Joseba Iturria
Periodista deportivo. Real Sociedad y ciclismo
Elkarrizketa
Jesús Zamora

«Ese gol lo metimos entre todos»

Fotografía: Maialen Andres | Foku
Fotografía: Maialen Andres | Foku

Pocos días después del tanto marcado por otro 10, Mikel Oyarzabal, en la final de Sevilla que dio la Copa a la Real, Jesús Zamora (Errenteria, 1955) nos permite al repasar su carrera deportiva, revivir una época diferente y única en la que dio la mayor alegría a toda Gipuzkoa, a parte de Euskal Herria, hace 40 años al marcar el 26 de abril de 1981 un gol inolvidable que dio la primera de las cuatro Ligas seguidas al fútbol vasco de la década de los 80.

¿Cómo recuerda su niñez en plena dictadura?

No tiene nada que ver con lo de ahora. En el deporte empecé con cinco o seis años. La primera copa de plata de chocolate con diez céntimos dentro la gané en una carrera pedestre con seis años. Empiezas con los amigos en la calle todo el día y en el frontón. Practicabas deportes de forma natural. De los 8 a los 19 años estudié en Don Bosco, que tenía las mejores instalaciones deportivas, y jugábamos a fútbol, baloncesto, balonmano, pelota a mano, corríamos... Fuimos campeones de Gipuzkoa de baloncesto, jugamos en la playa... Competía a todo y lo que más me gustaba era el fútbol.

Con el Don Bosco llega a ganar a la Real juvenil...

En la playa jugábamos con 13 años contra chavales de 16. En juveniles los campos estaban embarrados, el nuestro era de gravilla. Jugabas con tres años de diferencia. Te curtías rápido. No se seguía a la Real como ahora. Tras un partido en la playa con 13 años le pedí a Marcial, que jugaba en el Espanyol, el único autógrafo de mi vida. Luego jugué contra él. Como me gustaba el fútbol, todos los domingos había un partido de Liga en TVE y solía ir a verlo a casa de mi tío, que tenía televisión, pero nunca pensaba en ser futbolista. Eso viene después. Con 17 años fiché por la Real, pero seguí en el Don Bosco hasta terminar la edad juvenil, que ganamos la Copa de Gipuzkoa tras eliminar en semifinales a la Real a penaltis. Subimos a la máxima categoría con un equipo de colegio, de amigos, y Josean Ullate y yo pasamos al Sanse. Teníamos un equipazo, de pelea, menos técnico que la Real, y eso me ayudó a tener las virtudes del sacrificio y el esfuerzo.

¿Cómo fue el año y medio con Javier Expósito como entrenador en el Sanse (1973-75)?

Era otro mundo. Me tuve que poner las pilas rápido porque si no te pasaban por encima. Nos jugábamos a muerte el puesto en cada entrenamiento, que eran de tres horas. No he encontrado tanta competitividad como en aquella época. De ahí sales o no, pero vas con las virtudes de la Real Sociedad a tope. Me ayudó mucho el paso por Don Bosco y el Sanse. Cuando subí al primer equipo ya estaba preparado para jugar.

Javier tenía un carácter muy fuerte, pero para la transición de abajo para arriba fue importante porque la comunicación con Andoni Elizondo era total, como si fueran el primer y segundo entrenador de la Real.

¿Recuerda su debut en Málaga en 1975?

Estuve en el Sanse año y medio. La primera pretemporada sufrí mucho, en los primeros nueve partidos no fui titular, pero a medida que cogí el ritmo me gané el puesto. Tres meses antes de mi debut ya se comentaba que podía subir. Me encontraba en un buen momento. Estaba paseando con Lourdes, mi mujer, y vino mi hermano a decirme que habían llamado del club para notificar que al día siguiente debía presentarme en el entrenamiento con la Real. Fui a Atotxa un martes y Andoni Elizondo me dijo que me harían la ficha profesional y el domingo sería titular. Así fue mi inicio en el primer equipo hasta quince años después. No tenía miedo, venía mentalmente preparado.

Al llegar me llama la atención cómo hablan los veteranos en el vestuario el día del partido. Hay que darlo todo. Lo primero, correr y correr... Perdimos 2-0. Fue mi debut y el de Elkoro, que sustituyó a Pela Arzak en su último partido. Me sentí muy identificado y me vino bien el aprendizaje del Sanse más la aportación de los veteranos de Puertollano, que nos enseñaron lo que era el club, cómo se vivían los entrenamientos y los partidos. En todos ibas a muerte. Debuté el 16 de febrero, jugué nueve partidos hasta que en abril me tuve que ir a la mili en plena temporada.

Empezamos la pretemporada 75-76 y, en los famosos jueves de los teóricos titulares y suplentes, antes del primer partido estaba con los suplentes. Entrené a muerte y en el segundo tiempo me puso con los titulares y el domingo jugué de inicio. Esa mentalidad de trabajo y de sacrificio me hizo ser un jugador mentalmente fuerte. Llego con 20 años y había gente de 32-34. No podía ser que ellos corrieran y yo jugara. Yo voy a correr y ellos son los que juegan. Luego cuando vinieron las cosas mal dadas estábamos preparados.

Llega a la Real en la parte final de la primera temporada del equipo en Europa (1974-75)...

Y en la 75-76 jugamos una eliminatoria con el Liverpool de Keegan y Toshack, que al año siguiente ganó la Copa de Europa. Nos ganaron en Atotxa 1-3 y allí 6-0. La gente de Liverpool nos animaba. No lo vi como algo malo, sino como un proceso de maduración. Los veteranos nos enseñaron muchas cosas que vinieron bien para mejorar, a competir en los entrenamientos y ganarse el puesto. Ellos subieron de Segunda, se clasificaron para Europa y ahí entramos nosotros.

Zamora llegó al Sanse en 1973, debutó en la Real en 1975 y jugó 588 partidos oficiales con el primer equipo hasta su retirada en la temporada 1988-89. Solo le superan Gorriz con 599 y Larrañaga con 589. Fotografía: Jaunsar

 

Otro partido de Copa de la UEFA con el Inter (1977-78) marca un antes y un después en la Real.

Está la transición hecha, se conforma el equipo campeón y es una eliminatoria clave. Debíamos haberla pasado pese a perder 3-0 la ida. En los arbitrajes los alemanes e italianos tenían mucha fuerza y se decantaba la balanza a su favor. En la vuelta a los diez minutos no pitaron un penalti a López Ufarte y ganamos 2-0. Fueron dos partidos tremendos. Nos pudimos quedar cinco de cada equipo con las reglas de ahora, con unas entradas terribles. Ahí aprendimos lo que significa estar en Europa. Nos dio mucha confianza y la siguiente temporada empezamos a jugar muy bien. Nos clasificamos cuartos y empezó la mejor época.

¿Qué papel tienen los entrenadores en ese proceso?

Rafa Iriondo cambió la forma de jugar y siguió su línea Andoni Elizondo, que había sido jugador y fue un buen entrenador y una gran persona. Luego a Josean Irulegi le tocó el periodo difícil de transición entre los veteranos y nosotros. Hubo lesiones de jugadores importantes y pasa lo de Liverpool, pero ayudó al proceso que culminaron Alberto Ormaetxea y Marco Boronat.

¿Piensa que se reconoció el trabajo de Ormaetxea?

Se decía que con ese equipo cualquiera hubiera entrenado, pero ganar lo que se ganó es otra cosa. Alberto y Marco supieron culminar la transición de Andoni y de Josean. El club facilitó que Marco fuera a Inglaterra a ver la forma de trabajar del Liverpool. Comenzaron las concentraciones, el cuidado de la alimentación, los entrenamientos en espacios reducidos con porterías pequeñas, empezamos a utilizar pulsómetros... Se adelantaron a los tiempos con novedades que estaban en Europa y con ellos dimos el salto definitivo.

Y llega el año de la imbatibilidad y del subcampeonato (1979-80), cuando se pierde la Liga en Sevilla y al romperse la racha en el penúltimo partido (2-1)...

La mejor temporada en cuanto a juego fue la anterior, que quedamos cuartos. No teníamos la presión de los años siguientes. Esa temporada nos perjudicó lo de la imbatibilidad. Partidos que podíamos sentenciar, como íbamos primeros, pensábamos que el empate nos valía y no arriesgamos para no perder. Era la primera vez que estábamos a ese nivel y es muy difícil sin experiencia lograr algo. Pagamos ese peaje ante un Real Madrid con muchísima experiencia y la supuesta ayuda de los arbitrajes. Merecimos ganar la Liga.

En Sevilla teníamos mucha presión. Roberto López Ufarte no estaba por una operación. Era una pieza fundamental para el equipo y en el aspecto psicológico fue clave ante un rival que no se jugaba nada deportivamente, pero sí económicamente. Tienes en contra muchas cosas y, con la inexperiencia, una tensión añadida que no habíamos sentido en toda la temporada. Cuando empatamos con un gol mío tenemos la Liga en la mano, expulsan a dos jugadores del Sevilla y con once contra nueve no supimos jugar, nos meten el 2-1 en un error y se nos va la Liga.

¿Pensaron que no iban a tener otra oportunidad?

Dos años antes el Sporting de Gijón iba a ganar la Liga, la perdió y no volvió a tener otra opción. Le doy mucho valor a que, tras perder un título así, fuimos muy perseverantes para ganar dos títulos los años siguientes. Nos prepararon para eso sin saber que podíamos pelear por ese objetivo. Y éramos todos de casa. No estábamos en las mismas condiciones. Jugábamos contra equipos repletos de extranjeros y oriundos. Es la valoración que no se ha hecho de cómo conseguimos los títulos con gente de casa y de donde veníamos. Es increíble lograr los resultados que obtuvimos.

¿Qué supone quedar para la historia como el autor del gol que dio la primera Liga a la Real en Gijón en el último minuto de la temporada 1980-81?

Me siento superorgulloso y supercontento de meterlo, pero no hay que ser egoísta. Ese gol viene a través del trabajo de todo el equipo, del club, de la afición. Todo hizo que llegara esa situación. Ese gol lo metimos entre todos. Fue importante el gol que metí ante el Madrid, el 3-1, porque así nos valía el empate en Gijón. Y con el empuje de todos, unos en el campo, otros en el banquillo, otros en la grada, había que ganar esa Liga.

En el ambiente estaba presente el año anterior. En el penúltimo partido ante el Espanyol ganamos 2-1 muy justo. Nos costaba más ganar. Empezaba a pesar la presión. Lo importante fue dominar eso. Esa semana solo pude entrenar algo el sábado porque contra el Espanyol tuve un tirón en el aductor. A la una de la madrugada, la víspera del partido, estaba con Iñaki Anza recibiendo masaje en la habitación. No sabía si iba a jugar, pero quería estar como fuera. Pude aguantar todo el partido con barro y metí el gol.

Empezamos ganando, pero el Sporting empató minutos antes del descanso y al comienzo del segundo tiempo se puso 2-1. Estaba cerca del banquillo, le pregunté a Alberto cuánto faltaba y me dijo que diez minutos. Luego supe que no faltaban ni dos. Faltaba tan poco que metimos el gol y a los once segundos de sacar de centro acabó el partido. Teníamos que conseguirlo, era lo justo. Todos estábamos en su campo, menos Arconada y Kortabarria. Julio Olaizola, que avanza, le pasa a Alonso, que centra, sale el portero en pugna con Satrus, el balón le va a Bixio y el peor tiro de su vida fue el mejor pase. Yo estaba en el área, sabía donde estaba la portería, controlo y tiro. Estaban todos defendiendo bajo palos, el balón lo tocó el portero... y entró.

¿Qué sintió en ese momento?

Todo y nada. Solo se me ocurrió ir a la valla donde estaba la afición tras la portería en la que metí el gol. Luego volviendo al centro del campo a un jugador del Sporting que trabajó mucho y nos estuvo pinchando para que se nos fuera el partido le hago el gesto de “toma eso”. Fue un momento sublime. Hay que vivirlo, no se puede transmitir con palabras.

 

Celebración de la Copa ganada en 1987 en Zaragoza. Fotografía: Jaunsar

 

Los que vivieron ese título recuerdan que más que lo de Gijón les marcó el recibimiento días después...

Es lo mejor que he vivido deportivamente. No lo cambio por nada. Ahí estaba toda Gipuzkoa, toda Euskadi celebró esa victoria. Empezamos en Arrasate a las 10.00 y acabamos en el Ayuntamiento de Donostia a las 23.30. De El Antiguo al centro tardamos hora y media. Pasamos por los pueblos y en todos los caseríos la gente mayor estaba al borde de la carretera saludándonos. Tú estás feliz, tu familia, tus amigos, pero haces feliz a toda la gente y más con la situación política que había en los 80, ganando al Madrid. Todo estaba en juego, el orgullo, la felicidad de la afición. Hay un video que refleja todo. Durante el partido no había nadie en las calles. Y cuando metemos el gol se llenan. Fue inolvidable. A los de Errenteria, Eliseo Murillo y a mí, nos vino a buscar la Policía Municipal para que fuéramos al Ayuntamiento porque estaba esperándonos la gente y allí fuimos en el coche con las sirenas... Todos te recuerdan cómo vivieron el gol. Yo si hubiera estado en ese lado habría vivido lo mismo. Aquello va a ser algo único siempre. Todo lo que haya después puede igualarlo, pero no mejorarlo.

Y al año siguiente vuelven a ganar la Liga con otro gol suyo en el último partido ante el Athletic...

Fui uno de los que dije desde el ayuntamiento que “vamos a ir por el segundo por vosotros”. Y así fue. Fue una temporada dura. Estábamos a muchos puntos, desahuciados, pero seguimos. Teníamos esa mentalidad. Había muchas dudas porque las cosas no salían tan bien y estuvimos peleando contra más equipos, Atlético, Real Madrid y Barcelona. En los últimos seis partidos, a falta de doce puntos, estábamos a seis del Barcelona y sacamos once. Teníamos mucha experiencia y fue la culminación de un proceso en el que fue clave la gestión de los egos. Era un equipo con muchos internacionales que nos pudimos ir a equipos grandes, pero decidimos quedarnos. Para mí fue el gran éxito. Si pensamos en nosotros y en 1980 nos vamos uno o dos las cosas habrían cambiado.

La gente hace alusión al derecho de retención, pero en el supuesto de desear marcharme José Luis Orbegozo, entonces presidente, hubiese tenido difícil negar mi marcha. Afortunadamente esa situación no se dio. Nuestra mentalidad era muy de aquí, familia, amigos y, sobre todo, teníamos una gran identificación con el club. Éramos futbolistas, pero al mismo tiempo personas que convivíamos con normalidad en la calle.

Una lesión de rodilla le impide jugar la Supercopa ganada al Real Madrid en la temporada 1982-83...

La lesión de rodilla la sufrí en el mejor momento de mi carrera y me acompañó hasta el final. Fue otro título más, parecía que éramos el Real Madrid o el Barcelona. Y luego la Copa de Zaragoza. Nos retiramos con cuatro títulos que pudieron ser dos más. Es tremendo. En la Supercopa le pasamos por encima al Madrid en Atotxa (4-0). Fue una alegría más para la afición.

La Copa de 1987 llega con Toshack de entrenador...

No estaban Satrus, Idigoras, Diego, Periko Alonso, Kortabarria, Olaizola, Celayeta... Empieza a entrar gente nueva, hacemos una travesía de dos años dura con Alberto y Marco y en esa transición viene Toshack en 1985. Los primeros seis meses son malos, en zona de descenso, pero la segunda vuelta es tremenda. Cambia la forma de jugar y vamos para arriba. Se necesitaba un revulsivo y Toshack lo da. El equipo se pone las pilas y vuelve a ganar un título, jugamos otra final al año siguiente y logramos buenas clasificaciones.

 

Jesús Mari Zamora aparece con el once histórico de Gijón en el partido en el que marcó el gol que dio la primera Liga. Fotografía: Jaunsar

 

 

¿Cómo llega la despedida en 1989?

Siempre había tenido en la cabeza decidir cuándo y cómo dejarlo. Sin la lesión creo que podía haber tenido tres años más de fútbol. Los últimos siete jugué más limitado, dando el máximo nivel de esfuerzo que podía y comuniqué al club meses antes que lo iba dejar.

En el último partido, con el Sporting de Gijón precisamente, quería dar la vuelta al campo para despedirme con la afición y los compañeros. Lo hicimos Luis Arconada y yo. Es duro porque tienes 35 años, llevas 15 en la Real, y de un día para otro todo cambia y ya no vas al día siguiente a Zubieta. Llevaba tiempo preparándome para eso, pero nunca estás preparado del todo. Necesitas un tiempo de adaptación, lo pasas mal, pero no puedes hacer nada. La vida es así.

Como entrenador con Roberto Olabe ayuda a la permanencia en 2002 y está a punto de ganar otra Liga con Raynald Denoueix (2002-03).

Con Roberto Olabe sufrimos. De nueve partidos teníamos que sacar cinco y fue muy duro. Con Raynald Denoueix disfruté. El primer año casi ganamos la Liga y fallamos en el último partido en Vigo. El segundo fue duro, jugamos Champions, sufrimos, pero aprendí mucho. Luego estuve en el fútbol base, donde también disfruté. Había cumplido con mis etapas.

¿Los jóvenes le conocen?

No demasiado. Es una pena y no por mí. La historia del club la tienes que conocer, por lo menos las cosas importantes. No somos el Real Madrid o el Barcelona, que siempre están ganando. Cuando llegué a la Real conocía la historia del club desde antes del ascenso de Puertollano. Los jóvenes tienen que conocer a Roberto, Satrus, Arconada, Kortabarria y demás compañeros. Son los que han ganado las Ligas, los que han puesto a la Real donde está. Hay un antes y un después de Puertollano, pero sobre todo con nosotros.

A modo de ejemplo es triste que la gente joven no conozca a Gaztelu, un jugador tremendo, que menos de portero jugó de todo, y de los que ascendió en Puertollano fue el único que se despidió con un título. O Urreisti, Amas, Martínez... jugadores superimportantes que nos ayudaron a ser mejores en todo. La historia del club hay que recordarla y tenerla presente.

¿Qué supone ver a la Real ganar un título 34 temporada después, con un año de retraso, sin público...?

Este título de la Copa del 2020 se fusiona con lo anteriormente logrado para intentar más logros en nuestra historia futura. El marco del fútbol actual no me gusta demasiado. Se ha convertido en un negocio, donde lo que vale es el dinero.