Xandra  Romero
Nutricionista
SALUD

Del «real food» a la ortorexia

Cada vez es más fácil oír el concepto de real food o “comida real” en nuestro día a día: los medios de comunicación, las redes sociales y hasta los adolescentes lo emplean. Este movimiento, abanderado por un dietista-nutricionista, ha calado muy hondo en la población, pero ¿es un movimiento dietético realmente saludable? ¿Está avalado científicamente?

Para ser más precisos, cuando hablamos de comida real nos referimos a todos los alimentos frescos, las materias primas, cuyo procesamiento ha sido mínimo (por ejemplo, lavado, cortado o congelado). Es decir, que este movimiento dietético tuvo como iniciativa desplazar el consumo ingente de ultraprocesados que se daba, de forma demasiado normalizada, en nuestra población.

Por supuesto, una estrategia dietético-nutricional en la que lo que se busca es priorizar la ingesta de alimentos de calidad nutricional (que nutran, no solo que llenen y aporten energía) está más que fundamentada en la evidencia científica.

Existen demasiados estudios que indican que comer comida real y evitar productos ultraprocesados previene enfermedades crónicas no transmisibles, como por ejemplo las enfermedades cardiovasculares de las que hablamos recientemente y, por tanto, está asociado a vivir más y mejor. Especialmente si se combina con otros hábitos de vida saludable, como, por ejemplo, el ejercicio físico.

De modo que a priori este movimiento tiene un objetivo claro y saludable, avalado o basado en la evidencia científica disponible, y sobre todo, algo que a mí me encanta que es rescatar esos platos o recetas de nuestras abuelas o bisabuelas basados en aprovechamiento y en combinaciones de alimentos con muchísimo sentido dietético (lentejas con arroz, por ejemplo).

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando alguien lleva este planteamiento hasta el extremo?

Pues que acaba convirtiendo algo bueno en un trastorno, en este caso, un trastorno de la conducta alimentaria.

Y este es el riesgo de que ciertos movimientos acaben por convertirse en modas. También puede tener que ver que, para fomentar este movimiento, se han utilizado las redes sociales, a través de las cuales quizá el mensaje llegue más lejos, pero con mayor distorsión y a población de riesgo.

Y esto es lo que ha ocurrido; los adolescentes e, incluso, preadolescentes, o al menos una gran mayoría, ya no quieren comer pipas y gominolas, ahora quieren ser realfooders, instan a sus padres a realizar compras más “saludables” y quizá algunos acaben enfermando por pretender ser “más sanos”.

Así, este movimiento se puede relacionar con la ortorexia nerviosa, que se caracteriza por una obsesión por una alimentación saludable y la búsqueda de una “pureza dietética extrema” que puede provocar graves trastornos físicos, psicológicos y sociales.

Los estudios que lo han investigado señalan como criterios diagnósticos para la ortorexia la preocupación obsesiva o patológica por la nutrición saludable, las consecuencias emocionales (por ejemplo, angustia, ansiedades) si no se “cumplen” dichas reglas nutricionales autoimpuestas y, por último, deficiencias psicosociales en áreas relevantes de la vida, así como desnutrición y pérdida de peso.

En un estudio clínico que intentaba determinar la prevalencia de ortorexia nerviosa en la población polaca de adolescentes y adultos jóvenes (864 personas), encontró que el 27% de los sujetos tenían riesgo de ortorexia nerviosa y que el riesgo más elevado se observó en sujetos de 13 a 16 años.

En este sentido, todavía hace falta investigar más sobre la ortorexia aunque parece que, sin ser otro diagnóstico completo, sí cumple con los criterios de trastorno alimentario, dejando claro que, aunque la intención de alimentarse de forma más saludable sea, valga la redundancia, “saludable”, en algunos casos las reglas dietéticas autoimpuestas (sobre todo si son obsesivas) tienen consecuencias perjudiciales para la salud.