MIKEL INSAUSTI
CINE

«Sumendia»

El cineasta viajero Miguel Ángel Jiménez hace tiempo que tiene instalado su campamento base en Euskal Herria, y su último trabajo lo presentó el pasado año en el SSIFF dentro de la Gala EITB con el título original de “Sumendia” (2019). Su distribuidora Filmax ya ha anunciado fecha de estreno para el 24 de abril, día en que llegará a las salas con el título de “Una ventana al mar”. Se trata de una coproducción con Grecia, que ha contado también con la ayuda del fondo Eurimages, hasta completar un presupuesto cifrado en 1.350.000 euros.

La relación con el cine griego, que conoce bien, le viene a Jiménez de cuando fundó su productora Kinoskopik, con la que produjo el documental cinéfilo de Alberto Morais “Un lugar en el cine” (2007), en el que salía el maestro Theo Angelopoulos. Antes de rodar allí su último largometraje utilizó localizaciones del centro de Atenas para el corto “Kafenio Kastello” (2018), que le sirvió como toma de contacto con el equipo heleno.

“Sumendia” se rodó durante cuatro semanas en la isla de Nisyros, en el Dodecaneso del mar Egeo. Una quinta en Atenas y una sexta en Bilbo, gracias a la experiencia que este cineasta nacido en Madrid posee en producciones desarrolladas en contextos internacionales. Su cortometraje “Las huellas” (2003) fue coproducido por el finlandés Aki Kaurismäki, y años más tarde se recorrería Europa del Este con sus largometrajes “Ori” (2009), que transcurría en Tbilisi y las montañas del Cáucaso, y “Chaika” (2012), que lo hacía en Kazajistán y otras antiguas repúblicas soviéticas. Ambos títulos fueron presentados en Donostia dentro de la sección New Directors, al igual que su documental gastronómico “Y en cada lenteja un dios” (2018), que se presentó en la sección Culinary Zinema. Fue una iniciativa de su colaborador y guionista Luis Moya, hermano del chef Kiko Moya del restaurante alicantino de L’Escaleta. De que su filmografía no conoce fronteras da fe también su incursión en el género de terror con “La mina” (2016), protagonizada por el cantante Matt Horan, y que convirtió una vieja mina asturiana en un oscuro escenario de la América profunda.

El contraste de paisajes lo tiene muy interiorizado el cineasta, y en “Sumendia” encuentra un fiel reflejo en el estado anímico de la protagonista, una mujer de mediana edad que se ve obligada a dejar su trabajo de funcionaria en Bilbo cuando le detectan una grave enfermedad, por lo que decide hacer un viaje a las islas griegas que le ayude a desconectar. De repente, su entorno se vuelve hostil y dramático, tal como lo ilustra la fuerza de las olas del brumoso mar Cantábrico contra las rocas, mientras que a orillas del Egeo todo es calma y luminosidad en un auténtico remanso de paz.

Pero lograr el merecido descanso no le será tan fácil a nuestra viajera, en principio porque la acompañan sus dos mejores amigas y sus respectivas parejas, y en la distancia porque su hijo la presiona para que vuelva y siga el tratamiento oncológico. El primer paso lo da cuando deja el destino inicial ateniense y se escapa al Dodecaneso con las chicas, librándose de ellos. El siguiente y decisivo será al conocer la isla de Nisyros, en la que disfruta de sus paseos solitarios en motocicleta.

Además, el que puede ser el último y gran amor de su vida le sobreviene al conocer a Stefanos, un pescador nativo de esponjas junto al que se siente revivir. De ahí la tentación que se apodera de ella para poner un epílogo feliz e ideal a su existencia.

Emma Suárez interactúa muy bien como pareja romántica con el actor heleno Akilas Karazisis, y todo fluye con naturalidad y honda verosimilitud, sin caer nunca en efectos melodramáticos gracias a una actitud vitalista y nada negativa. A la actriz le sirvió como terapia tras la pérdida de su gran amigo, el artista gráfico Ceesepe. Igual motivación movía al director Miguel Ángel Jiménez, afectado por el fallecimiento de su madre.

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