Mikel Zubimendi
Elkarrizketa
SuSAN GEORGE

«Manteneos firmes y activos, no seáis demasiado amables» - Susan George

Nacida el 29 de junio de 1934 en Akron (Ohio), Susan George pronto cumplirá 85 años. Rápida de mente, pausada en el habla y siempre con ideas punzantes, transmite sabiduría con una fuerza que impresiona. Filósofa y analista política, escritora y activista por la justicia global, la suya es una voz que debe ser escuchada. Su obra es vasta, fundamentada en datos e investigaciones y apreciada internacionalmente. Su escritura es cuidadosa y considerada. Figura muy respetada en círculos académicos y de activistas del mundo entero, durante más de tres décadas ha escrito y realizado una gran labor política en cuestiones como la deuda, la pobreza global, la protección medioambiental y el neoliberalismo.

Fue vicepresidenta de ATTAC Francia y adquirió la ciudadanía francesa en 1994. Actualmente es la presidenta del comité de planificación del Transnacional Institute de Amsterdam. Reconoce que por motivos de edad ya no acepta todas las invitaciones, que antes atendía a muchas más, pero que cuando recibió la llamada para acudir a Gernika no se lo pensó dos veces. «Quería estar en Gernika, un pueblo al que el horror, el mal en su estado más puro, golpeó. Quería ver cómo le va, cómo se ve al pueblo y a su gente».

Visitó la villa foral invitada por el Centro de Investigación por la Paz Gernika Gogoratuz, e impartió una conferencia sobre las alternativas al poder transnacional. A su llegada, atendió gustosa a 7K en la sede que Gernika Gogoratuz tiene en la calle Artekalea. En torno a una mesa, en compañía de un buen té.

¿Comparte usted ese estado de ánimo, convertido en casi una certeza, de que el mundo que viene será un lugar mucho peor y más peligroso para vivir?

Nuestros padres también decían que sus hijos lo tendrían peor, es algo muy común. Pero sí, en Occidente estamos en un tiempo de crisis, aunque no creo que sea igual en todo el mundo. No para los chinos, que lo están haciendo bastante bien, pero esta parte del planeta en la que vivimos sí está en mal estado, de eso no hay duda. Y si pudiera definirse la causa de ello en una sola palabra, esta sería: neoliberalismo.

El capitalismo neoliberal está completamente fuera de control. Antes el capitalismo solía estar en cierta medida controlado porque había confianza en los servicios públicos, todos entendían que lo ricos debían pagar más impuestos que los pobres y hubo un tiempo, en los años 50 y 60, en el que parecía que era el mejor sistema que se podía tener. Nadie quería vivir, al menos nadie que yo conociera, bajo el régimen de Stalin, bajo el comunismo. El capitalismo ha dañado de manera tremenda la cuestión de la igualdad entre los americanos y, en menor medida, entre los europeos. Simplemente hemos dejado que la riqueza se escape de nuestras manos y los impuestos hoy en día golpean mucho más a los pobres y la clase media que a los ricos, que no aportan la parte justa que les debería corresponder.

Personalmente, mi mayor preocupación es el cambio climático. Para mí, es el problema que más debería preocuparnos. Porque las compañías que lo están causando –que la culpa no es tuya ni mía, aunque yo hoy haya cogido un avión– es esa minoría riquísima que está particularmente ligada a las compañías de los combustibles fósiles y al cemento, y que han estado haciendo negocios desde hace décadas y, por razones que se me escapan, no han cambiado a tiempo sus negocios en favor de las energías renovables.

Habla del neoliberalismo como la verdadera causa. ¿Pero cómo ha llegado a ser tan dominante la doctrina neoliberal y sus recetas?

La estrategia fue brillante, fue llevada adelante por gente que era muy práctica y pragmática. En EEUU, pusieron a su gente en los medios de comunicación, en la academia, en los departamentos universitarios, en todo tipo de publicaciones, desde las de arriba hasta periódicos de campus, tenían un montón de conferenciantes que recorrían el país. Tengo que reconocer que fue algo digno de un genio. Fueron a por una ideología y consiguieron cambiarla. Empezaron en los 50, aunque al principio no llegaron muy lejos, pero en los 70 empezaron a marchar con fuerza, se gastaron miles de millones y se dieron cuenta de que necesitaban a altos responsables políticos que fueran elegidos. Quiero decir que Eisenhower era republicano (general de cinco estrellas, expresidente de EEUU entre 1953 y 1961), era republicano hasta la médula, pero llegó a tasar los ingresos más altos ¡hasta en un 90%! Pero desde finales de los 70, desde que se eligió a Margaret Thatcher y a Ronald Reagan, la cosa no ha dejado de empeorar. Y en el fondo es todo una cuestión de ideología que justifica que no haya una sanidad pública en EEUU porque tú mismo eres responsable de lo que te ocurre, debes ser autosuficiente, y tus hijos también y no cuentes con el Estado para hacer lo que debes hacer por ti mismo. Y ahora las cosas están empeorando todavía más.

Steve Bannon está a favor de la privatización de todo y, como sabrás, ya no es, al menos oficialmente, el estratega jefe del presidente Trump. Bannon se ha instalado en Europa y está teniendo éxito. Ya está hablando y trabajando con la gente que puede mandar y dirigir los medios de comunicación y otros sectores privatizables. Les está enseñando cómo hacerlo, sin complejos ni contemplaciones.

Haciendo un resumen rápido y rudimentario, ¿qué aspectos destacaría de esa doctrina?

Destacaría varios. Por ejemplo, afirma que los mercados son sabios y eficientes, que saben lo que quiere la gente mucho mejor que su Gobierno y que de esta manera, la solución del mercado es siempre preferible a la regulación e intervención del Estado. Que los mercados se corrigen a sí mismos porque solo ellos pueden procesar toda la información que existe en la economía y actuar sobre ella. Que una sociedad libre depende de un mercado libre, por lo que se deduce que el capitalismo y la democracia se refuerzan mutuamente. La desregulación es imprescindible; la tarea del Gobierno es proporcionar el derecho negativo, es decir, limitarse a dictar lo que está prohibido.

Han sacralizado la idea de que la iniciativa privada supera al sector público en eficiencia, calidad, disponibilidad y precio, y debe preferirse sistemáticamente. Que el libre comercio puede tener inconvenientes temporales, pero que a la larga sirve a toda la población de cualquier país mejor que el proteccionismo. Y el libre comercio es un concepto que entraña no solo desembarazarse de la protección arancelaria en las fronteras, sino también del desmantelamiento de las “barreras detrás de las fronteras”, lo que puede abarcar la regulación o que ciertos mercados estén fuera del alcance de la iniciativa privada, como el transporte o el agua. Hasta la puesta en funcionamiento de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el 1 de enero de 1995, los acuerdos de libre comercio solo afectaban a las mercancías. Ahora cubren, debidamente, los servicios, la propiedad intelectual, las regulaciones sobre la seguridad, la salud y el medio ambiente, la inversión extranjera directa y muchos otros sectores. Esta doctrina también mantiene que es normal y deseable que actividades como la salud, la educación y la protección ambiental sean lucrativas; los estados solo deben ocuparse de servicios como la policía, los bomberos, los registros de nacimientos y muertes, y poco más. Dice que los impuestos más bajos, sobre todo para los ricos, garantizan mayor inversión y, por tanto, empleo y prosperidad. Que la desigualdad es inherente a toda sociedad y que los pobres lo son por su propia responsabilidad, porque el trabajo duro se premia siempre.

Y la crisis financiera, ¿fue una crisis moral que pagaron los inocentes y premió a los culpables?

Creo que la gente no sabía lo que estaba pasando. Fueron 14 billones de dólares en todo el mundo. El billón es una cifra alucinante, de doce ceros. Intenté convertir la cifra en tiempo; es decir, calcular cuánto tiempo se necesitaría para pagar la crisis. Porque nadie sabe qué suponen realmente esas cifras ya que son demasiado grandes. Si calculas que un dólar es un segundo, tienes que esperar 32 años de segundos para alcanzar un billón. Multiplícalos ahora por 14 y te da la real magnitud de los rescates a los bancos y a las compañías de seguros que quebraron. Y encima no paga la gente que lo provocó, sino la gente corriente.

Y después vino la austeridad, porque tenían que reconstruir las finanzas y tuvimos que sufrir el doble, con nuestros impuestos directos y teniendo recortados los servicios públicos. Las clases trabajadoras tuvieron que pagarles a estos ladrones cuando fueron ellos quienes causaron la crisis, con todas esas estafas de las subprimes que se aprovechaban del escaso conocimiento del mundo de las finanzas que tiene la gente. Los culpables solo fueron a la cárcel en Islandia, pero por muy poco tiempo. Pero sigo creyendo que la gente corriente no entendió la mecánica de la crisis, no entendió cómo llegamos a ella, cómo seguimos pagándoles, el porqué de la recesión y porqué diez años después todavía seguimos con la austeridad. Y los alemanes son muy estrictos con esa tema de la austeridad y siguen imponiendo su voluntad en Europa.

Hace pocos años se hablaba de los tratados de libre comercio, del TTIP, del CETA... Ahora, sin embargo, la rima ha cambiado: guerra comercial contra China, proteccionismo y «America First» de Trump.

Ese cambio es fundamentalmente debido a Trump. Yo he sido muy contraria a tratados como el TTIP, porque básicamente son un regalo para las corporaciones transnacionales y sientan precedentes muy peligrosos, como el de saltarse los procesos judiciales y establecer que si una compañía se sentía maltratada por la ley de un gobierno soberano, la compañía tenía el derecho de demandar a ese gobierno con el simple pretexto de que dañaba sus beneficios presentes o futuros.

La mayoría de los pleitos los han ganado las compañías, algo que no provoca mucha sorpresa, porque los árbitros están comprados por ellas. De los tres jueces, uno lo elige el Gobierno, el otro la compañía y el tercero suele ser un abogado corporativo, un experto en defender los intereses de las compañías. Un caso paradigmático de todo esto que estoy comentando es el de la multinacional francesa Veolia, que demandó al Gobierno de Egipto, ¿por qué? ¡Porque subió el salario mínimo! Afortunadamente, el tribunal desestimó la demanda ya que fue una decisión soberana.

Pero un país nunca gana realmente estos pleitos porque tiene que pagar las costas del juicio, que pueden llegar a alcanzar millones de dólares.

¿Pero cuál es la razón de Trump para desentenderse de estos tratados en teoría tan beneficiosos para las multinacionales y apostar directamente por la guerra comercial contra China?

No me preguntes sobre lo que hay dentro de la cabeza de Donald Trump, porque creo que nadie, ni siquiera los psiquiatras, lo saben. Él tiene una visión muy cruda y descarnada de las cosas, no escucha consejos. Creo que se sorprendió cuando vio que China contraatacó, creyó que podía seguir adelante al volante de su bulldozer y se ha dado cuenta que no puede hacerlo. Su primer instinto es el de atacar. Es un hombre de negocios y su instinto le lleva a buscar, en primera instancia, un trato; no le lleva a hacer justicia. Pero lo cierto es que EEUU depende de los productos de China: los estadounidenses compran productos chinos todos los días, por tanto, no está claro que Trump lleve las de ganar en esa guerra con China… Veremos qué ocurre.

Esa es una parte de la ofensiva de Trump. Ataca también a otros países, también a Europa, aunque no de la misma manera. Quiere, por ejemplo, un nuevo tratado con Francia en donde, por ejemplo, la agricultura, es un tema muy sensible y que es cierto que tiene mayores costos pero también mayores estándares de seguridad. Está atacando a Europa con la cuestión de la alimentación y para ello les recuerda en tono amenazador: «Os vamos a poner mayores tarifas sobre vuestros automóviles a menos que dejéis entrar sin restricciones a nuestra agricultura en vuestro mercado alimentario interior».

Hablando de Trump, ¿qué siente cuando mira al mundo y ve a Bolsonaro en Brasil, a Erdogan en Turquía, a Orban en Hungría, a esa manada de «hombres fuertes y autoritarios» que no para de ganar elecciones aquí y allí?

No me lo preguntes porque no sé explicarlo. No sé porqué en esta época ya no parece funcionar la democracia y porqué la gente ya no parece querer defenderla. Pero creo que la Ilustración, como ideal, en general, y todos los años posteriores de progreso que trajo, es algo que debe ser defendido. Personalmente no puedo explicar la causa precisa de este giro general a la derecha. Creo que los brasileños se van a arrepentir mucho de haber apostado por Bolsonaro. No lo sé, los «hombres fuertes» han sido atractivos desde el comienzo de los tiempos.

Una activista como usted, con esa trayectoria, tanta experiencia, luchando toda su vida contra el neoliberalismo como el Quijote contra los molinos de viento… ¿Cómo ve el futuro, donde encuentra pistas para la esperanza?

Yo no soy optimista, pero tampoco pesimista. No sé cómo será el futuro. Pero tengo esperanza, claro que la tengo, porque intento conservar un punto de vista, si quieres como el de la Ilustración, sobre el ser humano. Creo que la gente quiere vivir en comunidad, no quiere matarse, no quiere perder a sus hijos en las guerras, quiere tener un sustento decente y no pide mucho. A menudo pienso que los seres humanos no exigen lo suficiente; los franceses, por ejemplo, tampoco, aunque ahora parece que han empezado a hacerlo gracias a los chalecos amarillos, pero muy a menudo las poblaciones no piden ni exigen lo suficiente y les responden «OK, está bien, es suficiente…». Son demasiado amables.

Si la pregunta es porqué sigo en la brecha, ahora que dentro de dos meses cumpliré 85 años… estoy aquí porque pienso que los temas a tratar son importantes, quería estar en Gernika. Pero ya no acepto todas las invitaciones, no tengo fuerzas para atenderlas, antes decía que sí a muchas más. Tengo la esperanza de que la gente se unirá en la defensa de los temas correctos y que son fundamentales. Creo que tenemos que preocuparles más a nuestros adversarios. Siempre se lo digo a la gente: No seáis demasiado amables, no penséis que no tenéis adversarios. Manteneos firmes y activos.

En un mundo ideal, todos estarían a favor de la paz y de la cultura, pero tenemos ahí fuera una minoría muy poderosa, la «clase Davos», que invita a los políticos a sus reuniones, pero en un 85% es negocio, bancos, grandes multinacionales, lobbies que los sirven; no es, en absoluto, una cuestión de política. Esa gente no está ni por la paz ni por la cultura, está para hacer dinero y dejar en las cunetas a la gente. Yo creo que este sería un buen momento para recordar a Tony Benn, el histórico parlamentario laborista británico que heredó el título aristocrático de su padre, lo que le daba la posibilidad de sentarse en la Cámara de los Lores y no en la Cámara de los Comunes, de la que ya era miembro, un privilegio al que renunció y siempre combatió hasta que tuvieron que cambiar la ley en 1963. En su discurso de despedida del Parlamento en 2011, nos dejó una reflexión sobre el poder realmente brillante y que me parece muy útil y actual: «En el transcurso de mi vida, he inventado cinco sencillas preguntas sobre la democracia para plantear a una persona con poder: ¿Qué poder tiene? ¿De dónde procede? ¿En interés de quién lo ejerce? ¿Ante quién rinde cuentas? ¿Cómo podemos librarnos de usted? Si no pueden librarse de quienes les gobiernan, no viven en un sistema democrático».