TERESA MOLERES
SORBURUA

La belleza de los troncos

Por el dibujo de sus troncos podemos dividir los árboles en cuatro categorías: en la primera estarían los jaspeados de colores diversos –en esta modalidad entran sobre todo los arces–; en la segunda, la de los tonos variados como trabajo de marquetería, incluiríamos plátanos y eucaliptus; la tercera sería para los sedosos que van desde el blanco puro, rosado y marrón claro para ejemplares como abedules y otros arces; mientras en la cuarta categoría estarían los troncos lacados como los de los prunos y ciruelos.

El arce, Acer davidii, tiene la corteza verde jade con estrías en blanco. En la variedad “Snakebart” parece la piel de una serpiente. En el Acer grisuem, la corteza se enrosca y se separa en capas muy finas. En el madroño, Arbutus unedo, la corteza marrón se desprende a jirones. Los abedules, Betula costata, son de corteza blanca resplandeciente o cremosa. En el Eucaliptus gunni, la piel aparece salpicada de crema, gris, verde y marrón. Populus tremula tiene un grafismo muy interesante. La piel del tronco y ramas del Prunus serrulata es de color marrón brillante y cuando se desprende descubre una nueva piel roja satinada, como barnizada, a la que se puede sacar brillo.

De la misma manera que el árbol cambia con los años, los troncos también lo hacen. Los jaspeados lucen mejor en sus primeros años, por lo que es conveniente que el árbol produzca ramas jóvenes con la ayuda de podas cuidadosas. Además, y para aumentar sus características ornamentales, hay que evitar las podas fuera de lugar que deforman la silueta y pueden enfermar el árbol. Es interesante observar la manera de trabajar de la naturaleza: en invierno los colores son más vivos y brillantes cuando el árbol se ha desprendido de sus hojas.

Para acertar en la elección de los árboles por la belleza de sus troncos, contamos con unas reglas paisajistas a tener en cuenta antes de su plantación en el jardín. Los árboles con corteza brillante o de colores fuertes deben ir al fondo, alejados, siempre pocos ejemplares. Los de troncos suaves y discretos, del estilo del abedul, pueden ir en hileras cercanas. Si queremos que luzcan resplandecientes, podemos limpiarlos de vez en cuando con un trapo o una manguera a presión suave y quitarles pieles viejas, polvo, musgo y líquenes.