Jone Buruzko
IRUDITAN

Carnavales

Es tiempo de Carnaval, una de las fiestas más estimadas del planeta que tiene en enero y febrero sus meses habituales. Los que se celebran siguiendo el período litúrgico de tres semanas que precede a la Cuaresma, se alargarán en este 2022 hasta el 1 de marzo que coincide con el Martes de Carnaval. Para entonces ojalá Lantz, Tolosa... y demás sedes vascas del evento hayan conseguido sacudirse ese coronavirus aguafiestas. Pero no sólo de Río de Janeiro, Venecia, Tenerife, Cádiz, Colonia o Niza vive este festejo musical y colorido como ninguno. En la ciudad colombiana de Pasto, de casi medio millón de habitantes, se acaba de celebrar su Carnaval de Negros y Blancos, una rica mezcla de expresiones andinas, amazónicas y pacíficas, que desde 2009 está incluido en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. La calle es su hábitat natural y en ella alrededor de 3.500 personas de todas las edades, pertenecientes a más de una quincena de asociaciones, desfilan e interpretan distintas coreografías vinculadas a temas relacionados con la Tierra. Esta vez el covid obligó a trasladar los desfiles al Estadio Libertad, debido a las restricciones impuestas por la pandemia. El evento es una referencia ineludible en el calendario de fiestas, con verbenas populares en calles y plazas, comparsas con amplia participación popular y desfiles de carrozas como la de la imagen con esa representación de un bebé a la que un niño mira sonriente desde la ventana. Una metáfora de la vida.