Iraia Oiarzabal
Elkarrizketa
Christina Rosenvinge

«Lo que yo estaba haciendo y de lo que estaba hablando era algo que se ha entendido después» - Christina Rosenvinge

La mañana es gris en Bilbo y el aire fresco, especialmente en la azotea de la Alhóndiga. La metereología no ha pillado por sorpresa a Christina Rosenvinge (Madrid, 1964), que viene preparada con un abrigo azul que luce elegante en la sesión de fotos previa a la entrevista. La charla es agradable al resguardo de una pequeña sala con cómodos sofás y luz íntima. Lástima que las agujas del reloj corran tan rápido, porque esta cantautora madrileña de ascendencia danesa tiene mucho que contar. Y lo hace con cercanía, humor y honestidad. Señas de identidad que también se reflejan en su libro “Debut” (Random, 2019), donde recoge las letras escritas en su extensa discografía junto a relatos ligados a sus vivencias. «Vida y penas de una letrista», como ella indica. O, para quien se ha sumergido en sus páginas, un fabuloso «artefacto» que invita a viajar y adentrarse en veinte años de carrera artística, con reflexiones que van desde la industria cultural a la maternidad, el feminismo o la familia.

Rosenvinge se estrenó en la escena musical cuando era una adolescente con Ella y los Neumáticos. Con Alex&Christina y “Chas y aparezco a tu lado” (1988) llegó el éxito comercial. Y como ella misma relata en esta entrevista, la búsqueda de un camino propio que respetara su esencia y le permitiera hacer camino en un mundo no siempre abierto a los cambios es lo que le ha llevado a lo que es hoy. Ha llovido mucho desde entonces, pero su experiencia deja en este libro reflexiones como esta: «La letra tiene el poder de inmortalizar o de arruinar la canción, pero la canción es ante todo música, la forma de comunicación más poderosa y ancestral que existe». Y es que «ninguna forma de arte penetra el alma tan profundamente como la música».

Acaba de publicar «Debut», un libro con su discografía y las letras compuestas durante más de treinta años de carrera artística. ¿Por qué ahora?

Mientras estaba escribiendo las letras del último disco ya pensé que tenía que recopilar todas las que he elaborado a lo largo de mi carrera en un libro. Para empezar, porque soy coleccionista de libros de letras y porque muchas veces me preguntan esto de los saltos en la carrera o si me he reinventado… Pensaba que tenía que escribir un relato en el que se viera que todo en realidad es una línea continua. Por otro lado, había hecho un par de ponencias explicando los misterios o la técnica de escribir verso cantado. Quería juntar las dos cosas y darle a las letras de las canciones dignidad literaria. Y también porque el formato físico está desapareciendo. La gente las letras las escucha pero no las puede leer. Me parece importante que estén recogidas.

Me puse a trabajar en esto y busqué un editor. En un principio, estaba pensando en una editorial de poesía, pero no parecieron muy interesadas. Se lo conté a Belén Gopegui [novelista y guionista madrileña] y ella, sin decirme nada, habló con Claudio López Lamadrid, uno de los grandes editores que desgraciadamente murió en enero. Él me llamó muy interesado y, a partir de ahí, el libro empezó a crecer. La idea era crear una especie de artefacto literario que está a medio camino porque cada disco empieza con un relato y luego están todas las letras. Se trata de que la gente haga el juego de entrever de dónde han salido las letras. En unos casos es muy evidente y en otros no tanto. Lo original es que la conclusión final, el último capítulo, es un ensayo donde se explica de dónde surgen. Para mí, no tiene tanto interés autobiográfico como hacer un testimonio de la vida y penas de un letrista.

Es un juego interesante. Como dice, ha sido un ejercicio de bucear en sus vivencias y al lector le permite sumergirse y averiguar quién es Christina, lo que son sus letras… Habla de muchas cosas, por ejemplo de las resistencias iniciales en el mundo de la música, de su evolución, de reinventarse… ¿Cómo recuerda esos primeros momentos?

Una cosa es lo que uno es, y otra lo que los tiempos te dejan ser. Estamos muy condicionados por las circunstancias que nos tocan. Aunque yo realmente de donde salgo es del underground madrileño; al final de los años 80, todas las bandas del underground están fichando por grandes multinacionales y a mí me pasa lo mismo que le pasa a Radio Futura, a Dinarama o a otras bandas. Fichamos por una multinacional y esta intenta que lo que hacemos sea como más digerible para el gran público. La compañía hizo una campaña de promoción brutal y Álex y Christina se colocó en el número uno. Pero, por otro lado, lo que teníamos de banda underground desapareció. Pasábamos más tiempo haciendo playbacks en la tele que tocando en directo. Eso para mí supuso una crisis y después del segundo disco decidí dejarlo y empezar otra vez sola. Esta vez, como cantautora.

El primer disco fue muy bien recibido pero, según yo iba personalizando o radicalizando más el sonido, la compañía dejó de apostar y perdí mucho público. Lo más chocante de eso es que me di de narices contra la resistencia del propio corazón del rock alternativo, que tenía que haber reconocido ese tipo de música. Me quedé un poco en el aire y, después de hacer dos discos, me fui a Estados Unidos a vivir una aventura musical mientras me estrenaba como madre.

¿El rock le imponía ciertos muros, no solo ante posibles cambios sino también por el hecho de ser mujer?

Sí. Se juntaron los prejuicios de alguien que viene del éxito comercial, si bien la mayoría de la gente sabía que yo venía de un grupo underground, y los prejuicios sexistas. Una chica así, con una voz bonita y dulce y con un físico así se supone que no puede hacer rock.

Sin embargo, ha tenido una carrera larga en la que ha consolidado su prestigio. ¿Cómo valora a día de hoy lo logrado? ¿Persisten los prejuicios?

Yo tengo la sensación de que, en realidad, me he movido siempre en los márgenes de la industria. Nunca he estado en el centro, ni en una generación, ni me he sentido parte del movimiento indie ni del mainstream ni de nada. Por un lado, eso lo hace mucho más difícil porque no tienes alianzas, pero, por otro lado, era una enorme libertad. Y hay algo muy hermoso, que en vez de conectar con una generación determinada y haber envejecido, haberme quedado fuera, realmente la generación con la que yo he conectado más profundamente tiene quince o veinte años menos que yo.

¿A qué cree que se debe este vínculo?

Creo que es una cuestión de sensibilidades. Lo que yo estaba haciendo y de lo que yo estaba hablando era algo que se ha entendido después.

Se ve claramente en el libro. Son vivencias personales pero a la vez abarca muchísimos temas. Habla de la familia, de la maternidad, de la masculinidad… Su último disco, «Un hombre rubio», tiene estos como temas centrales. ¿Por qué?

La familia es el origen de lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Es el origen de nuestros traumas y también es nuestro colchón en los momentos difíciles. Además, analizar las relaciones familiares es un pozo de iniciación sin fin. En el libro es verdad que hablo de la cuestión de la maternidad porque es algo de lo que hay que hablar ahora. Hay que hablar de cómo se soluciona el dilema entre carrera profesional o maternidad. Porque las mujeres nos enfrentamos a esta dicotomía de qué elegimos y dónde ponemos nuestras fuerzas; y creo que aportar nuestra experiencia es útil para los demás. Además, en el mundo de la música y el arte en general, hay ejemplos de mujeres que nos retiramos por la crianza. Te quedas fuera de circuito. Creo que son cosas que hay que señalarlas y describirlas. Tras ser madre, cuando volvía a ir de gira con “Verano fatal” (2007), recuerdo que leí una crítica que decía que ‘qué bien le ha venido Nacho Vegas para coger fuerza, inspirarse y hacer este disco’»… Y yo decía, ¿por qué lo tenéis que relacionar con él? Tenía que ver precisamente con que me había separado del padre de mis hijos, hay custodia compartida y tengo tiempo. Hay que tener en cuenta esto. Patti Smith, por ejemplo, estuvo 17 años retirada mientras se dedicaba a la crianza. Luego volvió e hizo sus mejores libros.

¿Se tiende a cuestionar o relacionar a la mujeres con sus relaciones sentimentales y familiares desvinculándolas de lo que son como artistas?

Sí. El libro, de hecho, es la descripción de un idilio. De un idilio con la música. El verdadero amante que está ahí desde el principio hasta el final y con quien estás viendo cómo te relacionas, con quien tienes crisis y buenos momentos… todo esto que representa una relación amorosa lo tienes realmente con la música.

La fuente de inspiración suele ser uno de los grandes interrogantes sobre los artistas. En su libro refleja que siempre van ligadas a las vivencias del momento.

Es una mezcla. Lo que me cuenta la gente que me rodea, conocidos y completos desconocidos con los que me pongo a hablar en cualquier momento, es la primera fuente de inspiración. Luego, la segunda por supuesto son la poesía, la literatura y la música. Saco muchísimas historias de la prensa, viendo documentales e intentando entender un poco el mundo. Lo que hago yo y hacen muchos artistas es diseccionarte a ti mismo. No porque creas que tu vida es interesante sino porque a través de ti estás diseccionando al ser humano. Cuando, por ejemplo, estás hablando de la muerte del padre no es la muerte de mi padre sino la muerte de todos los padres. Siempre lo que una debe intentar es no quedarse en una misma sino intentar hablar de lo universal.

Uno de los temas candentes y del que me gustaría que hablásemos dada su trayectoria personal y artística es el feminismo. ¿Cuál es su lectura del momento actual?

Yo ni en mis mejores sueños podía pensar hace veinte años que ahora iba a estar yendo en bicicleta y hablando de feminismo todo el día. Porque han sido siempre mis dos asuntos, los que me tocan más directamente porque tienen que ver con mi día a día. Me he identificado como feminista desde la adolescencia. Nunca tuve ese momento de fantasía de la igualdad, que es algo muy divertido, porque tengo muchas amigas mucho más jóvenes que crecieron en la fantasía de la igualdad y luego se dieron de bruces contra la realidad. Yo no tuve nunca esa sensación. Evidentemente, no tengo la situación de mi madre o de mi abuela, pero siempre me pareció que estábamos muy lejos de lo que se nos vendía que teníamos.

En este momento, yo creo que es imparable. Es una forma de pensamiento, es progresista, es evolutiva, es natural, no es casual que esté ocurriendo ahora y es imparable. Eso para empezar. Por supuesto, hay un movimiento de resistencia en contra. También hay que decir que ese movimiento de resistencia es el de la desesperación, por lo que tampoco creo que haya que sobredimensionarlo.

Somos muchos los que pensamos de forma feminista, y lo digo porque dentro de esta forma de pensar hay muchos hombres y me parece muy importante que estén enrolados y tengan un papel activo. Y no por altruismo ni por empatía, sino porque el feminismo también les defiende a ellos. Defiende al hombre que no se siente a gusto en una estructura patriarcal. Creo que es un momento especialmente bueno y que hay que armarse de razones para convencer a los demás. Y que no hay que entrar en el lenguaje crispado y la histeria que estamos viendo desde el otro lado. Se intenta caricaturizar a las feministas como odiadoras de hombres; nada más lejos de la realidad, por supuesto. El discurso razonado y argumentado no se quiere escuchar y se dan grandes titulares exageradísimos. Esto lo veo muy a menudo cuando hago entrevistas con prensa conservadora que, de todo lo que yo digo, escogen una pequeña frase para intentar deformar el discurso.

Uno de los valores más destacables del feminismo es la sororidad, la solidaridad entre mujeres. Al principio de la entrevista decía haberse sentido cuestionada sobre todo al comienzo de su carrera. ¿También se ha sentido así en ámbitos feministas o por parte de otras compañeras?

Por parte del feminismo no. Sí que he tenido momentos de discusión. Hay diferentes corrientes, formas de pensamiento, y está en constante evolución. Yo misma he evolucionado desde ese feminismo blanco en el que hace veinte años estaba pensando fundamentalmente en mis derechos a ahora pensar que el sexismo es una desigualdad y que hay que tratar todas las desigualdades al mismo tiempo. También entiendo que esa evolución la tienen otras personas. No soy tan rígida y el peligro en el que creo que puede caer ahora el feminismo es en crear un dogma. Creo que sería algo contraproducente.

Me gustaría tocar también el tema de la industria cultural. Ha hablado de las multinacionales, de moverse al margen de la industria… ¿Cómo ve actualmente el sector?

Las cosas han cambiado. La revolución del formato digital ha supuesto una pérdida de derechos adquiridos, sobre todo para los pequeños sellos y artistas. Toda esta cuestión del derecho a la cultura gratis ha sido promovido por las tecnológicas y las compañías de telecomunicación, que ha introducido un debate muy perverso. Resumiendo, si, por ejemplo, tú no puedes ir de gira porque eres madre pero quieres grabar discos lo lógico sería que, si esos discos están teniendo un resultado económico, ese resultado te llegue a tí para poder seguir produciendo discos. Y sin embargo, con la revolución digital lo que ha ocurrido no es que la gente deje de gastar dinero, porque la gente paga el soporte, paga Internet y se va a tragar la publicidad. Todo esto está monopolizando la rentabilidad de tu trabajo. El continente ha aplastado al contenido. Además, se hizo algo muy feo que fue intentar poner al público contra los artistas. También porque en medio estaban las entidades de gestión y las compañías discográficas que, a su vez, han hecho también un trabajo muy poco limpio. Resumiendo, los artistas somos muchas veces el eslabón más débil de la cadena y lo somos por una razón muy sencilla: este es un trabajo vocacional que no se hace por dinero, pero que tampoco puedes hacer si no es sostenible. Ahora es un buen momento. Hay una proliferación de bandas, de ideas, de creatividad… el tejido no ha parado de crecer. Siguen faltando infraestructuras de directo y protección del sector.

Decía que ha conectado con generaciones más jóvenes. ¿Cómo consume cultura la gente joven de hoy?

Me interesa muchísimo lo que está pasando. Además, tengo hijos también. Creo que están mucho más despiertos, a pesar de esta visión deformada que leo a veces en los medios de que son narcisistas y que no tienen ni idea o no saben lo que está pasando. Tienen terror a ser sustituidos por una nueva generación. Considero que hay una nueva generación que es muy consciente de que, para empezar, se tiene que enfrentar a una precariedad que nosotros no hemos sufrido. Han estudiado mucho más, han tenido una exposición constante a la cultura… lo que pasa es que ellos eligen los canales y lo que ven y escuchan. Me parece muy interesante la forma de hacerlo. Lo veo en mis músicos, que son jóvenes. Se meten en un tema y a través de Internet son capaces de indagar hasta saberlo todo.

Ahora está de lleno con el libro, ¿puede adelantarnos algún plan de futuro?

Estoy sorprendida y muy agradecida por la recepción que está teniendo el libro. Estoy finalizando también la gira de “Un hombre rubio” (2018), que ha sido una sorpresa porque pensaba que un disco que partía de la muerte de un padre, la masculinidad oscura… no iba a ser un tema muy popular y, sin embargo, lo ha sido. Lo cual, una vez más quiere decir que es muy difícil adivinar dónde se va a enganchar la gente y dónde no. Sigo tocando en directo y quiero aprovechar el libro para rescatar un repertorio que pasó desapercibido en su momento y creo que se puede apreciar.