XANDRA ROMERO
SALUD

Bilbo: la ciudad donde más alcohol se bebe

Los efectos adversos del alcohol en la salud han sido el tema de múltiples estudios en los últimos años, incluso de aquellos que afirman que su consumo moderado contribuye a más de 60 condiciones de salud agudas y crónicas. A medida que se realizan más estudios para esclarecer los efectos nocivos del alcohol en diferentes sistemas del organismo, la evidencia científica actual, parece inequívoca acerca de hacia donde se inclina la balanza. No obstante, de lo que diga la ciencia, a lo que hagan las autoridades competentes y, en última instancia, los ciudadanos, hay un trecho. El mejor ejemplo es que mientras buscaba sobre el tema, me he topado con una reciente noticia que designa a Bilbo como la ciudad donde se bebe más alcohol a nivel estatal.

Todo esto ha sido revelado a través de los análisis de sus aguas residuales. Así lo asegura la Red Española de Análisis de Aguas Residuales con Fines Epidemiológicas (ESAR-Net), en la que colabora el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC). En el estudio concluyen que, en el Estado español cada persona se bebe cada año 5,7 litros de etanol puro, al tiempo que constata la existencia de grandes diferencias a nivel local, como en el caso de la zona metropolitana de la capital vizcaina y Catalunya, que son los lugares con un consumo de este tipo de bebidas significativamente más alto que en el resto del Estado.

De modo que empecemos por el principio y sigamos con las preguntas incómodas. ¿Qué dice actualmente la evidencia científica acerca de la “seguridad” del consumo de alcohol? El estudio de revisión publicado en 2019 en la revista “Addict Health” llamado “Una revisión de los daños relacionados con el alcohol: una actualización reciente” recuerda que el alcohol es la única sustancia psicoactiva con potencial adictivo que no está controlada a nivel internacional por marcos regulatorios legales a pesar de sus profundas implicaciones demostradas para las poblaciones y la salud pública. Por lo que pareciera que hay otros intereses más allá de la salud pública.

Este estudio que revisó la literatura científica existente sobre el tema, arroja dudas sobre la ausencia de daño del “consumo moderado” e indica explícitamente que ningún nivel de ingesta de alcohol es seguro. Por lo tanto, puede ser el momento de dejar de usar la frase “uso nocivo del alcohol” al describir los efectos adversos de la sustancia, porque esta construcción implica que el alcohol se puede tomar de manera positiva. En realidad, consumir incluso pequeñas cantidades puede ser perjudicial para la salud.

Lo mismo resulta del estudio “Ningún nivel de consumo de alcohol mejora la salud”, publicado hace dos años en la prestigiosa revista “The Lancet”, en el que se realizó un análisis sistemático del “Estudio Global de la carga de enfermedades, lesiones y factores de riesgo (GBD) 2016” para 195 países y territorios, entre los años 1990-2016, siendo la estimación más completa de la carga mundial del consumo de alcohol hasta la fecha. Sus conclusiones son claras e inequívocas: el alcohol es un problema de salud mundial colosal y las pequeñas reducciones en los daños sobre la salud que suponen las ingestas “moderadas” de alcohol, se ven superadas por el mayor riesgo de otros daños relacionados con la salud, incluido el cáncer. De modo que concluyen que «no existe un nivel seguro de consumo de alcohol» o lo que es lo mismo, que el nivel de consumo que minimiza el riesgo de un individuo es 0 g de etanol por semana.

Estas enfermedades derivadas de conductas nocivas, facilitadas por entornos insalubres y alimentadas por intereses comerciales que anteponen el dinero a las trágicas consecuencias humanas, son el problema de salud dominante del siglo XXI. Esto ejemplifica mi pregunta: ¿Quién ha sido responsable de que en la pirámide nutricional española aparezcan el vino y la cerveza cómo bebida recomendada?

Y es que la Pirámide de la Alimentación Saludable incluida dentro de la Guía de la Alimentación Saludable de la SENC (Sociedad Española de Nutrición Comunitaria), a su vez, es un icono que plasma recomendaciones de alimentación dirigidas a la población general.

En ella, la presencia de bebidas alcohólicas como el vino o la cerveza aparecen bajo el nombre de “bebidas fermentadas”, y junto a la recomendación «consumo opcional, moderado y responsable». Además, en la guía encontramos afirmaciones como que «El consumo de determinadas bebidas alcohólicas se asocia con un patrón dietético más o menos saludable». Resulta curioso cuanto menos, y más aún si sabemos que el alcohol no está presente en ninguna otra guía de alimentación oficial en todo el mundo.