Rubén Pascual
El RAP internacionalista

«Temo tanto al fracaso como al éxito, ambos me dan un terror infernal» - Ana Tijoux

No es ninguna novedad. Las etiquetas limitan. El hecho de colgarle a alguien o a algo el cartel con una definición determinada no hace más que acotar un universo que, a buen seguro, será mucho más amplio, más rico y más diverso. Por eso, y aunque ha sido el hip-hop lo que ha hecho a Ana Tijoux (Lille, 1977) conocida en todo el mundo, la etiqueta de rapera se le queda corta, muy corta, a esta música chileno-francesa, un auténtico todoterreno musical que se atreve con todo.

Esa versatilidad está íntimamente ligada a su propia vida, a una historia que, siendo personal, refleja las experiencias que a miles de chilenos les tocó vivir. Y es que Anamaría, como realmente se llama, es hija también del exilio. Nació en el Estado francés, donde sus padres se instalaron para escapar de la dictadura de Augusto Pinochet. De sus primeros años en ese país adoptivo recuerda «lo multicultural, la comida y la diversidad», pero también «el pensamiento crítico que empecé a conocer allá». Por aquel entonces, recuerda que para ella Chile «era un fantasma, una ilusión, un imaginario». Añade que las referencias al país sudamericano eran múltiples y que no solo se materializaban a través de la palabra, «sino también a través de la música, de documentales, de imágenes… y también de silencios».

«De forma natural –prosigue– uno va construyendo y enhebrando un país, que es tu país de origen, juntando pedazos de todas esas cosas que te van interpelando en este país tan cercano y tan lejano».

En 1983, siendo apenas una niña, cruzó por primera vez el charco y no fue hasta diez años después, en 1993, cuando se asentó en Chile. En aquel primer contacto se dio cuenta de que ese país que tantas veces había dibujado y moldeado en su imaginación poco tenía que ver con la realidad, «porque cuando uno hace un imaginario respecto a un país, tiene una suerte de idealización, lo sitúa en un lugar muy fantasioso». «Tenía imágenes muy fantasiosas de este Chile en Latinoamérica, sin entender que este es otro planeta lleno de microplanetas y macroplanetas bastante diferentes entre sí».

Poco después, allá por el año 1997, llegaron sus primeros pasos en la música, como integrante de la agrupación Makiza, con la que publicó tres álbumes: “Vida Salvaje” (1998), “Aerolíneas Makiza” (1999) y “Casino Royale” (2005).

Hacer rimas, pensar sintiendo. Tijoux compara su estreno en el mundo de las rimas y el hip-hop con la sensación del primer noviazgo, con «un enamoramiento inmediato, con el corazón palpitando cada vez que veía un espacio creativo», no solo en el ámbito musical, sino también presente en otros como el graffiti. «Ese primer contacto fue de mucha euforia», apunta.

Le preguntamos si sintió tener que enfrentar mayores dificultades por ser mujer en un género musical, como tantos otros, acaparado por hombres, a lo que responde que sí ha tenido que hacer frente a obstáculos por ser mujer, pero acto seguido matiza que no reduciría esta cuestión al hip-hop, ya que «el mundo es machista y uno se va enfrentando a ese machismo en todas partes, no solamente en el rap». No se trata de un simple matiz, sino que la aclaración implica el respeto que Tijoux profesa a todos esos compañeros y colegas que le incentivaron y empujaron a seguir en esta labor.

Por eso, cada vez que ve a una colega rapear una gran alegría embarga a Ana Tijoux, que lo encuentra «muy oxigenante». «Encuentro que se está llenando o invadiendo un género musical de muchas colegas de distintas generaciones y eso no es más que una situación muy fructífera también para nuestro género de mujer y para el hip-hop».

A pesar de que se zambulló en la música a través del rap, Tijoux ha buceado con maestría en las raíces de la música tradicional y popular latinoamericana, aunque no considera que sean mundos dispares, sino que, al contrario, «van muy de la mano». «La música es un universo que permite sentir pensando y pensar sintiendo». «Para mí, grandes autores y poetas latinoamericanos son grandes raperos y viceversa, porque grandes raperos son grandes trovadores».

Esa habilidad al navegar entre distintos géneros musicales ha llevado a Ana Tijoux a compartir escenario con artistas de la talla de Julieta Venegas o Jorge Drexler, así como con la rapera palestina Shadia Mansour o Fermin Muguruza, entre otros. «Compartir con músicos tan diversos es compartir con la Humanidad misma, con lo diversos y complejos que somos los humanos», afirma. De todos ellos ha aprendido, pero explica que ese aprendizaje no siempre se ha dado de forma inmediata, sino que en ocasiones ha sido necesario el paso del tiempo para darse cuenta de las huellas que han dejado en ella. «Me siento extremadamente afortunada de haber trabajado con semejantes colegas».

Llegados a este punto, no podemos evitar preguntarle qué suponen para ella figuras como Víctor Jara, Chico Buarque, Amparo Ochoa o Violeta Parra. «Significan emancipación, adelantados a sus tiempos, rupturistas», afirma, y agrega que «para mí son mentores y guías en los momentos en los que uno se pierde. Me han permitido encontrar las directrices cuando estas se pierden en el camino, que es normal, porque todo está hecho para perderse».

Sin embargo, las fuentes de inspiración de Anita son mucho más diversas, como pueden ser su madre –la socióloga María Emilia Tijoux–, sus hijos Luciano y Emilia, o Frantz Fanon, Eduardo Galeano… También están ahí numerosos documentales, lecturas, charlas con amistades que le inspiran «tremendamente»…. «Me siento seguidora de mucha gente», declara.

Crear es un acto que incomoda. Ese espíritu crítico que desde tan pequeña acompañaba a Ana Tijoux, al que se hacía referencia al inicio de esta entrevista, se ve reflejado con nitidez en sus letras, plagadas de mensajes, de reivindicación, de ácidas críticas… De verdad. Su canción “Errorista” dice que «crear es un acto que incomoda» y, como ella explica, le resulta difícil concebir la creación sin la transgresión, sin tomar una posición determinada ante el mundo y ante la vida misma. «La creación es rupturista, es un caos, un choque, un cuestionamiento», destaca. Pero también es «una cicatriz que una está dispuesta a mostrar» y precisamente «por eso es tan duro, pero me cuesta concebir un arte que no sea sensible con lo que pasa alrededor». Inmediatamente, acota: «Y, ojo, que uno es un pelotudo también, cuesta no caer en narcisismos y ensimismarse, pero también son momentos importantes de recogimiento, de macerar lo que uno ve y siente».

En su carrera en solitario, en la que ha publicado los álbumes de estudio “Kaos” (2007), “1977” (2009), “La bala” (2011) y “Vengo” (2014), Ana Tijoux ha obtenido, además de un amplio eco a lo largo y ancho del planeta, un enorme éxito internacional. A los premios y las nominaciones, se le suman reconocimientos de figuras como Iggy Pop o el hecho de que sus canciones se hayan escuchado en la exitosa serie “Breaking Bad” o en el archiconocido videojuego Fifa. Temas suyos como “Antipatriarca” y “Somos Sur” son prácticamente himnos e incluso algunas de sus letras han sido empleadas en libros de texto. ¿Pesa todo esto? «Sí, pesa», afirma tajante. «En unos momentos pesa de mala manera y en otros alivian mucho, porque toca entender que esas obras no son producto de uno, son reflexiones colectivas. Ninguna canción –agrega– es tan de uno, son producto de muchas conversaciones, reflexiones, miradas».

En ese sentido, cuando llega la fama internacional, el miedo a perder las riendas de la carrera siempre está ahí, «por supuesto». Ana Tijoux insiste en que «todo está hecho para perderse»: «Todo está construido y enhebrado para perder los estribos y acomodarse a la manada». También a ella le ha ocurrido, «sería muy sospechoso que no pasara». «Temo tanto al fracaso como al éxito, tanto uno como otro me dan un terror infernal», sentencia.

En su último proyecto, “Roja y Negro”, nacido de las largas esperas en los aeropuertos, Tijoux explora junto a los músicos Raimundo Santander y Ramiro Durán un mundo más íntimo y más cercano al cancionero popular a ritmo de bolero y tango, entre otros.

De este trabajo se puede escuchar en plataformas digitales el tema “Tinta roja”, en colaboración con la artista mexicana Lila Downs. Tijoux explica que se trata de un sencillo que «se cocina en gira». «Me parecía interesante el tema del alcoholismo, muy cercano y también muy normalizado. Fue muy natural escribirlo», agrega. Sobre Lila Downs, «representa para mí un eslabón importantísimo en la música latinoamericana. Aunque vengamos de países distintos, me reconozco en ella en muchísimas situaciones».

A pesar de todo lo explorado hasta el momento… ¿Queda algo en el tintero de Ana Tijoux? Ella espera que sí, que su tintero esté aún lleno. «Espero que me quede mucho por explorar y por explotar, por examinar…».

 

Feminismo y anticapitalismo

Más allá de los escenarios, Tijoux siempre se ha comprometido con causas como la lucha feminista y, sobre esta, opina que «hay una suerte de despertar general», un primer paso que ahora hay que «profundizar». No obstante, ella, que siempre ha mirado el mundo desde una profunda óptica anticapitalista, advierte que el capitalismo tratará de utilizar también esta causa «para vender bolsitas feministas en multitiendas».

Cree que «no se puede pensar en un antipatriarcado sin pensar en un anticapitalismo y en una lucha de clases». «Son luchas que van muy de la mano y congelar la una de la otra es un error que da al neoliberalismo una brecha gigante para meterse en ellas».

También la maternidad está imbuida de esa perspectiva feminista y, sobre esta cuestión, confiesa que le produce «mucha risa» que le pregunten continuamente con quién deja a sus hijos cuando está de gira, algo que no preguntan a sus colegas varones. «Es como que pareciera sorprender esta capacidad organizativa que tenemos las mamás, de un tetris infernalmente sublime», abunda.

Además, Ana Tijoux ha incluido en sus canciones numerosas referencias a pueblos como el mapuche o el palestino y considera necesario reivindicar el internacionalismo. «La capacidad de solidaridad entre nosotros es nuestra gran herramienta, nuestra gran arma, una de las pocas cosas que no pueden quebrar». «El internacionalismo es de las pocas maneras que tenemos a día de hoy de construir humanidad», constata, porque, «los problemas que atañen a un pueblo son muy similares a los de otros, por más que tengan sus peculiaridades y singularidades».

También ha manifestado su interés por movimientos independentistas como el vasco o el catalán, aunque de manera «muy turista». «Me conmueve ver movimientos cuestionadores y organizados» que, a su juicio, se asimilan «a nuestros pueblos en términos de recuperación de la identidad, de la lengua, de quiénes somos».