MIKEL INSAUSTI
CINE

«El silencio de la ciudad blanca»

El próximo 25 de octubre se estrena en los cines “El silencio de la ciudad blanca” (2019), adaptación para la pantalla grande de la novela homónima escrita por Eva García Sáenz de Urturi, primera entrega de la “Trilogía de la ciudad blanca”, que completan las posteriores “Los ritos del agua” y “Los señores del tiempo”. La versión cinematográfica estaba cantada, tratándose como se trata de un libro que ha vendido más de un millón de ejemplares, y que habiendo sido publicado por la editorial Planeta, la correspondiente película estaba destinada a ser distribuida por DeAPlaneta, con una producción de Atresmedia (Mercedes Gamero) y la productora Rodar y Rodar.

Para Daniel Calparsoro es lo que se entiende por un trabajo de encargo, dentro de una dinámica que el cineasta conoce muy bien, y que forma parte de una industria que en la actualidad depende de los canales televisivos y de las plataformas digitales. No está de más recordar que el joven Calparsoro, que venía de formarse en EEUU, empezó su carrera en Euskal Herria de forma independiente y autoral. Fueron sus cuatro primeros largometrajes, ligados a su entonces pareja sentimental, la actriz Najwa Nimri, los que le dieron un nombre. Después de “Salto al vacío” (1995), “Pasajes” (1996), “A ciegas” (1997) y “Asfalto” (2000), decidió enfocar ya su futura filmografía hacia el cine de género, con su incursión en el drama bélico “Guerreros” (2002). Pero su thriller de suspense “Ausentes” (2005), con el que perdió varios años intentando hacer el remake anglosajón en Hollywood, le provocó un paréntesis profesional para el que encontró refugio en la televisión. Su vuelta al cine siete años más tarde con “Invasor” (2012) le devolvió de lleno a los rodajes de largometrajes, y a continuación de la automovilística “Combustión” (2013), vino la exitosa película de atracos “Cien años de perdón” (2016). Y así hasta su décima realización, “El aviso” (2018), que le ha abierto las puertas de este undécimo ambicioso proyecto.

Con una trayectoria consolidada que le sirve de seguro aval, Calparsoro se pone al frente de una producción técnica y artística de nivel, que de paso le ofrece la oportunidad de volver a rodar en su país de origen. Todas las localizaciones pertenecen íntegramente a Gasteiz y otros rincones de Araba, contando con Josu Inchaustegui como director de fotografía, encargado de captar el ambiente sombrío de una historia de ficción que arranca con el hallazgo por parte de unos arqueólogos de un par de cadáveres en el claustro de la Catedral Vieja. Del tono épico de esa y las situaciones inquietantes que le siguen se responsabiliza el internacional Fernando Velázquez, como compositor de la banda sonora.

El otro aspecto fundamental ha sido la elección del reparto, con la dificultad añadida que siempre entraña dar con unos rostros que no traicionen a los personajes literarios en los cuales se inspiran. Se puede hablar de un elenco bastante completo, que busca equilibrar la veteranía y aplomo del plantel de secundarios con el riesgo que implica el apostar por actores y actrices jóvenes para los roles principales.

Para el papel central del inspector Unai López de Ayala, que lidera la investigación policial, se ha pensado en el ascendente Javier Rey, popularizado por la serie televisiva “Fariña”, claro que con un aspecto externo totalmente diferente al que mostraba en aquel relato retrospectivo. Como compañeras de uniforme cuenta con Aura Garrido y Belén Rueda como las respectivas Estibaliz y Alba.

Manolo Solo hace del periodista Mario y, a última hora, se ha cambiado a Jordi Mollà por Alex Brendemühl para desdoblarse como los gemelos Ignacio y Tasio. También hay desempeños vitales para Kandido Uranga, Itziar Ituño y Ramón Barea.

La película va a incidir en el influyente aspecto de las redes sociales, desde las que se dificulta la resolución de un caso ya de por sí complejo en pos del asesino ritual.

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