PASEO POR EL PASADO

La huella de siglos de conflictos sociales y laborales en Bilbo

Nos adentramos en la capital vizcaina para conocer, a través de varios lugares, algunos de sus conflictos sociales y laborales, la vida de las mujeres trabajadoras y los entresijos de la política municipal de los últimos quinientos años.

La placa que da nombre a la Plaza de las Lavanderas. Fotografía: Oscar Matxin Odesa I Foku
La placa que da nombre a la Plaza de las Lavanderas. Fotografía: Oscar Matxin Odesa I Foku

Bilbo está repleto de pequeñas historias que, aunque seguramente no salgan en las grandes guías turísticas, nos acercan a conocer la vida de los bilbainos durante los últimos siglos. En este reportaje no veremos los importantes museos que han dado reconocimiento mundial a esta ciudad, tampoco pondremos la atención en los señoriales palacios de las familias más pudientes, ni en los imponentes templos religiosos. En este reportaje iremos a los barrios más populares, como el Casco Viejo, Bilbao la Vieja o San Francisco, para conocer más sobre los conflictos sociales y laborales que se han producido en la capital vizcaina, como la Rebelión de la sal o la primera gran huelga obrera, pero además nos acercaremos a las orillas de la ría para conocer el duro trabajo de las sirgueras. También nos meteremos en los entresijos de la política a través del banco de Beteluri.

El recuerdo a los «Mártires del Señorío de Bizkaia y de su libertad». Fotografía: Oscar Matxin Odesa | Foku

 

Rebelión de la sal. Comenzamos el recorrido en la famosa Iglesia de San Antón, situada en el Casco Viejo, a orillas de la ría. En la fachada que da a las siete calles podemos observar una placa que contiene seis caras y los escudos de Bilbo y Bizkaia. «Mártires del Señorío de Bizkaia y de su libertad», se puede leer en una placa bajo los nombres de Martin Otxoa de Aiorabide, Licenciado Morga y Sarabia, el escribano Juan de Larrabazter, los hermanos Juan y Domingo de Bizkaigana, y Juan de la Puente Urtusaustegui.

Son las personas que en la primavera de 1634 fueron ejecutadas en ese mismo lugar –donde antes también se hallaba la casa consistorial– por ser los cabecillas de la conocida como Rebelión de la sal.

El conflicto comenzó tres años antes, cuando el monarca español Felipe IV impuso un impuesto sobre la sal para financiar sus guerras en el norte de Europa, vulnerando así los derechos que otorgaban los Fueros vizcainos. La medida supuso el incremento del precio de la sal, fundamental para la conservación de los alimentos en aquella época, hasta un 44%. La Corona española también ordenó la requisa de toda la sal almacenada que, a partir de ese momento, solo podría ser vendida por la Real Hacienda.

Esa medida fue la gota que colmó el vaso para el pueblo llano vizcaino inmerso en una importante situación de pobreza. Las clases populares no tardaron en levantarse contra los privilegios de los jauntxos y las imposiciones de la Corona española. La revuelta comenzó por el precio de la sal, pero acabó en una insurrección para reclamar que se revocasen todos los impuestos abusivos y se volviese a la exención fiscal recogida en los Fueros.

La rebelión duró algo más de tres años y fue sofocada definitivamente en la primavera de 1634, cuando los principales líderes fueron detenidos y ejecutados. Sin embargo, Felipe IV, para calmar los ánimos, perdonó al resto de los rebeldes y suspendió el impuesto a la sal.

El banco de Beteluri. Fotografía: Oscar Matxin Odesa | Foku

 

Banco de Beteluri. Colocándonos de cara frente al Ayuntamiento, vemos en una pequeña zona verde situada a su derecha (entre dos carreteras) un gran banco con un alto respaldo que contiene el escudo de Bilbo. Se trata del banco de Beteluri, un asiento que ha tenido sobre él a numerosos alcaldes y ha sido testigo de la vida política-administrativa de la zona conocida como Venta Alta –anteriormente las cuatro Artiga, que comprendía los barrios de Beteluri, Orzekauko, Sebereche y Buia–, y del sometimiento de este enclave a la villa.

Ya sin uso, durante el siglo XX el banco estuvo situado en el Parque de Doña Casilda y desde 2002, al lado del Ayuntamiento, en su localización actual. Sin embargo, y pese a que el banco que ha llegado a nuestros días fue construido en 1742 por el maestro carpintero Juan de Urigüen, su función se remonta probablemente a la fundación de Bilbo, cuando Diego López de Haro confirma el sometimiento de la actual zona de Buia a la jurisdicción de la ciudad.

El banco estuvo desde épocas medievales en Beteluri, seguramente cerca de la antigua calzada y del camino Real que iba a Orduña y a Pancorbo. Cada año, el alcalde de Bilbo se trasladaba a ese banco para celebrar el concejo de la Villa. Estos actos servían para administrar justicia y satisfacer a los vecinos que presentasen quejas y agravios.

Tal y como detalló el historiador bilbaino Teófilo Guiard (1876-1946) en uno de sus escritos, también se nombraba cada año a un “fiel” entre los pobladores de aquella zona para que representase al alcalde y se hiciese responsable de solucionar los problemas de los vecinos. Este representante, que funcionaba como un alcalde pedáneo, juraba su cargo en el banco.

El conjunto escultórico «Las silgueras», obra de la artista navarra Dora Salazar, rinde homenaje a estas mujeres curtidas en el trabajo duro. Fotografía: Monika del Valle | Foku

 

Sirgueras. Caminando por el muelle de Uribitarte podemos ver junto a la ría un grupo escultórico creado por Dora Salazar llamado “Las sirgueras”. Las sirgueras eran mujeres que, especialmente durante el siglo XIX, tiraban desde la orilla de barcazas o gabarras con mercancías trasvasadas de barcos que no podían remontar el cauce de la ría por falta de calado o de viento. Lo hacían a través de una sirga, que era un cabo sujeto a su cuerpo por el hombro o por el pecho. Era una labor extremadamente dura y muy mal pagada, de hecho anteriormente ese trabajo lo realizaban los bueyes y después los barcos a vapor.

Aunque era una ocupación también de hombres, a partir de las Guerras Carlistas fueron especialmente las mujeres las que se encargaron de esta labor, debido a la multitud de bajas entre varones provocadas por las guerras.

El Ayuntamiento de Bilbo inauguró en Olabeaga el Muelle Sirgueras, en sustitución del Muelle Alfonso Churruca, con el fin de homenajear a estas trabajadoras. Curiosamente los dos recuerdos a las sirgueras se encuentran en la margen izquierda de la ría, pese a que ellas realizaban la tarea por la margen derecha.

Otro lugar que les exigía un gran esfuerzo se encontraba en la Plaza de los Tres Pilares (denominada popularmente Plaza de las Lavanderas), ubicada entre Bilbao La Vieja y San Francisco. Desde 1889 hasta la década de 1970 existió allí un lavadero público, reservado exclusivamente a las mujeres. «Estas trabajadoras sacaron a lo público lo doméstico y colaboraron en la salud de los barrios altos tan densamente poblados», se puede leer en un panel.

Mural dedicado al Sindicato de la Aguja pintado por Laura López Bello en el barrio bilbaino de Zabala. Fotografía: Asier Robles



Varias calles más arriba, adentrándonos ya en el barrio de Zabala, encontramos un grafiti pintado por Laura López Bello en una persiana donde se puede observar el rostro de una mujer que porta en su mano una tijera y un dedal. A simple vista parece un dibujo sin más, pero hay algo detrás. Tal y como explica un pequeño panel colocado al lado, se trata de un homenaje al Sindicato de la Aguja, el primer sindicato de mujeres del Estado español, fundado en 1911.

Era una época en la que el movimiento obrero comenzaba a cobrar fuerza y los sindicatos empezaban a tener protagonismo en la vida sociopolítica. La gran mayoría de las mujeres todavía se dedicaban al trabajo doméstico, sin embargo, ya se empezaban a ver las primeras fábricas donde trabajaban exclusivamente ellas, como las de confección de ropa, un bien que empezaba a tener cada vez más demanda. Sin ningún tipo de regulación laboral, las condiciones de trabajo eran tremendas y, en ese contexto, comenzaron a organizarse en demanda de sus derechos. La jornada laboral de ocho horas y el descanso dominical fueron los principales reclamos. Este sindicato surgió en diferentes puntos del Estado, y en el barrio de Zabala tuvo su representación.

Este mural es parte de un proyecto de la cooperativa Urbanbat que, con la colaboración de varias asociaciones de San Francisco, Bilbao la Vieja y Zabala, pretende poner en valor y visibilizar el importante –y sin embargo invisibilizado– papel de las mujeres en el desarrollo de estos barrios. Bajo el nombre “¡Haciendo la Calle!” han creado un recorrido con diez puntos diferentes donde se recuerda también a las inmigrantes que trabajan como empleadas de hogar, a las vendedoras de tela o a las prostitutas.

Arriba, la plaza Harrobi. Fotografía: Oscar Matxin Odesa | Foku

 

Primera huelga obrera. Adentrándonos en el barrio de San Francisco encontramos la Plaza Cantera, que debe su nombre a la cantera de piedra caliza y cayuela existente en sus inmediaciones. No es una plaza muy grande y está rodeada de edificios. Destaca en ella un arco triunfal (con reminiscencias clásicas), obra de Hoffmeyer en 1885. La plaza surgió ante la necesidad de un espacio público abierto en el barrio, para favorecer la salubridad de una zona que había visto crecer mucho su población durante el siglo XIX.

También aquí abordaremos un momento histórico que se vivió en este lugar el 4 de mayo de 1890: la primera gran huelga obrera de Bizkaia. Tal y como narra el historiador de la EHU/UPV Ricardo Miralles en su escrito “La Gran Huelga Minera de 1890. En los Orígenes del Movimiento Obrero en el País Vasco”, este momento es considerado por muchos como el inicio del movimiento obrero en la provincia. Durante la manifestación del 1 de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, los socialistas convocaron una huelga para el 4 de mayo, con la jornada laboral de ocho horas como exigencia principal.

El periódico “El Noticiero Bilbaino” recogía en sus páginas que aquel día las fuerzas policiales y del Ejército prepararon un fuerte dispositivo controlando los edificios oficiales, bancos y sitios estratégicos de la ciudad y de sus accesos. Desde la mañana cientos de trabajadores se agolpaban en la Plaza Cantera y, tras la llegada de unos 1.000 mineros de La Arboleda, la movilización comenzó con un gran mitin de Facundo Perezagua y Felipe Carretero, miembros de UGT y PSOE. Además de los mineros, también había trabajadores de otros sectores.

Tras recorrer las calles de San Francisco con varias pancartas en la delantera, la manifestación tomó la Gran Vía y finalizó en la Plaza Elíptica. Por la tarde hubo otro mitin en La Arboleda, donde Perezagua defendió la organización de los trabajadores ante 4.000 mineros. La jornada acabó sin incidentes, pero marcaría un antes y un después.

No hubo que esperar mucho para ver la siguiente movilización. No habían pasado ni diez días cuando, el 13 de mayo, cinco miembros del Comité Socialista de La Arboleda fueron despedidos por su participación significativa en la huelga del 4 de mayo. Esto generó otra gran huelga que paralizó toda la zona minera de Bizkaia y, por consiguiente, parte de la industria. Finalmente, tras la intervención del Ejército, los empresarios se vieron obligados a comprometerse a mejorar las condiciones de vida de los mineros. Fue el principio del movimiento obrero, que se desarrolló durante los siguientes años.