DAVID BROOKS
IRITZIA

Saludos terribles

Con el presidente Donald Trump imponiendo abiertamente un «bloqueo absoluto contra la rama legislativa del país» (en palabras del periodista especialista en tribunales del “New Yorker”, Jeffrey Toobin) y, al negarse a cooperar con las investigaciones del Congreso, anulando la posibilidad de una supervisión efectiva, que es una parte esencial de la función del propio Congreso, varios de los representantes de la cúpula política, incluida la presidenta de la Cámara de Representantes, han declarado la existencia de una “crisis constitucional”.

A la vez, no tiene precedente en tiempos modernos la descalificación y las amenazas formuladas contra cualquier oficial, funcionario o político que se atreva a criticar, cuestionar o contradecir al presidente, ni que piense en investigarlo, sea del FBI o de las agencias de inteligencia, sea un procurador, militar, juez federal y hasta, en días recientes, el propio ex abogado de la Casa Blanca.

Junto con todo eso, Trump no deja de repetir que los medios de comunicación son «el enemigo del pueblo». Hace un par de semanas, la Casa Blanca revocó las credenciales permanentes de los corresponsales. Su objetivo: intentar imponer un nuevo protocolo que permita al poder detener un mayor control. El veterano senador Patrick Leahy comentó que «eso es lo que hacen los dictadores».

Y lo anterior se combina con que se promocione el odio racial contra los afroestadounidenses y los latinos, contra los inmigrantes del sur global y contra la comunidad musulmana. La ola de temor que esto ha generado dentro de las comunidades de inmigrantes se nutre cotidianamente de la retórica oficial, así como con los actos de terror llevados a cabo por las autoridades migratorias. Un integrante de la milicia de la frontera con México citó recientemente a Hitler y comentó a su colega, mientras perseguían a indocumentados: «Debemos ponerlos en las cámaras de gas». La semana pasada, un fanático de Trump gritó en un mitin que se debería «disparar» contra los indocumentados que cruzan la frontera. Y el presidente se rió.

Este es, hay que recalcarlo, el Gobierno de los niños inmigrantes enjaulados, con una Casa Blanca que incluso piensa en enviar a los menores de edad a lo que sería un campo de concentración como el de Guantánamo.

Los grupos de odio se han multiplicado peligrosamente y el presidente ha justificado y defendido a las agrupaciones ultraderechistas, incluso después de que se hayan registrado actos de violencia. Algunos en sus reuniones han usado el saludo nazi en honor a Trump.

La violencia se nutre de este caldo de odio, desde actos racistas cada vez más descarados hasta matanzas aparentemente al azar: en 2018, en Estados Unidos murieron más estudiantes por armas de fuego en escuelas que militares estadounidenses desplegados en el extranjero.

Y ahora hay una creciente preocupación entre los opositores al actual presidente porque Trump podría negarse a abandonar el poder si es derrotado en las urnas en 2020. Antes y después de su elección en 2016, el propio Trump cuestionó la legitimidad del sistema electoral, y aún repite que hubiera ganado el voto popular (el cual perdió por casi 3 millones) si no fuera por un gran fraude, que incluiría el voto ilegal de inmigrantes. La líder demócrata Nancy Pelosi, al igual que el ex abogado personal de Trump, entre otros, han indicado en días recientes que el presidente es capaz de no permitir una transición pacífica del poder. Él mismo ha jugado con esta idea, supuestamente en broma.

Nada de esto es un secreto. Muchos lo hemos recogido en nuestros artículos durante más de dos años. Y una vez más, la gran pregunta no es tanto qué harán Trump y sus aliados, sino ¿cómo es posible que tantos, dentro y fuera de este país, lo sigan tolerando? ¿Están esperando a ver un brazo haciendo el saludo nazi?