Jone Buruzko
IRUDITAN

Desplazados

Fotografía: John Wessels | AFP
Fotografía: John Wessels | AFP

Una mujer tiende un pañuelo sobre la arena para sentarse con su nieta en el improvisado refugio para desplazados instalado a lo largo de la playa de Paquitequete, en Pemba, en una imagen tomada a finales del mes de mayo. Esta playa es donde la mayoría de los desplazados internos llegan en barco desde el norte de Mozambique y pasan sus primeras noches antes de ser trasladados a un estadio deportivo cubierto. Pemba, la capital de Cabo Delgado, ha acogido a decenas de miles de personas que huyen de la violencia provocada por los insurgentes islamistas desde hace más de tres años. Han caminado, han corrido, se han escondido en bosques y donde han podido. Y ahora, entre miles, esperan ser salvados.

Es complicado. Subir a un barco cuesta entre 40 y 65 euros, una cantidad considerable para ellos. Quienes desembarcaban en Pemba esos días decían que todavía hay mucha gente por rescatar. Hasta 20.000, según las ONG. Desde finales de marzo, cerca de 57.000 personas han huido de la zona de Palma, afirma la Organización Internacional para las Migraciones. En total, la violencia durante estos tres años ha matado a 2.800 personas y provocado la huida de 700.000 civiles. La ineficacia de los dirigentes enfurece a muchos refugiados. «Los yihadistas al principio solo tenían machetes pero las autoridades no hicieron nada. Ahora tienen armas sofisticadas», asegura un campesino recién llegado a Paquitequete.