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Mundial de Qatar, cuando el dinero prevalece sobre cualquier otra consideración

Entre el 21 de noviembre y el 18 de diciembre de 2022, Qatar acogerá la Copa del Mundo de fútbol. Será la primera vez que el torneo se celebre en invierno. Las altas temperaturas impiden que se pueda jugar en otra época del año. Sin embargo, no ha supuesto ningún inconveniente para que la FIFA obligue a las ligas a paralizar su actividad a mitad de temporada y que los equipos tengan que ceder los jugadores a los que pagan. No sucede lo mismo con otros torneos como la Copa de África o la misma Copa Árabe que se ha disputado recientemente en el país del Golfo Pérsico.

Es lo que tiene el poder del dinero. Según se dice, Qatar es el Estado más rico del mundo gracias al petróleo y las reservas de gas que atesora. Y hace una década inició una estrategia para lavar su imagen a través del deporte. «Sportwashing», que le llaman ahora, pero que existe desde hace muchos años y se practica en todas las latitudes. Consiguió ser elegida como sede mundialista entre denuncias de corrupción que salpicaban tanto al máximo dirigente del fútbol europeo Michel Platini, por aquel entonces presidente de la UEFA, a Joseph Blatter, máximo mandatario de la FIFA, así como a altos cargos políticos como el expresidente francés Nicolas Sarkozy.

En la misma época se fraguó la compra del PSG por parte de miembros de la realeza qatarí. Tras millones de gastos en fichajes, este verano la jugada se ha culminado con la contratación del mejor futbolista de todos los tiempos, Leo Messi. El argentino ya tiene asegurada la clasificación de la albiceleste para el Mundial, al igual que su compañero de equipo Neymar con Brasil. Por su parte, Cristiano Ronaldo tendrá que pelear por la plaza en la repesca con Italia, vigente campeona de la Eurocopa.

Las denuncias de muertes de trabajadores en la construcción de los estadios y sus pésimas condiciones laborales han caído en saco roto. Tampoco parece importar el respeto a los derechos humanos en un país en el que la homosexualidad está penada. Pero qué se puede esperar cuando en 1978 se permitió a Argentina acoger el mismo torneo para gloria de la dictadura militar, mientras se miraba para otro lado cuando hacían desaparecer a miles de personas.