IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Escribir sobre el agua

El papel mojado es, según el dicho, el soporte de un escrito baldío, que no será cumplido y por tanto destinado al olvido, ya que la tinta perderá su legibilidad debido a la humedad. Parece ser esta la contradictoria metáfora del pabellón Writ in Water, literalmente “escritura sobre el agua”, una obra producto de la colaboración entre el artista Mark Wallinger, y el equipo de arquitectos de Studio Octopi, en el municipio de Runnymede, en el condado de Surrey (Inglaterra).

El pequeño edificio homenajea el legado inmaterial y el significado de la Carta Magna, un documento en el que el rey de Inglaterra otorgaba libertades individuales a los ciudadanos frente a la autoridad arbitraria de los reyes absolutistas. La primera de estas Cartas, que fue actualizándose durante siglos, fue pactada por los barones ingleses y el rey Juan I en el lugar exacto sobre el que hoy se levanta esta pequeña construcción circular.

Situado en el corazón verde de este antiguo paisaje, el pabellón reflexiona sobre los principios fundamentales de la democracia y, a través de su arquitectura que aúna tierra, agua y cielo, ofrece a los visitantes un espacio casi sacro en el que reflexionar sobre ese momento histórico que puso los cimientos del derecho constitucional en gran parte de los países del mundo.

El edificio cilíndrico de 15,43 metros de diámetro emerge en un prado al pie de la colina Cooper, flanqueada por el río Támesis por un lado y un lago por el otro. Esa medida llena de decimales se debe a que el edificio ha sido construido en codos, la unidad de medida más antigua vigente cuando se acordó la Carta Magna, rememorando la métrica pasada en la geometría actual. Los muros están construidos con piedra y tierra prensada del lugar; la cubierta es de una madera teñida para su protección, que ha sido talada en los bosques cercanos y el suelo de una grava triturada extraída del fondo del Támesis. Una construcción que recrea en su materialidad y en su forma una lectura contemporánea de las chozas medievales de la región.

Una abertura de las proporciones de una puerta es el único orificio en el muro exterior que permite la entrada, conduciendo a un simple laberinto circular en el que el visitante puede elegir girar a la izquierda o a la derecha para llegar a una puerta interior que se abre en el lado opuesto. Una segunda puerta, pero esta vez en el segundo muro, concéntrico al primero, permite el paso a una cámara central. Este tránsito sinuoso obliga al visitante a un recorrido por un pasillo estrecho iluminado únicamente por unos pequeños orificios a nivel de suelo. Un paseo que requiere de un tiempo que lo separa del mundo exterior para, tal vez, con suerte, trasladarlo a un espacio atemporal en el que el pasado parece hacerse presente.

Acero inoxidable. En ese lugar el cielo se asoma a través de un óculo grande sobre un estanque de agua central, que dada su escasa profundidad y la oscuridad del fondo que la contiene se convierte en una lámina espejada. En ese contexto romántico construido por la arquitectura y el paisaje, la intervención parece inspirarse en el epitafio del poeta John Keats, que dice: «Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua». El borde del estanque central del pabellón está formado por una lámina de acero inoxidable en cuyo interior ha sido grabado con letras invertidas el artículo 39 de la Carta Magna, que establece la igualdad entre todos los ciudadanos.

Un mensaje que únicamente le puede ser revelado al visitante que lentamente rodee la lámina de agua y descubra en el reflejo especular de ésta el texto homenajeado con la construcción del pabellón. Un ejercicio arquitectónico y artístico que muestra cómo es posible unir la cultura contemporánea y el paisaje antiguo, las narraciones históricas y los significados que estos toman a nivel individual, logrando que el lugar y su historia se fundan en una única intervención.

El trabajo del artista Mark Wallinger contradice con su intervención la idea de que la letra escrita en piedra permanecerá viva eternamente, aprovechándose del agua, un soporte líquido y cambiante, antitético a los valores sólidos de lo pétreo para fijar el mensaje de la Carta Magna. Con su acción y gracias al medio acuoso y su reflejo efímero, convierte el texto en un leve susurro, en una idea. De esta manera logra esclarecer el que es tal vez el mensaje más importante: manifestar que el verdadero valor de la palabra no reside en cómo esté escrita, sino en cómo se aplica y usa, máxime cuando se trata de los derechos individuales y colectivos que deben ser defendidos diariamente por mucho que estén grabados en piedra.