XANDRA ROMERO
SALUD

Cuatro claves para la detección precoz de un transtorno alimentario

Apriori, todos sabemos lo que es un trastorno alimentario (TCA). Sin embargo, estoy segura de que la primera idea que les ha venido a la cabeza a la mayoría de ustedes es un caso de anorexia en un estadio grave; es decir, ya muy avanzada la desnutrición. No pasa nada; incluso hasta en el ámbito médico aún hay muchos casos que pasan desapercibidos en las fases iniciales.

Esto se debe en parte a la escasa información que hay, todavía, en relación a qué es y qué no es un TCA. De hecho, seguramente todos conocemos a varias personas que los sufren, aunque jamás nos lo hubiéramos imaginado. Y es que, quienes tienen TCA, a veces provocan que ni sus familias o amigos sospechen que tienen un problema. Conscientes de que su conducta no es normal, pueden retraerse del contacto social, ocultar su conducta y negar que sus patrones de alimentación sean problemáticos.

La cuestión es que se trata de una enfermedad mental. Es solo la forma de expresión de ese “malestar” emocional, la que tiene que ver con la alimentación y el cuerpo. Por todo esto, por lo difícil que resulta darse cuenta del problema real cuando este se inicia, a continuación analizamos cuatro situaciones que caracterizan las señales previas de un TCA y a las que, en la mayoría de ocasiones, tanto las personas afectadas como su entorno tienden a restar importancia.

1. Cometemos un error al pensar que los TCA solo suceden en entornos o familias desestructuradas o con dificultades y de bajo nivel socioeconómico, pero nada más lejos de la realidad.

2. No podemos confiarnos con el peso. La forma de la que parten y en la que derivan los TCA es un continuo; es decir, una anorexia puede estar derivada de una obesidad inicial, una bulimia puede tender hacia una anorexia más restrictiva y viceversa. Tanto es así, que las últimas investigaciones no hablan solo de diagnósticos concretos, si no de “situaciones extremas de peso”, que van desde el bajo peso hasta la obesidad. Con esto quiero decir que el peso o el aspecto físico no es “el” criterio, si no un criterio más.

3. Partimos de la base de que esta sociedad refuerza la delgadez continuamente, y es cierto que “querer cuidarse” puede ser normal, sobre todo en la adolescencia, pero tenemos que tener cuidado porque la línea que separa “cuidarse” y caer en un TCA es muy fina. Por eso, dejar de comer varios alimentos de golpe o de forma progresiva no es cuidarse. Más aún si va asociado a otros síntomas como caída excesiva del cabello, pérdida del período menstrual por largo o corto plazo de tiempo, sentir más frío, aparición de lanugo –un tipo de vello corporal más fino– o sentirse débil y fatigado.

4. Sobre el plano emocional, son comunes los cambios de humor, la tristeza, que puede llegar a tratarse de depresión, alteraciones e interrupciones del sueño, el aislamiento social...

Ante una situación así, el entorno suele cometer varios errores porque, aunque es comprensible que queramos cuidar, proteger y solucionar, lo que realmente es terapéutico es acompañar y no controlar, y cuidar pero no “someterse” a las nuevas normas alimentarias de la persona que sufre un TCA, porque entonces estaremos normalizando gran parte de la sintomatología de esta enfermedad haciendo más difícil su diagnóstico.

Finalmente, el mayor error es percibir alguna de las señales mencionadas y no buscar tratamiento específico.

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