Teresa Moleres
SORBURUA

Una mimosa, de paseo por las calles de París

El inventor de la palabra biología, Jean-Batiste Lamarck (1744-1829), le pidió a su colaborador De Candolle, que sacase a pasear una mimosa, la mimosa púdica, en un carruaje por las calles de París para estudiar su comportamiento. Al comienzo y ante los baches del empedrado, la acacia plegó sus hojas, luego las abrió en un terreno más liso, con otra sacudida las volvió a cerrar, de nuevo las abrió. Al final la mimosa cansada del traqueteo “pensó” que no corría peligro, ni merecía la pena cerrar su mejor mecanismo de defensa, y siguió por los bulevares tranquila y con las hojas desplegadas.

Posteriormente, Charles Darwin, en 1880, escribió sobre este fenómeno en “El poder del movimiento de las plantas”. «Es la “inteligencia vegetal” –escrito con comillas para no equivocarse con nuestra inteligencia humana–, por la que las plantas son capaces de medir la cantidad de luz, humedad, gradientes químicos, campos electromagnéticos, presencia de otros vegetales próximos, animales e insectos». Una vez registrados estos datos actúan en consecuencia para buscar las mejores condiciones de luz, alimento y agua para no deshidratarse en verano y defenderse del ataque de otras plantas y animales, incluidos los humanos.

Después de millones de años de evolución, los vegetales han aprendido a atraer insectos para realizar la polinización con el vistoso color y aroma de las flores, a moverse girando hacia el sol; a producir señales acústicas de lianas para orientar a los murciélagos ciegos; a vivir en simbiosis con bacterias.

Además, para defenderse de sus enemigos, producen en sus hojas sustancias venenosas para evitar ser comidas por los animales, como la cafeína, un alcaloide que estimula el sistema nervioso y varía el comportamiento de las cabras al comer las hojas del cafeto.

Esta capacidad o inteligencia de la planta se encuentra en la punta de su raíz, el ápice radical muy sensitivo que tiene la misión de utilizar la información y guiar a la planta a tomar decisiones como si de cerebros vegetales se tratase. Los últimos estudios científicos nos asombran y nos seguirán maravillando con sus nuevos descubrimientos.