Joseba Iturria
Elkarrizketa
Joseba Beloki

«Mi salto fue el podio del 2000, aunque no me acuerdo de nada. Estaba bloqueado» -Joseba Beloki

El 1 de julio del 2000 Joseba Beloki cumplía su sueño de debutar en el Tour sin imaginar que tres semanas después se iba a convertir en el tercer vasco en subir al podio de los Campos Elíseos tras Roger Lapébie –ganador en 1937 y tercero en 1934–, y Miguel Indurain, dominador desde 1991 a 1995. El lazkaotarra subió al podio en sus tres primeras participaciones –ningún vasco lo ha logrado después– y en la cuarta, cuando era segundo en la general y veía más accesible a Lance Armstrong, sufrió una caída al atacarle en la bajada del col de Mense y una fractura de fémur. Veinte años después de un podio que no recuerda porque se quedó bloqueado, repasa ese Tour y una trayectoria que solo fue posible porque pidió a la Diputación de Araba su aportación económica al Euskaltel-Euskadi. Reclama el triunfo del Tour del 2002 y asume que su carrera estuvo marcada por su caída y que acabó por una Operación Puerto que afectó al Liberty, al que no dejaron salir en el Tour de 2006 cuando él ya estaba en Estrasburgo para disputarlo.

Lo más curioso es que subió a profesionales por la aportación de la Diputación de Araba al Euskaltel.

Fue una época difícil, porque en las vueltas andaba bien y tenía un buen palmarés. Tocamos puertas, pero me encontré sin equipo con Aitor Kintana, que ese año anduvo mucho, y llevamos unas cartas de la Fundación Euskadi pidiendo dinero al diputado general. Aquello fructificó y pasamos. Tengo una copia de la carta en casa con mis contratos. Pasar dependía de la aportación de la Diputación, pero no era una imposición, estábamos de acuerdo en todo lo que ponía.

¿Su caso demuestra que hay que dar oportunidades a los jóvenes? Porque un podio en el Tour pudo dejar el ciclismo sin poder pasar a profesionales...

Seguro. Tenía mucha relación con Sebastián Pozo, masajista de la ONCE, y Manolo Saiz no me quiso. Javier Mínguez vino a fichar a Ernesto Manchón y me dijo: «Vas bien, pero eres pequeñajo y ahora se llevan ciclistas altos». Siempre he agradecido a la Fundación la oportunidad. Yo la tuve, pero muchos no pasaron, como Luis Mari Urizar, de Villabona, el caso más claro de corredor perdido por el ciclismo vasco. Coincidí con él en Kaiku, andaba muchísimo, nadie le dio la oportunidad y pasaron otros de menos nivel.

Y aprovecha la oportunidad enseguida y como neoprofesional casi ganó el Tour del Porvenir en 1998.

Haimar Zubeldia y yo dimos un salto de calidad enseguida. Nos acoplamos a la categoría, fuimos a la Volta a Portugal y lo que sufrimos nos sirvió de mucho. Rubén Gorospe me animó para terminar. Fue acabarla en agosto con un calor de miedo e ir al Tour del Porvenir, con una actuación sensacional. No lo gané por el frío, por no ponerme la ropa que debía para un descenso de alta montaña. Lo ganó Rinero, cuarto del Tour de ese año. En las subidas, Txema del Olmo y yo estábamos con él. Yo iba de líder en la última etapa, arranqué en la Madeleine, vino Txema por detrás, le esperé y nos juntamos, pero nevaba muchísimo. Pagué la novatada. Pasé de coronar el primero vestido de amarillo a quedarme helado en el descenso. Nos cogieron y pasaron. (Llegó a Courchevel 12º a 17:22 de Rinero y acabó 5º a 16:38). El otro día me reía con Haimar Zubeldia de aquellos dos meses que nos enseñaron muchísimo.

En el 2000 se destapa con la primera victoria en la crono de Romandía y al ser segundo en la general.

En 1999 hice cuarto en la general de la Volta y de Dauphiné, tercero en el campeonato de España, en Arrate llegué adelante... Debuté en la Vuelta, pero me lesioné el tendón de aquiles y me bajé en Salamanca. De ese Tour de Romandía del 2000 tengo un gran recuerdo. Fue mi primera victoria como profesional, no he ganado muchas y de todas tengo cosas especiales. La víspera de la crono llegué en un grupo de siete, estaba adelante en la general y salí de los últimos. Vi el recorrido y me venía muy bien. En el primer tiempo intermedio mi director Juan Fernández me dijo que iba muy bien pero, como no me había seguido nunca en una crono, pensaba que igual no me conocía. Había un repecho duro al final, llegué con fuerza y al cruzar la meta me dijeron que era virtual ganador. Siempre había hecho buenas cronos, pero esa me dio un salto de calidad mental. Es tu carta de presentación.

Lo comparo con lo que me pasó meses después en el podio del Tour. Ganas la crono, te pones líder y no te paras a pensar lo que has hecho. Pese a que al día siguiente Savoldelli me ganó la vuelta a Romandía por doce segundos, hice una valoración positiva porque en la última subida me quedé solo y me puse nervioso. Me echó una mano Rubiera. No fue suficiente para no perder, pero eso me ayudó después a ganar en El Acebo y la general de la Vuelta a Asturias.

Su primer Tour no lo prepara con la idea de disputarlo como los rivales y corre seis vueltas antes...

Una de las cosas que mejoré con el salto a la ONCE fue llevar una planificación más acorde de cara al Tour. Dejo Euskaltel ese año para ir al Festina para correr el Tour, pero para trabajar para dos líderes como Moreau y Casero. Mis entrenamientos no eran los que luego pude hacer. Iba de carrera en carrera sin presión, a salto de mata. Crecía como corredor y descansé para llegar al Tour, pero ni mucho menos para lo que ocurrió. Fue una sorpresa, aunque en la última semana tuve serias dificultades para defender el tercer puesto.

 

¿En la salida, ni en un sueño podía imaginar que tres semanas después iba a acabar en el podio?

Iba a correr la carrera de la ilusión de mi vida. Fui por primera vez al Tour al Tourmalet en 1991 y vi a Indurain coronarlo antes de lanzarse para abajo con Chiappucci para lograr su primer amarillo. La salida de Donostia de 1992 la vimos en Beasain con la familia, mi padre me llevaba a ver etapas en Iparralde... Iba con la ilusión del niño que veía el Tour en la tele y necesitaba estar ahí. Y, si una semana antes de acabar el Tour me dicen qué va a pasar, no le doy crédito.

Me pusieron en la habitación con Marcel Wust, el sprinter. Me descubrió el Tour. El primer día me dijo: «Lo que te han contado es mentira, lo tienes que vivir tú». Me dio tranquilidad. Su objetivo era una etapa y ganó la quinta. Recuerdo que Zanini me pegó una hostia por empujarle en un repecho y me sacó de la carretera. Descubrí el Tour de atrás, el de los sprinters, pero solo perdí unos segundos por una caída. Mi trabajo era estar con Wust y luego con Casero y Moreau en la montaña. Estaba adelante y en la etapa que ganó en Hautacam Javier Otxoa, en el Aubisque atacaron Chava, Hervé y Escartín. Me dijo Juan Fernández que si iba bien arrancara. Me metí en la fuga, me quedé y me mandaron parar para esperar a Moreau, que venía detrás de Armstrong. No perdimos mucho, todo iba muy bien y estaba contento hasta que llegó la etapa del Ventoux. Se quedaron Casero y Moreau. Juan me dijo que aguantara, llegué con Ullrich tercero a 25 segundos de Pantani y Armstrong y me puse tercero en la general. Ahí cambia todo. A lo de Romandía le dimos otra vuelta de tuerca y me convierto en corredor de grandes vueltas de manera circunstancial. En Pau tiraba del pelotón porque tocaba eso y la carrera me puso ahí. Todos los gregarios tienen la oportunidad de demostrar su nivel, me tocó ese día y la aproveché.

Mantuvo el tercer puesto en las últimas nueve etapas, con un final en Courchevel como test más duro. ¿Ese día volvieron los fantasmas del Porvenir?

Sí. Hay cosas psicológicas en el Tour que debes asumir para lo bueno y lo malo. Desde primera hora de la mañana me daba cierto pánico la etapa. Como en el Tour del Porvenir, encadenábamos Madeleine y Courchevel. En 1998 se me dio muy bien la Madeleine y lo perdí en la bajada. En el Tour tuve muchos problemas en la subida. Fue mi momento crítico de ese Tour y me salvó Moreau, que me arrastró hasta meta.

Ahora se habla mucho de la relación entre los líderes con la serie del equipo Movistar y yo tuve la suerte de convivir sin ninguna enganchada con Moreau, que era un corredor consolidado en el equipo, francés. Pensé que les podía interesar que subiera él al podio, pero nos lo jugamos todo los dos en la última crono. Antes de empezarla nos dimos un abrazo y nada más terminar, otro. Fue un momento que tengo guardado como uno de los más bonitos como ciclista.

¿Es esa foto del podio del Tour la más especial?

Es la que guardo con más cariño. Mi carrera ha ido de la mano de la ONCE y tengo muy buen recuerdo de la época del Euskaltel, pero mi salto fue el podio del 2000, aunque no me acuerdo absolutamente de nada. En ese podio estaba bloqueado mentalmente. Todo lo que recuerdo es lo que he visto después. No disfruté de nada, pero como foto es la más importante.

¿Cómo fue su paso de Festina a la ONCE ese año?

Traumático. Tenía contrato para 2001 y Festina me ofrece firmar por cinco años en París nada más terminar. Camino de la presentación del Tour me entero de que el equipo solo iba a seguir un año. Juan Fernández quería que siguiera y para mí era un drama que no me dejaran salir. Era el momento de renovar, no me la podía jugar a un año y veía que el equipo se desmoronaba. Fui a la UCI para que mediara porque tenía un contrato ridículo en Festina y me pusieron para salir una cláusula altísima, casi diez veces más de lo que ganaba. Hablamos con Banesto primero, tuve tres reuniones con Unzue, una con Etxabarri, y con Manolo una única llamada por teléfono y lo cerramos en diciembre. Me sentí muy bien en Euskaltel porque estaba con gente de casa, en Festina también estuve a gusto, pero yo era pro-ONCE por la forma de trabajar, por lo que necesitaba, por el ambiente... Estaban Marino Lejarreta, Luis Mari Díaz de Otazu, Sebas Pozo, Gabino Ereñozaga... gente a la que conocía.

¿En alguno de esos tres Tours vio opción de ganar? Pedían que atacara, pero acabó a diez, nueve y siete minutos de Armstrong y el podio ya era un éxito.

Esos años no tuve nunca posibilidades de ganar. Había cronos de 50 kilómetros y me metían dos minutos. En la montaña con Ullrich estaba más parejo, me sacaba 20-30 segundos, pero Lance me metía más. Ya sé que es un espíritu conservador, pero es mejor hacer podio que quinto. Otra cosa es que tengas opciones como en 2003, que lo intenté. Hasta entonces se trataba de mantener, ser consciente de lo que eres.

¿Fue 2002 su mejor año al acabar segundo en el Tour, tercero en la Vuelta y ganar en Arrate?

No estaba Ullrich en 2002. Fue un año completo, pero me quedo con el 2001. Fue muy bonito. Lástima que iba de líder en la Vuelta con un equipazo y me puse enfermo. En La Molina iba atascado, con sensación de gripe, reventé en Envalira y me tuve que venir para casa. Hice tercero en el Tour, pero estoy convencido de que era el año de poder ganar la Vuelta, que se la jugaron Casero y Sevilla. En 2002 era inviable con Aitor González, aunque estaba cerca de Heras.

 

En el Tour de 2003 era segundo en la general a 40 segundos de Armstrong, cuando le ataca en un descenso y sufre una caída camino de Gap que marca su carrera. ¿Se ha lamentado de arriesgar ese día?

Era lo que buscaba en ese Tour. Estaba diferente, me encontraba bien y Lance no iba igual. Solo se preocupaba de mí y de esa guerra se aprovechó Iban Mayo, sin menospreciar su victoria, en Alpe d´Huez el día anterior. Nunca le habíamos visto a Armstrong así. Es el Tour  que más le costó ganar, solo le sacó un minuto a Ullrich, que se quedó ese día y se cayó en la última crono. Se demostró que lo intentamos porque no iba bien como otros años. Lo intenté, me caí y ya está.

¿Cómo fue la recuperación, el paso por La Boulangère y Saunier en 2004 antes de volver con Saiz con el Liberty en 2005, en el que corre las tres grandes y acaba Tour y Vuelta con la victoria de Heras?

La de La Boulangère era la única oferta que tenía ese año. El Liberty me hizo una, iba a ir a firmar a Madrid, a Manolo le pedí unas garantías al ser una empresa nueva y no me las dieron. Me retiraron la oferta con un burofax y ficharon a Roberto Heras.

Laurent Jalabert me dijo que La Boulangère quería ficharme y firmé con muletas. Todo fue rocambolesco, pero me trataron muy bien. El problema lo tenía en la pierna y en que necesitaba tratar mis alergias y era incompatible con los franceses. Mi contrato era muy alto. Si me quedo los dos años lo habría cobrado y recuperado la pierna, porque le veo a Froome y tengo claro qué le va a pasar porque esa lesión es muy mala. Pero me pudo que quería volver a correr la Vuelta como un loco. Son decisiones que se toman. Con Saunier veo que esto se acaba, mi pierna no soportaba aquello y me tuve que retirar en Extremadura en esa Vuelta.

Hablé con Manolo Saiz, para mí era importante volver con mis masajistas, mis mecánicos, mi familia de la ONCE. Con Roberto Heras siempre me he arreglado muy bien y ganar en 2005 la Vuelta con él fue la leche. Me sentí otra vez ciclista, anduve muchísimo con el difunto Scarponi, Caruso, Igor... Estaba muy limitado, pero lo había admitido y disfruté muchísimo.

 

La Operación Puerto le impide tomar la salida del Tour de 2006 cuando estaba preparado para hacerlo y sus últimas pedaladas fueron el 4 de junio en la Euskal Bizikleta en Arrate. Llegó 14º en el puerto donde ganó en 2002 y 2003, su última victoria.

Pueden ser cosas del destino. Arrate fue mi puerto talismán, me lo dio todo de cara a la previa del Tour y tuve siempre muy buenos resultados hasta 2003. Fuimos al Tour y no pudimos salir. Que fuera mi última carrera en Arrate me lo tomo como algo especial.

¿Cómo valora no poder volver a correr después a pesar de que judicialmente nunca fue imputado ni deportivamente sancionado?

Se ha dicho que fuimos absueltos y no es verdad. Con nosotros no hubo nada, no se abrió ningún expediente, solo fuimos testigos en un juicio. De ese tema lo único que digo es que en diciembre de 1997 el ciclismo pasó de ser un deporte superpulcro para convertirse durante diez años en uno lleno de «yonquis» de la noche a la mañana. Y ahora otra vez ha pasado a ser pulcro. Me fastidia porque solo hay que coger la lista de los corredores que dieron positivo, algunos con cosas mucho más fuertes que ahora un corredor, que por su pasaporte pueden acabar con su carrera. Me da rabia esa doble vara de medir durante diez años, como le he escuchado a Froome tristemente hablar. No me esperaba eso de él, tendría que mirar a su entorno...

Su época la marcó la confesión de Armstrong. ¿Le molesta que no le den el Tour de 2002?

Si hay algo en competición, han tenido un problema con Lance y se lo quitan, quiero lo mismo que se hizo con Contador, Pereiro y con todos los demás. Si el ganador tiene un problema, el segundo pasa a ser el primero. He solicitado que los Tours tengan clasificación y me corresponde el de 2002. No veo justo que se queden algunos en blanco, aunque tampoco me voy a meter en un proceso judicial contra Lance.

Como con Haimar Zubeldia, ¿no se han valorado sus Tours porque les criticaban por no atacar?

Ves a corredores que saben que se van a quedar, pegan un ataque, no aguantan y se dice que son grandísimos atacadores y recuerdan a Delgado y Pantani. Para hacer octavo, prefiero meterme en el podio. De haber atacado habría perdido alguno de los podios porque en los tres tuve que jugármelo todo en la última crono. El primero con Moreau, el segundo con Kivilev y el tercero con Rumsas. Ya sé que nunca he sido un ganador, pero estoy orgulloso de mi palmarés.

A Abraham Olano le ha pasado lo mismo. Ha ganado una Vuelta, los dos Mundiales, tiene un gran palmarés y la gente no lo ha valorado por compararlo con Indurain. Me decían que era amarrategi, aunque defiendo al que ataca. Recuerdo a Chava Jiménez, era imparable. Solo sabía atacar, no sabía ir a rueda. Como Alaphilippe, Valverde o Landa, me gusta cuando alguien ataca y revienta una carrera, pero yo no era así.

Estás en todos los sitios, pero no tengo que valorar nada. Mi carta de presentación no es el Tour. Fui ciclista, hice lo que me gustó, pero no es cuestión de ir con mi carta de presentación a todos los sitios. Creo que sí se ha dado valor a lo que hice, como se valoró la caída. Vivimos de épocas, todo pasa y la vida sigue.

¿Su experiencia como ciclista le ha ayudado para trabajar en Radio Euskadi y Euskal Telebista?

Soy delineante, pero mi pasión era ser periodista deportivo. Mi hijo quiere serlo. Lo hemos vivido en casa. Nos ha gustado. Mi aita era lector de prensa. Mi primera oferta al dejar el ciclismo fue de Chico Pérez; me propuso trabajar en la revista “Ciclismo a Fondo” con sus hijos, aunque el gran descubrimiento ha sido la radio. Estoy encantado y he aprendido mucho. Tengo muy claro que me pongo siempre del lado del corredor. Soy técnico, no sensacionalista, y eso me ha ayudado a tener una identidad en las retransmisiones.

En “Gure Kasa” en ETB he tenido un espacio en el que voy a buscar a gente de distintos ámbitos que fue protagonista por algo. He estado con Iribar, bertsolaris, políticos..., de todo un poco. Me cuentan lo que hacen, me lo paso bien y me ha ayudado a abordar otros aspectos en la tele, sin tanto deporte. Ahora escribo proyectos y tengo bastantes ideas para presentar a productoras. Me gusta eso.