Javi Rivero
Cocinero
GASTROTEKA

Zopak

Los que me conocéis, sabéis el aprecio y especial cariño que le tengo a Manuela, mujer del mar donde las haya, con los pies bien puestos en la tierra y de las que solo navega con las máquinas a “avante toda”. Manuela es una persona que inspira y agarra cada día de frente, lo agita y lo pone en su sitio para que su entorno prospere. Y qué decir de su indiscutible dedicación a los productos del mar. No hay pulpo que iguale al que trabaja Manuela, junto con su marido, Juanjo. Son equipo de la Champions del producto, la dedicación y el esfuerzo.

Ahora que ya los conocéis, os voy a hablar sobre “Zopak”. Zopa es igual a sopa y Zopak, para los que conocemos el producto, es sopa de pulpo. Esto es una afirmación marketiniana de cosecha propia para presentaros el gran paso que acaba de dar esta pareja de titanes. Han presentado nada más y nada menos que una sopa de pulpo en polvo que ellos mismos elaboran en su lonja de Getaria con los pulpos que ellos mismos pescan. Elaboran de manera tradicional el guiso, lo deshidratan y lo envasan en polvo. Esto es el salto con doble tirabuzón que el primer sector ha hecho para llegar al consumidor. Con gran esfuerzo, sudor y millas navegadas a la espalda, Manuela y Juanjo han elaborado y comercializado un producto basado en una receta tradicional e histórica como pocas, como es la sopa de pulpo de Zumaia. Chapeau.

Zopak es sopa de pulpo y sopa de pulpo es igual a Zumaia. Podríamos hablar de villa pulpera cuando nos referimos a la villa vecina a Getaria, y es que así lo es. Pesa la tradición de secar los pulpos estirados hasta un punto extremo en el que el olor es tan fuerte que solo unos pocos sabrían ver una receta detrás de tal producto. El primero que elaboró una sopa de pulpo con el pulpo seco fue desde luego un visionario, un atrevido valiente que seguro no era consciente de que llegaría a tener un día propio en la comarca. Cierto es que suele celebrarse en septiembre y que la pandemia ha truncado las últimas dos ediciones, pero es un día precioso en el que el pulpo y la sopa aromatizan Zumaia. Por lo que, si el año que viene tenéis la oportunidad de pasaros, sin duda, hacedlo. Nos veremos por allí.

De otro planeta. Del pulpo os he hablado alguna vez. Sigo pensando que es de otro planeta, pero de lo que no os he hablado, y me parece un puntazo de investigar, es de la sopa. ¡Ostras! Que la sopa tiene su historia y la de pulpo es una versión de aquel valiente al que le pareció sosa la que tenía delante y solo se le ocurrió añadirle el pulpo seco que tenía a mano. Ojo, que la sopa tal cual viene del neolítico. ¿Habrían llegado los pulpos a la Tierra o todavía no? El caso es que la primera sopa fue aquella en la que, con la aparición de la alfarería, por primera vez se hirvió agua para ablandar alimentos crudos. Y yo que creía que la sopa la inventaron las abuelas. Qué chasco.

Hablamos de un producto con versiones por todo el mundo: frías, calientes, densas, ligeras, de todos los colores e ingredientes. Se podría decir que la sopa es la única receta que admite de alguna manera cualquier, y repito cualquier ingrediente que exista, habido y por haber. Algunas culturas han basado parte de su alimentación en estas, véase el caso de los japoneses y el ramen (sopa de fideos tradicional acompañada de diferentes ingredientes), la mítica sopa de tomate “Campbell” que es todo un icono pop de la sopa y el tomate. La historia ha dado también para que grandes restaurantes se afamen gracias a la sopa. Si os digo sopa “minestrone”, probablemente os venga a la cabeza el típico restaurante clásico italiano. Amigos, familia, de la sopa se habla poco y esta tiene mucho, mucho que decir.

Para empezar, la definición formal, o por lo menos la definición con la que desmarcar la sopa de un caldo o una crema. Una sopa es un caldo en el que se sirven también alimentos sólidos, ya sean fideos, verduras, trozos de pescado, de carne, etc. Si en este caldo se cuecen legumbres con un sofrito previo, estaríamos hablando de un potaje. Para ser crema, tendríamos que triturar un ingrediente que contenga almidón, tipo patata o unas lentejas, por ejemplo. De esta manera, espesaría y obtendríamos una crema. Ahora que está todo ordenadito, una pregunta: ¿y el pan? Personalmente prefiero el pan a la cuchara a la hora de comerme cualquiera de las recetas de las que estamos hablando. Por supuesto que utilizo la cuchara, pero me es imposible no rebañar el plato con pan. La mejor receta del mundo (el pan, para los que todavía tenéis alguna duda) acompaña y hace su función de manera extraordinaria junto con esta receta que admite cualquier ingrediente (la sopa). Como diría un buen amigo, esto es un “winner combo” (pareja ganadora). Yo estoy de acuerdo.

Sabéis que la historia me gusta casi más que el pan, así que fijaos qué curioso. La palabra sopa, al igual que sus primos –soup en inglés, soupe en francés o zuppa en italiano–, procede del germánico occidental “suppa”, que se refería a una rebanada de pan sobre la que se vertía un caldo. Es decir, sin pan, no hay sopa. ¿Serán los amantes de las sopas de pan (en todas sus versiones, incluidas las del Cola Cao) antropólogos o historiadores, fervientes defensores de lo auténtico desde su origen? Seguro que por eso no dejan de añadir pan a todo lo que sea líquido, para seguir comiendo “suppa”. Ya en la Edad Media, se le dio sentido de “sopa” también al pan que se remojaba, es decir, que “hacer sopas de pan” o “mojar sopas de pan” es una afirmación que viene de la Edad Media. Si al final, lo bueno y lo que funciona, es mejor no tocarlo. Ya veis, llevamos más de 1.500 años mojando sopas de pan y el ser humano ha seguido evolucionando. Lo que sí me da que pensar es que, visto así, la primera “crema” probablemente naciera del espesor que aportaba el pan en el caldo. Seguramente se empezó a hablar de cremas gracias a esta costumbre.

Sopa de champis. Ahora que empieza el frío y ya os he dado la mini txapa sopera, qué mejor que prepararos una sopa para entrar en calor e ir empezando el día. Esta parte es para los que no desayunamos sopas de pan. Estos nos llevan años de ventaja, amigos. Yo os propongo para desayunar un “caldo rápido de champis con huevo y pan”.

Solo tenéis que dorar con muy poquito aceite a fuego medio unos champis laminados, añadir un poco de cebolla y rehogar un minuto. Seguidamente, en un cazo, añadid estos ingredientes con un chorro de vinagre, una cucharada de salsa de soja y agua al gusto. Tened en cuenta la cantidad de agua para la potencia de sabor que queráis obtener, pues a más agua añadáis menos sabor tendrá. Yo os recomiendo añadir la cantidad de agua que después os permita mojar las sopas de pan sin miedo a quedaros sin caldo. Para los profesionales del tema, añadid dos gotitas de vino fino al final y veréis qué sensación más rica aporta este vino generoso.

Esta es una receta de 4-5 minutos que os puede salvar de un apuro y os permitirá indagar en el mundo de las sopas pero, si de verdad queréis indagar y trastear con este tema, empezad por compraros unos paquetes de Zopak y preguntad a Manuela sobre el tema. No hay nada mejor que comer con valores, historia y de la mano de una profesional del calibre de “Lonja Manuela”. Para mí, la sopa es Manuela, igual que el pulpo. On egin!