márgenes en donde relegar a todo aquello que se salga de esta nueva norma.

 El pasado 24 de mayo la galería Michel Mejuto de Bilbo inauguró una nueva exposición dedicada a Jorge Oteiza (Orio, 1908-Donostia, 2003). Con un título tan descriptivo como directo, “Oteiza” despliega sobre el espacio expositivo una serie de creaciones que nos permiten acercarnos, una vez más, a parte de la siempre interesante creación del artista guipuzcoano. A pesar de ser constantemente referenciado y expuesto, cada nueva ocasión es una opción más para conocer de cerca su legado. Catorce esculturas realizadas entre 1951 y 1992 acompañan a otras tantas obras inéditas del famoso “Laboratorio Experimental”. Cinco esculturas pequeñas y un conjunto de medallones fundidos en bronce, junto con sus originales en yeso, cierran la multidisciplinar propuesta del espacio bilbaíno, que cuenta además con un collage realizado en los años 50. Varias colecciones privadas han sido las encargadas de alimentar este conjunto que podrá visitarse hasta el 27 de julio y que, por si fuera poco, cuenta con un catálogo editado en soporte digital y en papel.

Abre sus puertas en Gasteiz una nueva galería de arte que bajo el nombre de Talka inicia su andadura en el difícil panorama cultural de la capital vasca. Para su bautismo, hasta el 9 de setiembre podemos disfrutar de “Los cuatro puntos cardinales”, una muestra en torno a la producción de Néstor Basterretxea (Bermeo, 1924-Hondarribia, 2014) que da buena cuenta de su multidisciplinar trayectoria. Un artista reconocido de la vanguardia vasca que encontró en su amplitud de miras su mayor virtud como creador.