IGOR FERNÁNDEZ
PSICOLOGÍA

¿Tristeza o depresión?

Todos nos sentimos tristes de tanto en cuanto. Sentirse tristes por las expectativas que no se cumplen, los desengaños o el rechazo, no deja de ser parte de la vida, o por lo menos, parte de nuestra reacción ante la misma. Dicho de otro modo, sentirse triste es algo natural ante los avatares de nuestra existencia.

Pero, ¿cuándo esa tristeza merece otro tratamiento? ¿Cuándo el padecer merece ser considerado de otro modo? Bien, pues para empezar, cuando esa tristeza comienza a interferir en el funcionamiento habitual. Habitualmente, seguimos funcionando a pesar de sentirnos tristes; vamos a trabajar, nos relacionamos con amigos, familia, pareja, y con todos ellos podemos operar prácticamente como si todo estuviera dentro de los parámetros habituales.

Sin embargo, cuando la tristeza hace que algo cambie consistentemente en nuestras actividades y relaciones, quizá merezca la pena pararse a pensar en ella. Esta severidad nos da una clave, pero también la duración.

Una medida orientativa es la que da el Dr. David Hu, un psiquiatra norteamericano, que dice que la gente que sufre de depresión, a diferencia de quienes están simplemente tristes, tienen un estado de ánimo bajo durante la mayor parte del día y durante la mayor parte de los días durante más de dos semanas. Durante este tiempo, la mente está ocupada en pensamientos persistentes de fracaso, de falta de esperanza o vergüenza, aparte de en términos de blanco o negro. Y esta sensación de desesperanza puede ser tan persistente que uno puede sentirse incapaz de sentir alegría incluso cuando hay buenas noticias.

Otro de los signos que indican que quizás esa tristeza va más allá es que esta no permita que el tema de conversación alrededor cambie a otro foco diferente del malestar, o incluso que parezca imposible salir del bucle para crear motivación para uno mismo o mirar las cosas desde otra perspectiva. Estas sensaciones son diferentes a la tristeza, ya que se viven como inconsistentes con quien uno es o como inmanejables. En un nivel mucho más concreto, las dificultades para dormir son otro de los signos que apuntan a la depresión más allá de la tristeza. Podemos estar hablando de dormir demasiado poco, mucho o de una forma errática; este síntoma apunta a la ansiedad, lo que también experimenta mucha gente deprimida, lo cual va más allá de la mera tristeza. Otro de los síntomas de la depresión es el cambio en el apetito, bien por exceso o defecto, siendo estos cambios que poco tienen que ver con el abuso o la restricción de la ingesta de forma voluntaria.

Aunque todos estos síntomas indican en una dirección que podríamos interpretar en términos binarios, la depresión opera en un continuo, por así decirlo; y en cada uno de ellos unas personas y otras son diferentes, por lo que también el diagnóstico varía. Algunas personas podrán funcionar mejor y para otras incluso subir la persiana puede ser un esfuerzo inasumible.

Por otro lado es importante reconocer que hay otra tristeza que puede no ser depresiva a pesar de su disfuncionalidad, como es la tristeza asociada a un duelo. Esta tiene un marco temporal y una causa concreta que la diferencia de la depresión difusa y absoluta, por lo que el tratamiento también es diferente. Si cualquiera de nosotros experimenta alguno de estos síntomas que van más allá de la simple tristeza transitoria, acudir a un profesional de la salud mental puede ayudar a afrontar este momento y afrontarlo de una manera precisa y diferenciada. Estar triste forma parte de la vida, como decíamos; sin embargo, las sensaciones depresivas a menudo encierran una historia inconclusa, o un temor en ciernes que simplemente no desaparece con el tiempo, por lo que contar con ayuda puede ofrecer una mirada que ayude a cerrar lo que se abrió probablemente mucho antes de este momento aciago.