Pablo Gómez y Lacey Bonacci
A un año de las elecciones en EEUU

2020: ¿Rojo o azul?

Dentro de un año (3 de noviembre de 2020), los estadounidenses tendrán la oportunidad de continuar con el polémico presidente republicano Donald Trump y su nuevo y popular lema «Keep America Great!» o volver a la senda de la moderación demócrata, se supone, con un candidato todavía por decidir. Actualmente, los demócratas se enfrentan en debates televisivos al mejor estilo americano. Sean cuales sean los ganadores, demócratas o republicanos, el patriotismo de ambos siempre quedará patente, es algo que va en su ADN.

Buscando una muestra de cómo laten los corazones rojos (color identificativo de los republicanos) y los corazones azules (color de los demócratas), aprovechamos las carpas informativas instaladas por ambas formaciones en una feria celebrada en el condado de Nevada, estado de California, para intentar conocer de primera mano las sensaciones que se perciben de cara a las próximas elecciones. Queda justo un año para que la ciudadanía estadounidense se decida por una nueva Presidencia.

La popular bandera estadounidense es algo con lo que uno se topa desde que pone el pie fuera del avión: en el transporte público, en un local de comida rápida, en una gasolinera, en los barrios residenciales… No importa dónde. Todos los estadounidenses se cobijan, con sus diferencias, bajo la misma bandera. Independientemente de tener una u otra manera de entenderla, constituye un símbolo muy respetado.

Dentro de la feria, la primera parada para palpar la opinión sobre las próximas elecciones –previo encuentro con un joven parecido a un cowboy que porta una camiseta con el nuevo lema de Trump– es la carpa republicana.

Muy cálidos en cuanto a su predisposición para hablar y de trato amable y cercano, los representantes del partido Chris, Gary, Doug y Hilde –única mujer en ese momento– dan todo tipo de respuestas a las cuestiones que les planteamos.

Primera pregunta: ¿Volverá a ganar Donald Trump las elecciones? La respuesta de Chris, un hombre de considerable estatura y camiseta roja, es rápida y fulminante. «Ganará Trump al 300%. Es un maestro de la estrategia», dice seguro de sí mismo. Ante semejante confianza, no existe opción a réplica.

Continúa el «interrogatorio» a estos representantes republicanos en el stand de Nevada. Al ser preguntados sobre las principales preocupaciones de los estadounidenses, los cuatro coinciden en sus respuestas: «Queremos hacer crecer la economía en los Estados Unidos; confiamos en que nuestro Gobierno revierta ciertas restricciones ambientales, como las emisiones de CO2 u otros contaminantes del aire causados por la producción industrial, para aumentar las ganancias potenciales». A la vista de los argumentos esgrimidos, no parecen muy preocupados por el cambio climático.

La primera sorpresa en este encuentro llega con una aportación de Gary, una opinión que Chris reconoce apoyar «fervientemente»: «Estados Unidos necesita usar la energía nuclear, ya que es la más eficiente y la que utiliza menos recursos».

El uso de armas de fuego. El siguiente disparo –y valga la redundancia– va dirigido a otro tema escabroso: el uso de las armas. Así reza textualmente la polémica segunda enmienda: «Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas». En este punto, la canción se sigue entonando al unísono y no hay discrepancias entre estos cuatro representantes republicanos; reconocen sin tapujos no tener problema alguno para defender que cualquier ciudadano pueda usar armas de alta capacidad si fuera necesario.

Cuestionados por los tiroteos que han tenido lugar en El Paso y Dayton el pasado mes de agosto, hacen hincapié en tres razones que supuestamente han desencadenado estos sucesos. A su juicio, una de ellas es el uso de videojuegos violentos desde una edad muy temprana. El segundo argumento que sostiene su discurso es la enfermedad mental. Las personas que realizaron estas matanzas eran, desde su punto de vista, enfermos mentales. Por último, y como tercer eslabón en esta cadena de razonamiento justificador de los tiroteos, es el proceso llamado background check. Se trata de un proceso previo a la compra de armas, donde la Administración realiza preguntas como ¿es usted fugitivo de la justicia?, ¿ha estado recluido en alguna institución mental?, ¿ha sido condenado alguna vez por delito grave? Las leyes son diferentes en cada Estado y algunos resultan más restrictivos que otros. Menos del 50% de los Estados practica este background check, por lo que en los Estados que no se hace uso de este proceso previo se supone que es aún más peligroso e incontrolable el uso de armas. Es decir, cualquiera puede comprar un arma.

Rifles rosas. Llegados a tal peliagudo punto, Chris, muy participativo en la charla, entra nuevamente en acción y vuelve a sorprender con su declaración. «Los rifles de asalto pintados de color rosa disuadirían a las personas de comprarlos para cometer un tiroteo masivo; no tendrían estas personas la sensación de sentirse poderosas si el arma estuviera pintada en ese color».

Tras este –por lo menos– peculiar comentario de Chris, la única fémina del grupo, Hilde, explica por qué tiene un arma en su casa. «Sucedió hace tiempo. Un hombre entró en mi casa a robar. Rápidamente me protegí en casa de mi vecina y llamé a la Policía. Esta tardó más de 30 minutos en llegar. Dada esta angustiosa experiencia, decidí comprar un arma para tener la opción de proteger mi hogar y a los míos».

Antes de la despedida, un último tema sobre la mesa: el racismo y las desigualdades en Estados Unidos. El incombustible Chris vuelve a la carga. «No creo que exista un problema con el racismo en nuestro país». Así de contundente. Doug, Gary y Hilde asienten con la cabeza tras escuchar las palabras de su compañero y aprovechan la ocasión para defender al presidente del país. «Trump es percibido como un racista, pero no lo es; necesita hacer más gestos de cara a la opinión pública para demostrar que no es racista», afirman, siendo este comentario lo más parecido a una crítica dirigida a Donald Trump durante toda la conversación.

Como despedida, una invitación. Fotografía con la figura de cartón y a tamaño real del presidente Trump. Tuvimos que desestimar la oferta.

Rumbo a los demócratas. Tras salir de la carpa republicana, un rápido hot dog a modo de tentempié mientras se desarrolla el concurso de comedores de gelatinas ante un entregado público y continúa el recorrido por la feria hasta la carpa demócrata, muy alejada de la instalación republicana. Steve, Nancy y Kathleen son los anfitriones.

Pregunta de rigor también para ellos: ¿Destronarán a Trump en las elecciones de 2020? Es Steve quien toma la portavocía, mientras el resto de sus compañeros atiende a los posibles votantes que se acercan a su stand. «Tengo mucha confianza en nuestra victoria en 2020. Las encuestas preelectorales nos otorgan la victoria. Creo que son muy fiables a día de hoy».

Uno de los puntos calientes del partido azul es la elección de su candidato para enfrentarse a Trump. Steve se muestra dubitativo en su respuesta, dado que hay muchos candidatos (veinte, concretamente), y entre ellos hay cuatro nombres que resuenan con fuerza: Joe Biden, Elizabeth Warren, Bernie Sanders y Kamala Harris. El veterano Bernie Sanders es la diana de la siguiente pregunta y Steve se moja en su respuesta. Le otorga una pequeña ventaja a este candidato por su dilatada experiencia, aunque también entra en juego la opinión que tienen varios demócratas sobre él, al considerarlo un político socialista. «Sanders es un capitalista progresista», apuntilla Steve.

La posesión de armas es también un tema a tratar en la mesa de los demócratas. La respuesta que se recibe a este lado de la feria es totalmente opuesta. Steve sí cree necesario que las restricciones en la venta de armas sean mucho mayores y estima que este es uno de los grandes problemas a solucionar de forma definitiva en Estados Unidos. Coincide con sus antagonistas políticos en que los llamados background checks deberían ser más restrictivos y que deberían aplicarse en todos los estados para que la compraventa de armas sea un hecho más controlado. También se declara partidario de limitar el número balas mediante el uso de cargadores con menor munición.

La cuestión del racismo también llega a la carpa azul, donde se reconoce que la situación ha mejorado en los últimos tiempos, pero todavía no lo suficiente. Están convencidos de que con una victoria demócrata se producirá una mejora progresiva, aunque no espectacular a corto plazo.

Steve, ya acompañado por Nancy y Kathleen, hace referencia a otra de las claves de la política estadounidense: la salud. Asegura que los demócratas quieren conseguir cambios, basándose en el modelo de seguridad social de la Unión Europea, o al menos logrando seguros de salud que tengan más coberturas y sean más baratos. «Los americanos pagamos mucho por nuestro seguro de salud, si no tienes la suerte de que te lo faciliten, por ejemplo, trabajando en una empresa fuerte».

A vueltas con el sistema. Para conseguir la ansiada victoria demócrata y realizar todos estos cambios, consideran necesaria una actualización del Colegio Electoral. ¿Qué es el Colegio Electoral? Es el cuerpo de compromisarios electos encargado de elegir al presidente y vicepresidente del país. Hoy en día está formado por 538 electores. Los ciudadanos de Estados Unidos no votan directamente al candidato a la Presidencia, sino que lo hacen a favor de los electores. Digamos que votan a su candidato a través de los electores. El candidato que recibe la mayoría de los votos del Estado gana todos los votos emitidos por los electores de ese Estado.

Steve, Nancy y Kathleen entienden que los demócratas salen notablemente perjudicados con la utilización de este sistema. Su aspiración es que el partido que gane el voto popular sea el partido que gane las elecciones y no quieren que el presidente sea elegido a través del Colegio Electoral.

Ponen como ejemplo las últimas elecciones, donde Trump ganó el voto electoral con 304 votos, obteniendo Hillary Clinton 227. Sin embargo, en lo referente al voto popular, el actual mandatario consiguió 62.984.828 votos y Hillary Clinton, 65.853.514. Ya es la quinta ocasión que sucede esto en la historia de EEUU. En el 2000, George Bush ganó a Al Gore en el voto electoral, pero Gore tuvo mayor apoyo popular.

La tarde cae y comienza el espectáculo del rodeo. En el cielo se atisba una distancia bastante lejana, una figura en parapente portando una bandera estadounidense de descomunales proporciones, mientras una joven canta el himno americano a capella. Entre el público se entremezclan simpatizantes de uno y otro partido, pero durante el cántico del himno todos mantienen una actitud similar: silencio sepulcral, de pie y una clara mayoría con la mano en el corazón.

Dentro de un año se decidirá el futuro próximo del país. Existen dos posibilidades; la vuelta a la senda demócrata bajo la alargada sombra de Barack Obama, o la continuidad del actual presidente, el polémico Donald Trump. Hagan juego, esto es América.

EL SUELO DE TRUMP Y EL VUELO DE WARREN

Texto: Dabid Lazkanoiturburu

 

El magnate neoyorkino ha sido, durante los tres años de su legislatura, uno de los presidentes con peor valoración de la historia del país. Pero, pese a concitar recelos de buena parte de la población, cuenta con un suelo de un 40% de apoyos sólido y, hasta ahora, a prueba de todo tipo de reveses y errores de bulto, como el proceso de impeachment (destitución) en su contra, y el reciente escándalo en torno a su decisión, seguida de una marcha atrás, de celebrar el g7 de 2020 en su campo de golf.

Además, y pese a las críticas republicanas a su decisión de retirar las tropas de Irak y de otros desmarques, parece poco probable una rebelión contra Trump en el Old Party. Menos desde su electorado, que le sigue apoyando en un 90%, amamantado por las diatribas xenófobas y los guiños ultraconservadores de un presidente que sabe regalarle los oídos.

Las guerras aduaneras contra China, Europa... con sus fuegos de artificio, apuntalan además ese voto proteccionista en lo económico y aislacionista en lo político que le dio la victoria en 2016 al permitirle vencer en estados claves postindustriales (Russ Belt) claves.

Si a ello unimos unos buenos datos macroeconómicos y de empleo, los demócratas, enfrascados en una dura pugna por la candidatura, no lo tendrán fácil no ya para vencer a Trump en número de votos (Hillary Clinton le sacó 3 millones hace tres años) sino para acabar con esa fórmula binaria ganadora del magnate.

A escasos meses del inicio de las primarias, la senadora por Massachusetts, Elizabeth Warren apunta como favorita tanto en Iowa como en New Hampshire, lo que la catapulta como rival de Trump en los mencionados estados claves.

Su candidatura, que parte de una férrea defensa de la sanidad pública y de un sistema impositivo progresivo, se beneficia de la edad (78 años) y los rumores sobre el estado de salud del socialista demcrático Bernie Sanders, y del pinchazo del expresidente Joe Biden, debilitado por las sospechas de corrupción de su hijo que, paradójicamente, están en el origen del proceso de impeachment.

Con todo, la batalla entre los demócratas se anuncia dura y la duda reside en si el damnificado de su desenlace será el electorado que exige un giro a la izquierda del partido o el votante tradicional de centro, que vota ayer republicano y hoy demócrata; o viceversa.