IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Tiempo

El paso del tiempo es uno de los grandes temas de la humanidad. Existe una constante obsesión que tiene que ver con nuestra presencia en este mundo así como con una necesidad de aportar un legado que se mantendrá más allá del momento de nuestra desaparición. Esta cuestión de la huella o el rastro, que parece desmoronarse con la entrada del mundo digital, encuentra en lo material un soporte que como cápsula del tiempo mantendrá un contenido a descubrir por generaciones venideras. Lo construido no deja de ser un reflejo de la cultura que lo realiza, así pues, el arte, la arquitectura o el diseño encuentran puntos comunes en el cajón de sastre que es la creación contemporánea. Por tanto, la memoria es todo aquello que somos capaces de leer, ensalzar o valorar como un pasado del que aún nos sentimos parte. En este momento, nuestra experiencia vital entra en juego para definir los límites y las barreras de toda aquella poética que convertimos en propia.

No hay una memoria que pueda ser reivindicada sin una activación consciente o una intencionalidad clara. La representación nunca es inocente y en los dos trabajos que reseñamos a continuación se posiciona claramente en un lugar de observación capaz de intervenir en los propios procesos que retrata. La fotografía vuelve a ser de nuevo un parapeto desde el que atrapar fragmentos de vida.

La galería bilbaína Juan Manuel Lumbreras inauguró el pasado 10 de enero “Arquitectura, cuerpo e indumentaria” de David Latorre (Huesca, 1973). El concepto de ruina adquiere un matiz narrativo en las piezas que nos presenta el artista, siendo imágenes que aportan un relato en el momento previo a su desaparición. Las estructuras frágiles y rodeadas de una naturaleza que irrumpe entre ventanas y tejados a medio derruir se erigen como protagonistas de una historia que nos interpela desde la composición que la contiene. La mano humana se manifiesta claramente en la disposición de escenarios teatralizados que conviven con la espontaneidad de los paisajes. Estos elementos hacen que nuestra perspectiva vuelva a tomar el cuerpo como baremo de medida y nos permita posicionar nuestra mirada en un espacio concreto.

La situación de las piezas en la galería aparece dominada por una instalación site-specific que Latorre ha realizado con algunos de los elementos que aparecen en sus capturas. Un plataforma de suelo terroso y plagado de troncos y ramas caídas nos obligan a situarnos con cierta distancia respecto a varias de las obras clavadas en la pared en lo que supone un lenguaje escultórico que aparece salpicando varios momentos del recorrido. Aunque quizás esta parte más espectacular del proyecto sea la menos interesante, es innegable el peso de su presencia durante toda la visita.

“Hasta donde llega el agua” es el título de la exposición que Elena Moreno (Jaca, 1965) ha preparado para la sala del Polvorín de la Ciudadela de Iruñea. El embalse de la localidad navarra de Yesa es el hilo conductor sobre el que se desarrolla la muestra. Más de treinta fotografías que son el fruto de una observación y una vivencia; el resultado de una relación entre la autora y el paisaje que durante un año entero ha fotografiado diferentes estados del mismo lugar. El embalse, inaugurado en 1960, es a su vez portador de miradas, historias y voces que quedan sepultadas por la masa de agua.

De nuevo, la creación humana como un rastro capaz de aunar en el mismo disparo de la cámara la muerte y la vida. Las fotografías de Moreno parecen jugar desde un lenguaje pictórico que en ocasiones descontextualiza el origen para dar paso a una amalgama de texturas, colores y atmósferas.