MIKEL INSAUSTI
CINE

«At Eternity’s Gate»

AJulian Schnabel se le conoce también como el hombre del pijama, y fue un habitual visitante donostiarra a través de sus exposiciones artísticas y estrenos cinematográficos en lo que duró su relación con la modelo local Olatz Garmendia. Después se emparejó con la periodista y escritora italopalestina Rula Jebreal, motivo por el que llevó a la pantalla su novela de inspiración autobiográfica sobre la educación en la zona de conflicto árabe-israelí “Miral” (2010). En la actualidad convive con la diseñadora Louise Kubelberg, la cual ha colaborado en la escritura del guion de su última película.

Pero la idea de “At Eternity’s Gate” se le ocurrió recorriendo las galerías del museo Orsay de París en compañía de Jean-Claude Carrière, y fue en ese preciso instante cuando decidió con el que fuera guionista de Buñuel dedicar un largometraje a la pintura y la vida de Vincent Van Gogh. Cierto es que la figura del genio holandés ha sido ya bastante tratada en el cine, aunque el suyo sigue siendo un talento enigmático comunmente asociado a la locura y la depresión, y queda mucho por explorar al respecto.

De entrada Schnabel contaba con su experiencia como especialista en biopics sobre personalidades de las artes plásticas o la literatura, desde que debutara con su aproximación al pintor Jean-Michel Basquiat en “Basquiat” (1996), seguida de su tratamiento del poeta cubano exiliado Reinaldo Arenas en “Antes que anochezca” (2000). Si bien su realización mejor valorada es “La escafandra y la mariposa” (2007), acerca de Jean-Dominique Bauby y el modo en que se las arregló para superar su discapacitante parálisis. En ese mismo año hizo el documental musical “Lou Reed Berlin” (2007).

Para representar a Van Gogh, conocido gracias a sus autorretratos, era muy importante la elección del actor, olvidándose de todo lo que se había hecho antes. Lo más reciente es una película de animación al óleo, así que con “Loving Vincent” (2017) de Dorota Kobiela y Hugh Welchman no había problema. La cuestión estaba en enfrentarse a las interpretaciones más recordadas, la de Kirk Douglas bajo la dirección de Vincente Minnelli en “El loco del pelo rojo” (1956), la de Tim Roth dirigido por Robert Altman en “Vincent y Theo” (1990), o la de Jacques Dutronc a las órdenes de Maurice Pialat en “Van Gogh” (1991).

No cabe duda de que Willem Dafoe ha sido una apuesta segura, pero a priori no se presentaba nada fácil, dado que tiene ya una edad de 63 años, casi el doble de la que contaba el pintor en su última etapa, que es a la que va dedicada la película. Conviene recordar que murió con tan solo 37 años.

Dafoe se sobrepone al obstáculo de su excesiva madurez para el personaje mediante la caracterización de un joven artista prematuramente envejecido y siempre al borde de la autodestrucción, que parece sentirse libre únicamente cuando pinta postimpresionismo en medio de la naturaleza. Durante su periodo francés en el que conoce a la vanguardia parisina encabezada por Paul Gauguin, y sus estancias en Arlés y Auveurs-sur-Oise, ya empieza a ser consciente de su demencia, tal como lo refleja la correspondencia con su hermano Theo.

A tenor de todo ello el reconocimiento obtenido en la Mostra de Venecia al ganar la Copa Volpi al Mejor Actor se antoja más que justificado, y así lo reconoció la prensa desplazada al certamen, si bien es un premio que también debería ser compartido por la dirección interpretativa de Schnabel.

La realización capta el pulso vital del pintor en su trabajo, con movimientos de cámara que son una prolongación de los brochazos sobre el lienzo. Y cuando sale del estudio para pintar del natural aparece inmerso de lleno en los campos de girasoles en una cosmovisión propia del cine de Terrence Malick.

El reparto de secundarios cuenta con Rupert Friend, Oscar Isaac, Mads Mikkelsen, Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner, Niels Arestrup, Anne Consigny, Vincent Perez, Amira Casar...

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