MIKEL SOTO
gastroteka

Patatas asadas a lo Jamie

Supongo que a todos nos pasa tener algo tan, tan, tan bueno que quieres que todo el mundo lo vea, lo tenga, lo disfrute. Es el caso de estas patatas. Básicamente son unas patatas asadas, pero para mí y para su creador, Jamie Oliver, son las definitivas; patatas asadas que parecen fritas. Yo, desde que empecé a hacerlas, no he vuelto a hacer fritas en casa. Y eso es importante, teniendo en cuenta que pese a que la patata es casi un 80% agua, cuando las freímos terminamos consumiendo pequeñas bombas calóricas que proporcionan cuatro veces más calorías que las cocidas. Más si son en chip porque tienen más superficie para absorber aceite. Bueno, y porque solemos mezclarlas con salsa y ponernos como la Moñoño. Por eso, os recomiendo probar estas patatas una vez, seguro que pasan a ser un básico en vuestra cocina.

Antes de nada, cuatro apuntes sobre Jamie Oliver. Es un rubiales inglés nacido en Essex en 1975 y el mayor divulgador de cocina de Gran Bretaña. No le llega a Arguiñano a la altura del tobillo, porque eso es imposible, pero la pasión glotona con la que gesticula al probar sus platos, su preocupación cada vez mayor por los aspectos nutricionales de la comida y que sus recetas, cuando las sigues al pie de la letra, tengan como dice Mikel Iturriaga, El Comidista, mayor porcentaje de acierto que las de otros cocineros, lo hacen uno de los chefs más interesantes del panorama internacional.

Mi recomendación para hacer estas patatas es que no aséis nunca menos de un kilo, aunque la cantidad dependerá del plato al que acompañen y del número de comensales. Nota personal: las latas de muslos de pato en confit de Martiko y estas patatas, junto con el Efferalgan, han sido mi salvación para las resacas durante una década. Os voy a dar la base y luego tres combinados de sabores a elegir.

Pelad las patatas y cortadlas del mismo tamaño; el de una pelota de squash, según Jamie. Lavadlas en agua fría para eliminar el almidón, cubridlas con agua fría y hervidlas durante siete minutos. Escurridlas, dejad que sequen un par de minutos y agitadlas un poco, veréis que se llenan de pequeñas aristas que harán que las patatas sean más crujientes (yo estuve años sin hacer este paso y aún así me parecían insuperables).

A continuación, tendréis que decidir qué combinación de sabores usar. Básicamente hay que elegir una grasa (aceite de oliva, mantequilla, grasa de pato) y las especias que acompañarán a la sal y pimienta. Impregnad las patatas con lo que decidáis.

Metedlas en el horno y asadlas 40-45 minutos a 190 grados. Ahí va un último truco de Jamie que tampoco hice ni eché de menos en años, pero que os dejo en honor a su autor y a la pasión que pone en sus vídeos cuando lo explica: al cabo de media hora del asado, sacadlas y aplastadlas con una espátula hasta que se rompan un poco. Así aumentáis la superficie de patata que toca la bandeja, la patata se vuelve más crujiente y Jamie más locatis. Si os queda exceso de grasa –a veces con la de pato es difícil calcular–, quitádselo dejándolas sobre papel de cocina.

Tremendo combo. Partiendo de lo más básico, si no tenéis nada más, usad aceite de oliva y un par de cucharadas de vinagre y, recordad, optéis por lo que optéis, siempre pimienta negra y sal, en escamas, si es posible. Mi combinación favorita es grasa de pato, ajos aplastados con piel, romero y un par de cucharadas de vinagre de jerez. De hecho, ahora siempre tengo romero en el balcón para esta receta. Un último combo de Jamie es mantequilla, un manojo de salvia fresca y piel de mandarina, que no se come, pero le da un aroma bárbaro. ¡Probadlas, por favor!