Pocas son las políticas de salud en el ámbito alimentario que se llevan a cabo en el Estado español. O al menos, pocas son las políticas eficientes. Hace tiempo creía que tanto los profesionales de la salud como toda la sociedad teníamos claro que una de las lacras de este siglo XXI es la obesidad y, sobre todo, la infantil. Sin embargo, me pregunto: ¿Son las políticas de salud las que no son las adecuadas o somos nosotros los que realmente no estamos suficientemente concienciados?

La respuesta la tuve el otro día al leer un artículo en el periódico “La Voz de Galicia” titulado: «Las familias denuncian que los menús están desequilibrados y carentes de proteínas para ahorrar costes».

En el texto se hacen eco de un problema que está ocurriendo en dos centros educativos gallegos y recoge las quejas de los padres en relación al menú escolar de sus hijos. Las quejas que suelo oír al respecto, o que incluso yo misma formulo, suele estar relacionada con la cantidad de grasas, carnes procesadas, postres azucarados y la escasez de alimentos de mayor calidad nutricional –como verduras, legumbres y frutas– que se dan en los menús escolares de Bizkaia. Sin embargo, estos padres se quejan de todo lo contrario, llegando a expresar que, aunque están a favor de que les den verduras, con estos menús están convirtiendo a sus hijos casi en vegetarianos. Para apoyar dicha afirmación dicen textualmente: «Por ejemplo, hay menús en los que el primer plato es menestra de verduras y el segundo, canelones de atún con verduras, o también, menestra como primer plato y carne estofada con verduras de segundo». Asimismo explican que el enfado no deriva solo de la «gran presencia» de vegetales, sino que consideran que el aporte de proteína (animal) es insuficiente y lo achacan a un intento de ahorrar en los menús.

En otro de los centros, la asociación de padres critica que las verduras se presentan de manera poco «atractiva» para los chavales, testimonio que sustentan con el ejemplo de un plato de brócoli cocido con un refrito de ajos. A su juicio: «Dan menús que no son propios para Galicia, como salmorejo y ensalada de garbanzos, dos platos fríos que no son precisamente los más adecuados y se repiten dos o tres veces al mes. Tiran mucho de ensaladas, verduras y frutas». Las familias afectadas han elevado estas quejas no solo a la empresa de cáterin que presta el servicio si no también a los responsables de los comedores escolares de la Xunta, pero no han conseguido mucho.

Me gustaría recordar a estos padres y los que piensen igual que el número de casos de obesidad infantil a nivel mundial ha pasado de 11 a 124 millones de niños y niñas entre 1975 y 2016, según indicaba la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2017. Dicha entidad también especificaba hace dos años que en el Estado español se había cuadruplicado la prevalencia de esta enfermedad en el mismo periodo. Por si estos datos no les pareciesen escalofriantes, hay que subrayar que según múltiples encuestas realizadas a nivel estatal entre la población infantil, sabemos que nuestros menores consumen poco pescado, poca legumbre, pocos frutos secos… solo un 1/3 de la población infantil toma verduras a diario. ¡Y deberían tomar 2-3 raciones al día! y solo el 3% cumplen la recomendación de tomar al menos más de una ración de verdura al día.

La menestra como primer plato, con carne estofada de segundo, no solo no es un menú vegetariano si no que aporta la proteína suficiente. Los garbanzos no solo se pueden cocinar con chorizo (carne procesada cuyo consumo está directamente relacionado con la prevalencia de diversos tipos de cáncer): también se pueden comer las legumbres en ensalada. ¿Y qué pasa con el brócoli con refrito de ajos? ¿En serio creemos que es mejor que lo coman en puré o la coliflor con bechamel? Está claro que no solo los políticos y los sanitarios tenemos que empujar esta lucha, y me entristece tremendamente ver cómo todavía hay mucha gente que no entiende que la obesidad es una enfermedad crónica y que la solución parte de la buena educación alimentaria.