TERESA MOLERES
SORBURUA

Injertos en frutales

Los frutales pueden multiplicarse por vía vegetativa –la mejor manera de conservar sus cualidades, forma, color y el sabor de sus frutas– y por vía generativa, que es la que se consigue por medio de semillas. Por ejemplo, si sembramos pepitas o una nuez, obtendremos una descendencia que será probablemente diferente del árbol del que se origina, y que puede incluso sorprendernos positivamente. Sin embargo, solo con un injerto se logra la variedad elegida. También en numerosas plantas ornamentales, como rosales y lilas, su multiplicación se realiza por este medio.

La fórmula consiste en poner en contacto directo los tejidos del injerto, puede ser un fragmento del esqueje de la rama de la variedad elegida, con los tejidos del portainjerto. Una ligadura o un mastic (masilla para injertos) facilitan la operación de unión. Para favorecer la compatibilidad entre estos dos elementos –injerto y portainjerto–, deben pertenecer a la misma especie, manzano con manzano, o a un mismo género, Prunos para los frutales de hueso con la única excepción del peral, que a menudo se injerta sobre un membrillo, Cydonia.

En el frutal, el portainjerto en la parte de abajo incluye el sistema radical –conjunto de raíces– y una parte del tallo o tronco. Y el injerto constituido por un pequeño esqueje con varias yemas formará la copa o parte superior del nuevo ejemplar con sus ramas, hojas, flores y frutos. La parte de arriba injertada tiene las características de la variedad frutal deseada por el agricultor. El portainjertos aporta el sistema radicular que absorbe del suelo el agua y las sales minerales que necesita todo el árbol. Antes de proceder a injertar hay que estudiar las características del suelo: pH, nutrientes, salinidad y posibles plagas para optimizar el resultado final.

Con los injertos se consigue un adelanto de la floración varios días cada temporada; mejorar la calidad de la fruta –en los cítricos, el naranjo Poncinus trifoliata injertado en el limonero Citrus jambhri tiene frutos más jugosos y piel más fina–; y mayor resistencia al frío, a suelos problemáticos y a enfermedades. En contraposición, las plantas injertadas tienen una vida más corta porque la unión del injerto dificulta algo la nutrición de la raíz que envejece antes y, como resultado, afecta a todo el árbol.