Xandra  Romero
Nutricionista
SALUD

¿Por qué hay gente obesa?

Escapar de las justificaciones y comentarios de la cultura de dieta probablemente sea más complicado, si cabe, durante las navidades: la sola presencia de tanta comida, tanta ponderofobia (miedo a engordar), gordofobia y tanto “cuñao” alegando métodos infalibles para bajar de peso y tratando de justificar que quién está gordo es por que quiere.

Lo primero, un recordatorio, cuando alguien asegure saber “la causa” de la obesidad de una persona: la obesidad se considera multifactorial; existen factores biológicos (genética, metabólicos), psicológicos (estrés, ansiedad, depresión, traumas vitales, abuso) y ambientales (peso, presión social, bullying, cultura de dieta).

Nadie está gordo porque quiere, así que hagamos un repaso ante las nuevas evidencias científicas. Más allá de los factores previamente nombrados, sabemos a ciencia cierta que el nivel socioeconómico (NSE) es clave en esta patología. Así lo indican sendos estudios de revisión publicados en prestigiosas revistas como este de “Appetite” en 2019 y titulado: «Una revisión sistemática de las explicaciones psicosociales de la relación entre el nivel socioeconómico y el índice de masa corporal». O en este de 2013 de la revista “British Journal of Health Psychology”: «Trayectorias del IMC desde la primera infancia hasta la adolescencia temprana: nivel socioeconómico y predictores psicosociales» y este último: «Mecanismos relacionados con los padres que subyacen al gradiente social del sobrepeso y la obesidad infantil: una revisión sistemática».

En todos ellos se concluye lo siguiente: Existe una asociación negativa entre el NSE y los niveles de sobrepeso / obesidad en los países de ingresos altos y medios. El NSE es un predictor significativo del peso corporal. Parece que serían los mediadores psicosociales (factores relacionados con los recursos y las limitaciones en contexto social en el que se vive, los recursos sociales y factores psicológicos como el estrés) los que relacionarían el NSE y el IMC en diversas muestras de población.

Los patrones de sobrepeso infantil se ven afectados por el NSE a través de factores psicosociales como la crianza de los hijos (crianza negligente, permisiva y autoritaria) y la depresión materna, se asocia con niveles más altos de sobrepeso entre los niños desde la infancia hasta la adolescencia. Para los niños con obesidad (futuros adultos con obesidad), estar en una familia con un NSE bajo se asocia con caer en patrones de desarrollo caracterizados por aumentos tempranos y duraderos en el IMC en relación con sus iguales, y que esta asociación se explica en parte por la influencia materna (la depresión y los estilos de crianza). El NSE bajo es un factor de riesgo significativo para el sobrepeso y la obesidad infantil en los países de ingresos altos.

Los factores que median la relación entre el nivel socioeconómico y la obesidad infantil son el alto IMC de los padres, origen étnico, asistencia al cuidado de los niños, alto tiempo de televisión (madre e hijo), lactancia materna (destete temprano), conductas de ingesta de alimentos y peso al nacer. Para las familias con un NSE bajo, la obesidad de los padres y los síntomas depresivos maternos fueron factores de riesgo importantes para la obesidad infantil, mientras que las largas horas de trabajo de la madre y un estilo de crianza permisivo fueron factores de riesgo para familias con NSE más alto. Es decir, nuestro peso depende más de nuestro código postal (e ingresos) que de nuestro código genético y es que el entorno alimentario tiene un impacto determinante en nuestras elecciones.

Quien quiere no siempre puede y eso lo constata la evidencia científica como el estudio de “American Journal of Public Health”: «Probabilidad de que una persona obesa alcance un peso corporal normal: estudio de cohorte» con registros médicos electrónicos en el que revisaron datos de práctica clínica de Gran Bretaña de 2004 a 2014. Los resultados indicaron que, durante un seguimiento máximo de 9 años, para las personas con obesidad leve-moderada, la probabilidad anual de alcanzar un peso normal (normopeso según IMC) fue de 1 en 210 para hombres y 1 en 124 para mujeres y en población con obesidad mórbida, fue de 1 en 1.290 para hombres y 1 en 677 para mujeres. La probabilidad anual de lograr una reducción del 5% del peso fue de 1 de cada 8 para los hombres y de 1 de cada 7 para las mujeres con obesidad mórbida. Es decir, que la probabilidad de alcanzar un peso normal o mantener la pérdida de peso es baja.

Tal y como indica el estudio «Hacer dieta aumenta la probabilidad de obesidad posterior y aumento de IMC: resultados de un estudio prospectivo de una muestra nacional australiana», en comparación con aquellos que nunca estuvieron a dieta el año anterior, las probabilidades de obesidad fueron 1.9, 2.9 y 3.2 veces más altas entre aquellos que estuvieron a dieta una vez, más de una vez y siempre, respectivamente. De manera similar, las probabilidades de aumento del IMC frente a su mantenimiento y también frente a su pérdida fueron más altas entre los que hicieron dieta que entre los que no.

Es decir, que hacer dieta para adelgazar puede contribuir al riesgo de obesidad y aumento de peso en el futuro.