IKER FIDALGO
PANORAMIKA

Dimensiones

En la era digital, los sistemas de representación parecen haber transformado la materialidad de la imagen en un espacio virtual. Un lugar en el que nada es real sino conformado por una serie de elementos electrónicos que acaban por formar en una pantalla un elemento que somos capaces de reconocer. La multipantalla con la que convivimos en el día a día ha sido capaz de hacer que entendamos esa superficie como un lugar de ficción que representa una captura de la vida, una foto, un vídeo o incluso una interacción a través de la tactilidad de un dedo que mueve elementos por una superficie bidimensional y lisa. Las generaciones nativas y las adaptadas a este cambio son capaces de decodificar automáticamente, y sin la necesidad de ningún proceso consciente, todos los inputs que nacen de los dispositivos portátiles. En este paradigma, la creación contemporánea, busca espacios de acción desde los que desbordar sus límites tradicionales para reinventar otras fronteras y otros terrenos para su desarrollo. La pintura como disciplina responde a un cliché en el que un material (el óleo) es depositado sobre una superficie (el lienzo) para componer una imagen. Curiosamente, y al contrario que en un smartphone, respondiendo a una operación que somos capaces de visualizar y entender. Pero si la representación está tan superada que incluso lo virtual se convierte en espacio relacional que supera lo físico y lo tangible, la pintura debe ser analizada desde ese mismo lugar. En nuestro contexto como sociedad, lo pictórico no compite contra la sobreestimulación de la imagen. Su posición actual entra en unos terrenos en los que ninguna pantalla HD puede responder, desde su aparente inocencia, y actúa desde lugares como lo matérico, la poética del gesto y su capacidad transformadora de la manera de ver el mundo.

El Museo Guggenheim inauguró el pasado mayo una muestra en torno al trabajo pictórico de Gerard Ritcher (Alemania, 1932). La prolífica carrera del autor alemán llega a Bilbo para mostrar una de sus vertientes más reconocibles. “Marinas” es una exposición que recoge hasta el 9 de setiembre la pintura realizada desde fotografías instantáneas aparentemente disparadas sin ninguna pretensión artística. Hay un juego del engaño en el que pintura y fotografía parecen entremezclarse sin saber dónde acaba una y empieza la otra o incluso sin reconocer qué parte es una o que parte es otra. La superficie lisa y los desenfoques parecen situarnos en un lugar en el que lo figurativo se diluye, tendiendo hacia una abstracción en ocasiones casi monocromática que nos lleva a estar enfrentándonos a masas de pigmento que tan solo evocan aparentes horizontes. En otras piezas el realismo es mucho mayor y aun así, a pesar de ser lienzos realizados algunos de ellos antes de 1970, nuestro conflicto con el aparente origen digital persiste. Esto no solo denota un virtuosismo técnico, verlo desde ese punto puede hacernos caer en un análisis rápido y algo simple. Junto con la destreza subyace un discurso en torno a los límites de la visión y a las formas de interpretación. De manera casi visionaria, Ritcher plantea una posición crítica que va más allá de la mera disciplina y nos empuja a desglosar nuestra propia relación como público consumidor de imágenes.

La Galería Lumbreras, también en Bilbo, propone la muestra “Enrique Brinkmann/Simon Edmondson”, una decisión comisarial para mostrar parte de la colección de la galería, que encuentra en esta propuesta doble una vía para entender dos maneras diferentes de entender la pintura. La abstracción de Enrique Brinkmann (Málaga, 1938) encuentra en la figuración de Simon Edmondson (Londres, 1958) una compañera de viaje que acaba por desdibujarse y diluirse hasta reclamar una mancha muy potente. Una convivencia bien avenida que podrá verse hasta el 13 de setiembre.